El viaje ha comenzado
- Por Rosana Rivero Ricardo
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¿Cómo ha comenzado? No tienes certeza. Quizá con el embullo adolescente de querer ser escritor, después de haberte zambullido en el ‘Mark’ Twain y zampado todo el ‘Dulce’ María Loynaz poético.
O en ese interés de ser artista que manifestabas de pequeño, desodorante en modo micrófono mediante. O simplemente por esas cosas de la vida que te llevaron hasta aquí, de donde no has podido irte; porque ya te corre tinta por las venas y tu tiempo, más allá de la Física, se mide en palabras y planos por minuto.
Cuando pudiste abrir los ojos, ya estabas ahí, en un combate cuerpo a cuerpo con las musas. Ellas tienen que bajar cuando tú digas, porque el cierre apremia. Ya han aprendido, junto contigo, a no temer al Word en blanco, a dominar en zancos el empedrado camino de la gramática española, a parir con dolor el titular que no quiere nacer, a disfrutar del placer de poner una coma donde va y no estaba.
Ya estas contagiado y no es COVID-19 que puedes prevenir con Abdala, alcohol y nasobuco. Aunque te hayas ido, siempre vuelves. Tus sentidos han sido entrenados. Tu olfato puede reconocer una noticia, aunque estés de vacaciones o jubilado. Y no estarás tranquilo hasta que exhales esa información de último minuto.
Tus ojos, tus oídos, tu voz ya no te pertenecen. Son los de la gente que te han cambiado el nombre por el de Periodista y te exigen que los plátanos del noticiero lleguen a su mesa y que les des las claves de cómo desinflar la inflación y cómo se resuelve el conflicto Ucrania-Rusia.
Debes ser economista, historiador, médico, sicólogo, politólogo, filósofo, orador… Y a principio de mes solo cobras por periodista.
No tienes horarios ni feriados en el calendario. Han cambiado los tiempos y la oficina la llevas a cuestas. En el móvil van tu editor de texto, audio y video, la cámara y la grabadora…
No hay pago por peligrosidad. Ni aunque le hayas visto la cara a la muerte en los ojos del médico que no pudo salvar al paciente. Ni aunque te huela aun en la memoria la grasa del helicóptero donde subiste a cazar ciclones. Ni aunque te duelan los memes en las redes que critican tu imagen y tus principios. Ni aunque llegue a tu correo una advertencia de amanecer con hormigas en la boca si sigues tratando el tema.
Ni aunque se desborde tu sensibilidad en la sala de oncología infantil o en los barrios donde la gente no tiene aún corriente. Ni aunque te levante en peso la seguridad del Presidente, porque has quedado detrás de él, donde no puedes estar, con el remolino de pueblo que salió a saludarlo…
Soto te queda disfrutar el viaje, vivir la emoción de lagrimear lo mismo por un bagazo en el ojo, los trillizos fruto de la fertilización in vitro, la victoria de los Cachorros a 20 años de su corona… No sabes cómo ha comenzado el viaje del Periodismo; pero sí como termina: con el punto final de tu vida.
