Educación paterno-filial

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Una de las mejores muestra de la incoherencia la evidencia en la frase: “Haz lo que yo digo, no lo que hago”.
Sirve para muchos ejemplos en la vida, pero, en este caso, es para el padre interesado en enseñarle a su hijo la verdad y. un día, lo llamaron por teléfono, el niño coge el auricular, lo comunica a su progenitor, quien le expresa: “dile que no estoy”.

La falta de credibilidad en el papá fue la lección práctica al menor y, lamentablemente, eso ocurre muchas veces. Cómo educar así al chico sobre la base de la mentira.

La inconsecuencia contradice cuando no guardas una relación lógica, con el actuar rectilíneo.
Típica manera en el apasionante mundo de la educación paterno-filial es decir gritando al hijo que hable con un tono normal o tener la casa desordenada y pedirle total orden en su habitación.

Otros ejemplos son: cuando pretendes que no sea violento y le pegas, ofendes a su progenitora o a cualquiera en la vía pública por motivos insignificantes. En ser ejemplo, para poder educar, debe tenerse mucho cuidado con la muestra personal.

No pretendas querer que los pequeños cumplan tus normas sin realizar lo correcto cómo lavar las verduras para comer o las manos antes de ir a la mesa, no levantarte temprano para ser puntual con tus deberes, solo, quien irradia buenas acciones, puede exigirlas.

Demandar respeto, mientras tú mismo no lo acatas o lo violas constantemente. ¿Qué cosechas pretendes recoger?

Reflexiona con esta fábula: había una vez un gato enterado que en un viejo caserón de la vecindad abundaban los ratones.

Fue allá pensando en darse un gran banquete con esos animalitos. Efectivamente, uno por uno se los iba comiendo, y los ratones, atemorizados, cada vez se iban internando más y más en sus ratoneras y no se animaban a salir ni para tomar un poco de aire fresco.

El felino viendo que no podía seguir dándoles caza a los ratones ideó tenderles una trampa para volverlos a tener.

Se subió a una viga y se hizo el muerto, uno de los infelices roedores, al no oír ruido salió y viendo colgado al pérfido animal le dijo Aunque fueras tú un rico queso y aun si yo no pudiera más de hambre, por nada del mundo me acercaría a ti! Aquí en mi guarida estoy más seguro, ¿no te parece?

La moraleja: Los seres inteligentes, cuando han sufrido la maldad de otros, ya no se dejan engañar por sus trampas.

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Author: Hilda Pupo Salazar
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Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

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