"El mutis del deseo"

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mutis foto1Ilustraciones: Aldo Luberta.
 
Los novios se miraron impacientes. En el más puro silencio decidieron alejarse de la parada y caminaron ansiosos, con temblor en las piernas. En la parada se habían acuartelado, como siempre, el sudor, la música alta, los aullidos y los gritos.
 
Cuando ya los salvaban unos 10 metros, se diluyeron en un beso contenido que salpicó la mirada de quienes esperaban la guagua.

El beso no tenía nada que envidiar a sus homólogos de Disney: desde ese caliente y dulce que despertó a la Bella Durmiente, hasta ese otro que (quizá también por la contención) succionó un trozo de manzana de la garganta de Blanca Nieves. Uno de esos que todos aplauden en el cine, ejecutado magistralmente por dos adolescentes que la multitud observa murmurando.

La pareja, en ebullición, no llegó más allá de juntar los labios y compartir saliva. Una señora mayor muy puritana que vestía con escote y licra de leopardo, materializó el deseo de la multitud y se proyectó avergonzada:

-Tal parece que no tienen cuarto ¡Qué barbaridad, con niños delante!
 
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Y gritó todo esto señalando el único banco de la parada donde una bocina hacía cantar y bailar frenéticamente a tres criaturas que juntas no sumaban 15 años. Los novios, devueltos a su estado sólido, se retiraron a esperar la guagua tomados de la mano.

A los jóvenes les pareció escuchar entre el ruido sordo de la bocina una letra que hablaba de cosas más fuertes que un simple intercambio de saliva. Pero pronto volvió a convertirse en ese ruido sordo que los niños de educación impoluta repetían una y otra vez entre el sudor, los aullidos, los gemidos y los gritos que hacía tiempo los había tomado de rehenes.
 
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