¿Quién sacude a las hormigas?

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Seguramente ha escuchado la historia de que si recoge cien hormigas negras y cien rojas y las pone en un jarro, nada pasará, pero si sacude el recipiente violentamente y lo coloca de nuevo en reposo, las hormigas comenzarán a matarse entre sí; las rojas creerán que las negras son las enemigas y viceversa, cuando el verdadero adversario es quien sacudió la vasija.

 

Seguramente también ha escuchado historias de sucesos ocurridos en países latinoamericanos y de otras latitudes, donde la agitación al “frasco” desata la agresión, “desprende” ojos, y donde todo, aparentemente, surgió desde el interior. Moraleja clarísima.

 

Nuestro mayor enemigo ha estado apelando a medidas económicas extremas que nos presionen la yugular; ha lanzando campañas “arcoiris”, para formar estados de opinión desfavorables y sofocarnos; y para colmo, se le ha aliado un virus que requiere de mucho “oxígeno”, en todos los sentidos; entonces, lo que más molesta es, sin dudas, que aún respiremos.

 

El duro contexto de la Cuba actual nos ha puesto a todos y todas en condiciones extremas. Las carencias materiales, el estrés pandémico, las amenazas del norte… nos han sometido a pruebas de resistencia.

 

Engels dijo ante la tumba de Marx que este “descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc”.

 

Por eso ante tantas “ausencias” de lo básico se producen inconformidades lógicas, a las cuales, al añadirle un poco de manipulación sobre el origen o causa que las provoca, acaba por tergiversar la realidad.

 

Nos afecta el omnipresente bloqueo; las trabas nuestras que se intentan destrabar; las medidas adoptadas por el Gobierno cubano, necesarias, pero incómodas para la mayoría; y una desmedida sugestión mediática a través de Internet, que viene siendo, como dijera un amigo, un Escambray digital.

 

Es en este punto donde se potencia el american way of life (la creencia de vivir al estilo americano), y muchos empiezan a soñar en inglés sin apenas dominar a ciencia cierta el español. A creer que el anexionismo es la solución a nuestros problemas. A sembrar odios y tempestades, como fruto cosechado por los manuales de subversión.

 

Antes de que el “coronado microscópico” invadiera estas tierras, no faltaban los abrazos ni el trago repartido en la misma botella. Como cubanos todos, se polemizaba de pelota, de fútbol y hasta de política; pero sin bandos ni rencores. Creo que ha sido este tiempo, el que, por las razones explícitas y el cómo se ha asumido una vida paralela a la real, la de las redes, que de sociales solo les queda el nombre, nos ha inoculado las separaciones.

 

Pepe Mujica decía que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. Y que la diferencia entre la “ceguera” del amor y el odio está en que el primero es creador y el segundo, destructivo.

 

En un mundo patas arriba donde se lanza al ampirol el tiempo de amar, es fácil entonces ofrecer la manzana de la discordia, para luego asumir la posición de Mesías. Una Enmienda Platt o la propia intervención de 1902 (con su teoría de la mansa paloma) son experiencias de las que el pasado nacional grita que no se repitan, para mantener esa posición “necia” que nos enseñó Silvio, a la hora de no tener precio.

 

Por eso han visto como idóneo para “meter la cuchareta” el momento en que Cuba, pese a las limitaciones económicas, apuesta por romper el inmovilismo y echar a andar desde lo dialéctico y transformador: con medidas, leyes, incentivos para potenciar la producción de alimentos y asegurar otros renglones vitales para el desarrollo.

 

Martí habló de la necesidad de un partido único, como nos reveló nuestra grandeza al decir que los hombres se miden por la inmensidad que se les opone, toda una evaluación de nuestra gente ante el monstruo extranjero.

 

Las tácticas han cambiado, y en los discursos de quienes se oponen a nuestro sistema, cual campaña presidencial, (en la que se promete para ganar votos y se incumple porque ya los tiene, como sucedió con el actual mandatario de los EE.UU.) se abordan los elementos que la Revolución defiende. Otra forma de confundir.

 

Hasta las expresiones propias del proceso revolucionario se cuestionan, e intentan iniciar la misma polémica que con el verso lírico de Horacio: dulce et decorum est pro patria mori (dulce y honorable es morir por la patria), cuando queda claro que es de nuestro Fidel la idea de tener patria por la vida y que lo importante es la salud de la patria.

 

Es nomotético que ante circunstancias específicas no se piense igual. En esta Cuba plural coexisten modos de ver diferentes, aspiraciones diferentes, pero es nuestra responsabilidad TRABAJAR por construir un mejor país, crear nuestras propias fuentes de abasteciemiento, ser autosustentables en todas las esferas, deshacernos de la burocracia, abrir puertas, acabar la corrupción… Siempre sin caer en la ingenuidad, y sin ceder espacio al enemigo.

 

Queremos un país próspero, donde reine la paz y la independencia; pero esto no se logra con “maniobrantes” que se hacen pasar por hormigas ni con extraños, expertos en zarandear el frasco.

 

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