Aferrarnos a Martí

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Imposible no pensar en Martí este 20 de mayo cuando en Venezuela triunfó la democracia, cuando la mayoría de su pueblo deseoso de paz, de unidad, de continuar ejerciendo su poder a través de sus órganos constitucionales representativos salvó a Latinoamérica de que “los Estados Unidos caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Aun así el escenario continúa enrarecido. Los excandidatos presidenciales de oposición no reconocen la reelección de Nicolás Maduro y eso supone, como alertaron observadores y analistas políticos, una reacción por parte de esa derechaque no actúa solani avivada por intereses nacionales, sino que se asiste por gobiernos y oligarquías occidentales que tienen en los Estados Unidos al rapaz mandamás.

América Latina continúa sometida a golpes parlamentarios, rompimientos constitucionales, linchamientos mediáticos, persecución, judicialización de la política, delitos fabricados para destruir la integridad moral o sacar de la palestra pública a líderes de izquierda y dirigentes populares, como ocurre con el exdignatario y precandidato presidencial del Partido de los Trabajadores de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, o asesinarlos como le ocurrió a la líder comunitaria Berta Cáceres, de Honduras, y se ha vuelto periódico en este país y México.

Son fórmulas recurrentes para conseguir quitarles a los pueblos a sus representantesreglamentarios como primer paso para arrebatarles sus garantías sociales y despojarlos de sus riquezas naturales. Toda una estrategia regional contra los gobiernos progresistas.

Brasil vivió la destitución forzosa de su presidenta constitucional, suplantada por un político golpista, pro yanqui y respaldo por un parlamento mayormente contaminado por la corrupción y que como solución a la crisis general tiene al país en subasta.
 
Nicaragua vive una situación compleja resultado de las protestas que utilizaron como pretexto las reformas al sistema de seguridad social promovidas por el gobierno de Daniel Ortega, y la sumen en un clima de violencia, muertes, daños económicos y que, aún en medio del dialogo nacional a que se convocó a los inconformes, continúa y hasta se pide la renuncia del presidente constitucional.

Sobre Venezuela se concentran todos los fuegos de la desestabilización, incluida la feroz y extendida guerra mediática de la que no están exentas el resto de las naciones democráticas de la región, padece el boicot económico de la oposición nacional y financiero y comercial internacional concebido para asfixiar a su pueblo, provocar descontentos, conflictos internos y por si fuera poco se planean ataques emergentes desde países vecinos.

No olvidar el bloqueo económico, financiero y comercial en que desde el Norte se perjudica a la independiente y soberana isla de Cuba desde hace casi 60 años. Ni a la Bolivia que ha conseguido repeler las ráfagas de esa coalición demoníaca liderada desde el Norte. O se cede ante los designios del imperio, como lo hacen siervosde la casta del presidente argentinoMauricio Macri, o se padecen ataques y provocaciones de todo tipo que, nadie dude, se gestanen los Estados Unidos.

Ante este panorama de desestabilización la izquierda regional está avocada a reimpulsar expectativas de unidad continental, como bien señala Rafael Correa, expresidente de Ecuador, y la reflexión preclara de Martí sobre la unidad latinoamericana se revela con una vigencia extraordinaria cuando indica “querer a Venezuela, como a toda Nuestra América desinteresada” porque al salvarse Venezuela se salva la América toda.

“A Venezuela, dijo el Apóstol, la hemos de querer y de admirar sin límites, porque la sangre que dio por conquistar la libertad ha continuado dándola por conservarla.Proclamemos contra los lacayos y pedantes, la gloria de los que en la gran labor de América se van poniendo de quicio y abono para la paz libre y decorosa del continente y la felicidad e independencia de las generaciones futuras”.

Hay que volver a Martí y entender que continúa vigente y se hace imprescindible su disposición a la unidad cuando alertaba “los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas. Esla hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
 

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