Hogar ¿dulce hogar?: violencias invisibles en familias ampliadas
- Por Msc Ania Pupo Vega y Msc Aida Torralbas Fernández
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Ante el “quedarse en casa” como opción salvadora en los tiempos que corren, deparamos en pensar en los sentidos múltiples que puede tener esa “casa” devenida “hogar”. Si en nuestros imaginarios hogar es una palabra asociada a remanso, calidez, protección, seguridad, orilla, descanso, estos significados pueden ser también plurales y fragmentados por dinámicas conformadas por realidades alejadas de idílicos equilibrios y armonías irreales.
Contrariamente a lo expresado anteriormente, en países que recogen estadísticas de violencia de género, se ha reportado un aumento de la violencia doméstica en estos tiempos de confinamiento. La ocurrencia de asesinatos, abusos y violaciones en casa, deberán recogerse también como efectos de la pandemia y el consecuente confinamiento. Esta violencia, más visible, no es el tema que hoy nos ocupa. Nos interesa poner la mira, en abusos más sutiles y naturalizados que este tiempo ininterrumpido en el hogar, también suele agudizar.
Al estar toda la familia en casa durante un tiempo prolongado e (in)cierto: sobre quiénes recae la mayor parte de las tareas y cuidados que esa permanencia impone. La respuesta no es difícil: las mujeres. La tradicional construcción de la feminidad, dominante hasta hoy, moldea a las mujeres como seres para otros/as. El mandato cultural de que nos debemos a los demás es tan fuerte, que se vuelve embarazoso abandonarlo sin que nos habiten las culpas.
Desde las imágenes que acompañan los libros de textos en la educación primaria hasta novelas cubanas (o foráneas) y la mayoría de los productos comunicativos, se reproduce un modelo de familia donde mamá cocina, papá lee el periódico y el niño juega con el carro o la pelota y la niña con la muñeca, la plancha o el hermoso juego de tazas para servir el café. Estas imágenes proyectan ideas de armonía, paz y equilibrio. Estudios de nuestra realidad coinciden con otros del mundo donde se devela que el reloj de cada día de los hombres, dispone de más tiempo para el ocio, mientras las mujeres emplean más tiempo en actividades de cuidado a personas dependientes, en detrimento de su autocuidado y esparcimiento.

En tiempos de pandemia, los retos de las mujeres aumentan, unido a sus roles tradicionales como doméstica, se suma el trabajo a distancia, la maestra que apoya las teleclases de hijos/as y la enfermera que cuida y atiende. Indiscutiblemente están las condiciones creadas para las tensiones y las crisis. En algunos casos, estos se vuelven los detonantes de la cara más brutal de la violencia; en otros, pudieran ser espacios desarrolladores.
La repartición de tareas en el hogar es conformada desde construcciones históricas, culturales, sociales, políticas, simbólicas, por lo tanto, son también desconstruíbles y es ese el móvil principal que nos conduce a esta provocación. Este momento de (re) encontrarse las familias en las casas, pudiera ser también una oportunidad de resignificar los espacios y los roles que cada persona asume, de revertir las (i)lógicas y construir paradigmas otros en la búsqueda de un equilibrio real.
Pensemos en la pluralidad de los hogares y en las posibilidades reales que tenemos de aportar para que ese espacio íntimo sea remanso, orilla, protección, calidez. Quien tiene un privilegio, no renuncia espontáneamente a él, por lo que, el cambio debe propiciarlo quien tiene la desventaja.
Es importante entender que inicialmente será un espacio de aprendizajes donde el desempeño se irá perfeccionando; por lo que es importante ser flexibles y admitir las imperfecciones. Habrá que revisar los impulsos de: “deja yo lo hago más rápido”, o “gracias, yo lo hago mejor”. Algunas mujeres podrán sentir que pierden el poder sobre “sus” espacios, pero habría que pensarlo como la oportunidad de crear otros que puedan revertirse en momentos para hacer cosas para sí misma.
El ejercicio siguiente es una invitación a concientizar en familia cómo distribuimos nuestros tiempos. Adultos y adolescentes colocan en una hoja un horario de dos columnas y veinticuatro casillas donde refleje en la columna izquierda cada una de las horas del día y en la columna derecha las actividades que realiza a cada hora. Clasifiquen las actividades en tres categorías: las que benefician a la familia, las que responden a necesidades y placeres individuales y otras. Calculen el tiempo dedicado a cada una y comparen los resultados identificando quiénes tienen más sobrecargas o privilegios. Pudiera ser este un buen momento para armonizar los tiempos de trabajo y ocio. La elección de democratizar y de “endulzar” los hogares, empieza por nosotras.
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