El placer de ser solidario
- Por Hilda Pupo Salazar
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Cuando los favores, hacia los demás, brotan de la nobleza, bondad o agradecimiento, como ejemplo de una buena persona, no tienen otro nombre que verdaderos.
No todos tenemos el mismo tiempo, disponibilidad, ganas de colaborar, pero cuando hablamos de ayudar a otros no siempre implica acciones premeditadas y coordinadas, también cuenta el apoyo que podamos prestar a personas de nuestro entorno que lo necesitan, sin ningún otro interés.
Es lógico pensar que para quien recibe la acción es muy positivo contar con la atención de una persona a la que será fácil conectarse emocionalmente, que ofrece, sin más condiciones, que ayudar a la organización de su vida diaria.
Para algunos obrar así aumenta la autoestima, con menos depresión, niveles bajos de estrés, vida más larga, más felicidad, presión arterial estable, sin calificarse de dadivosos, sino un comportamiento de total misericordia.
Hay quienes piensan que es mejor dar que pedir y ese desinterés puede diferenciarlos de otros, todo lo cual alimenta el placer de ser solidario, con más confianza en sí mismo y excelente conexión tanto con familiares, amigos, compañeros de trabajo, al liberar, cada día, más endorfinas, -sustancias asociadas al bienestar y el placer-.
Otros sienten que dar, desinteresadamente, a los demás puede activar regiones asociadas al placer, la confianza y actúan así porque mantienen tradición de la familia de la importancia de “ofrece” siempre ayuda oportuna a los demás, que luego se transforma en una serie de beneficios para la salud de quienes hacen esa práctica.
Mientras una lectora de la Columna, consultada por nosotros, sentencia; “Mis abuelos decían que era mejor deber dinero que no favores…”
Es real que hay quienes “hacen favores” para cobrarlos un día y hasta elaboran listas, es como una deuda que no lo expresaron abiertamente, sino, aparentemente, fueron “generosos” y cuando menos lo piensas, te sacan en cara lo que hicieron por ti y hasta te endosan obligaciones que jamás admitiste contraer, como los llamados “trapos sucios”.
Son lamentables personas con esa aparente piedad y luego aplicar su creencia que el compromiso es, siempre, devolver el favor recibido, que tú hagas algo por ellos, incluso sin importar la circunstancia y si no es así exhiben cóleras incontrolables, con estelar papel de víctima.
No olvidemos que para ayudar, la otra parte de la relación debe querer ser ayudada (exista una petición explícita o no), por lo que imponer la ayuda no tiene sentido y puede generar efectos contrarios a los esperados.
Reflexionemos con el religioso estadounidense Martin Luther King: ̈"Nada se olvida más despacio que una ofensa; y nada más rápido que un favor. Mientras para el filósofo alemán Friedrich Nietzche: “Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud”, para el filósofo romano Lucio Anneo Séneca: “El favor consiste no en lo que se hace o se da, sino en el ánimo con que se da” y para el escritor y gramático romano Theodosius: “El que hace un favor a quien lo merece, él mismo lo recibe”.
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