Ser creador

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 hcs educadores 4Fotos: Heidi Calderón


Hoy es el día del: “¿De qué se ríen? Cuéntennos el chiste para reírnos todos”. Ya casi llega la fecha para homenajear al: “Los dos que están conversando allá atrás, los voy a separar”. Su clásico y más temido no podía faltar: “Saquen una hoja en blanco que hay pregunta escrita”.


En Cuba se les asignó un día para agasajarlos: 22 de diciembre. Mas el año no es suficiente para agradecer a quienes entregan lo que nadie nos puede quitar: el conocimiento.


La fecha es un símbolo para recordar el triunfo de una revolución cultural dentro de otra Revolución. El pueblo de Cuba le ganaba la batalla a la ignorancia con las más letales armas: lápiz, cartilla, manual. ¡Alfabetizar! ¡Alfabetizar! (Seguro lo leíste cantando).

 

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A la vuelta de 60 años, parece argumento de película la hazaña de declarar a Cuba territorio Libre de Analfabetismo, colofón de la campaña que -por iniciativa del Che e impulsada por el gobierno revolucionario- pretendía llevar con las letras la luz de la verdad.


Los alfabetizadores, jóvenes, casi niños, enfrentaron al guajiro que se resistía a cambiar un rato la guataca por el lápiz y, lo más difícil, la violenta ofensiva de los bandidos. En esta otra guerra por la enseñanza le fue la vida al maestro Conrado Benítez  al inicio de la campaña y también al joven alfabetizador Manuel Ascunce Domenech y su alumno, el campesino Pedro Lantigua.


Cada 22 de diciembre evocamos a los maestros Makarenko de Fidel, símbolo de integralidad de la educación cubana, quienes cambiaron vidas con la fórmula perfecta de tiza y desafíos. También a los profes que quemaron pestañas a la luz del candil, entre apagones del Periodo Especial, para planificar sus clases.

 

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Recordamos a los maestros emergentes. Algunos se fueron con la misma velocidad de sus cursos de formación. Otros quedaron para demostrar que educar es hacer de una persona alguien que no existía, gracias al conocimiento.


Agasajamos a los profes de ahora que, por imperativos de la pandemia de Covid-19, cambiaron la pizarra por un aula virtual, más exigente de tiempo e inventiva para atender las necesidades individuales de cada uno de sus estudiantes. Ninguna etapa como esta, cuando la casa se convirtió en escuela, para valorar el trabajo del maestro.


En fechas como esta se renueva la admiración permanente por esos héroes que construyeron, peldaño a peldaño, la escalera de nuestra formación. Se recuerda al profe que nos enseñó a no temer a las matemáticas, pues son más fáciles resolver sus problemas que los de la vida. A la maestra, tipo Carmela de la película “Conducta”, que dejó las huellas más profundas.

 

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Ahora las aulas suelen llenarse de obsequios. Con los años se aprende que la mejor recompensa es darle como regalo, un día cualquiera, un “profe, ¿se acuerda de mí?”, envuelto en un título de buen obrero o profesional. Con los años se comprende que hay muchas profesiones lindas, pero del magisterio, nacen todas las demás. Por eso, es la de Martí la más certera definición del maestro: ser creador.

 

Rosana Rivero Ricardo
Author: Rosana Rivero Ricardo
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Rosana Rivero Ricardo. Periodista 25 horas al día. Amante de las lenguas... extranjeras, por supuesto. Escribo de todo, porque “la cultura no tiene momento fijo

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