Hablar con el toro
- Por Heidi Calderón Sánchez
- Publicado en Fotorreportaje
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La monta de toros es plato fuerte del rodeo en Cuba, el momento de mayor riesgo para el vaquero, que se sube a un temerario toro al pelo y resiste ante el poder de los saltos impetuosos, hasta que, en la mayoría de los casos, es arrojado al suelo y luego embestido por los cuernos del furioso animal.
El rodeo es para muchos un deporte ecuestre tradicional, que se practica en varios países, principalmente en Estados Unidos, México, Canadá, Brasil, Australia y Nueva Zelanda, y arrastra a un público apasionado de los riesgos, mayormente vinculado al sector agrícola; pero el rodeo es también, para otros ciudadanos del mundo, un acto de crueldad.
Los detractores de estas prácticas son también apasionados, están convencidos de que los animales son tratados con brutalidad, que se trata de seres muy mansos a quienes se hostiga con espuelas, correas y látigos, se les golpea reiteradamente y se les retuercen los rabos para conseguir que salten de dolor, todo para que se asusten y se vuelvan violentos, pues es necesario que ellos desarrollen ese comportamiento supuestamente salvaje.
En el terreno se realizan diversos ejercicios, tales como las acrobacias con los caballos, arrojar el lazo, atrapar el becerro y lanzarlo al suelo para atar sus patas, que ponen a prueba, sin dudas, la bravura, destreza y rapidez de las mujeres y los hombres que desarrollan estas habilidades y encuentran en ellas también un camino a la realización y a la belleza.
Y aunque estas prácticas sean también catalogadas de patriarcales, machistas y de vanidades viriles, en Cuba tienen una participación que involucra a toda la familia, desde los chiquillos que trepados en las talanqueras se divierten al azuzar a los toros, hasta las mujeres que se visten, se engalanan y no son pasivas espectadoras, sino parte relevante y activa, audaces en el ruedo, temerarias sobre los caballos.
El rodeo en Cuba no es un mundo de hombres, es un espacio donde las mujeres también se esfuerzan por exhibir su fuerza y su dominio, así que más que una arista para el sexismo, puede ser terreno para el especismo, pero antes de juzgar, también hay que entender, casi con la mirada hedonista de nuestra especie, la profunda belleza del toro bravo.
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