El niño que conocí
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Fotos: De la autora y Hospital Lenin
Cuando lo volví a ver hace unos días recordé aquel niño aplicado que conocí cuando apenas levantaba dos palmos del piso y pasaba siempre de la mano de su mamá Sonia en sus idas y regresos del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, de Holguín.
Poco a poco dejé de verlo. A mamá Sonia, siempre callada y diligente, sí seguía calle arriba en busca de centro de trabajo en las mañanas y por las tardes desandaba el mismo camino en dirección al hogar. Para esa fecha ya al espigado muchacho no lo veía con igual frecuencia, después supe que estudiaba la carrera de Medicina, porque bajaba siempre presuroso con pantalón azul y bata blanca.
No lo dije a nadie, pero pensé: será un buen profesional de la Salud. No me equivoqué, pues Rubén Reinaldo Rojas Lao, además de un excelente doctor, tiene altas responsabilidades políticas y administrativas en el hospital general universitario Vladimir Ilich Lenin, centro a donde llegó luego de cumplir su servicio social en policlínico docente Rubén Batista del municipio de Cacocum, aunque por las salas y servicios médicos del Gigante de la Salud holguinera comenzó a transitar por los saberes de las Ciencias Médicas.
Actualmente, este joven de apenas 30 años de edad, es especialista de primer grado en Ginecobstetricia, secretario general del Comité del Partido Comunista de Cuba en la sesentona institución y el subdirector, en funciones, de la vicedirección Materno Infantil, hace unos seis meses, responsabilidades que le ocupan el mayor tiempo del día y la noche, pues tanto una como la otra requieren de mucha entrega, consagración y disciplina.
Del flaco, como suelen llamarlo sus compañeros, se sabe cuando traspasa el edificio multicolor, pero muy, muy difícil que alguien, ni en su propio hogar, sepa cuando se va, porque siempre hay algo por hacer, por eso nadie extrañó que durante el paso del huracán Melissa y en la etapa de recuperación se le viera de un lado a otro; subir y bajar las escaleras de los seis pisos del hospital, llegar hasta las áreas externa de hospitalización y estar presente en otras misiones riesgosas enfrentadas por estos días.
Por eso, en un pequeño momento de sosiego de esta semana le hicimos una “encerrona” para que hablara de cómo fue la experiencia vivida junto a otros profesionales, pacientes y familiares antes, durante y después de “Melissa”.
“No quiero fotos, imaginen que cuando chico en los cumpleaños salía corriendo por todo el barrio”, fueron sus primeras palabras a modo de advertencia, pero ya habíamos comenzado a hacerlos fotos con el móvil y a grabar sus vivencias…

“Fueron muchas las experiencias. Imaginen 48 horas de trabajo ininterrumpidas sin electricidad, en momentos excepcionales, muy difíciles, pues no era solo protegernos nosotros o la familia, era la responsabilidad de preservarle la vida a más de 400 pacientes y decenas de familiares.
“El huracán comenzó a azotarnos alrededor de las 12 de la noche, cuando empezamos a sentir las rachas fuertes del viento. Por donde primero nos fustigó fue en la entrada principal, que tuvimos afectaciones en el falso techo y en medio de aquello, dimos varios recorridos por la institución, garantizando la seguridad de las consultas externas, el área de Geriatría, recuerden que está fuera del edificio central, al igual que las consultas de Cardiología y el Servicio de Hemodiálisis, para que no tuviéramos grandes afectaciones en aquel bloque, único externo de hospitalización.
“Alrededor de las tres de la mañana Melissa sí comenzó a infringirnos los principales daños, por las lluvias combinadas con los vientos. Inundó el Cuerpo de Guardia, con todos sus locales. Nosotros habíamos previsto, como en tiempos anteriores, subir este servicio íntegramente para la parte de consulta externa, lo preparamos y dejamos todo garantizado para que no hubiera ningún perjuicio material dentro de los inmuebles
“Entre las cinco y media y seis de la mañana ya las rachas fuertes de viento eran intensas y sostenidas y por tanto mayores las afectaciones. En la azotea una consola de cinco toneladas se rompió, el huracán la destrozó, y colgaba de los tubos del aire acondicionado, dando contra una de las ventanas de una de las salas de quinto piso.
“Esa planta no mantiene las estructuras antiguas de cuando los rusos hicieron el hospital, los pasillos son de cristales de dos metros por uno de ancho, que si se rompía una de las ventanas exteriores iba a destrozar los cristales interiores y por tanto tendrían grandes afectaciones los pacientes.
“Tomamos la decisión, sin consultarlo con la directora, porque sabíamos que no nos iba a autorizar, junto al jefe de inversiones y otros compañeros subimos a la azotea a nuestro propio riesgo. En medio de ese caos llegamos hasta lo más alto del centro. Ahí se vivió un momento difícil, pensábamos nos iba a llevar el huracán, pero así logramos quitar la consola y bajar los seis pisos. Después que salimos de ahí dijimos que era una locura, pero lo hicimos, y cuando se lo comunicamos a la directora, nos quería matar, pero bueno fue un acto arriesgado por la vida de los pacientes hospitalizados en esa unidad cerrada”.

Hace un alto en su narración, toma aire, como si acabara de subir o bajar corriendo los escalones de las seis plantas del viejo edificio, igual que lo hiciera tantas veces en estos días. Vuelve a sus remembranzas…
“Otro problema grande afrontado fue al romperse una parte de la tapia exterior de la institución. Nosotros ya estamos acostumbrados a inundaciones en la planta baja, cuando hay lluvias intensas o un evento meteorológico de este tipo, pero como la sufrida ahora no existe experiencia. Este desbordamiento ha sido único, porque al caer esa estructura de concentro propició un torrente de agua, lodo, basura proveniente de los ríos y arroyos de alrededor.
“Nos inundaron prácticamente toda la planta baja del Cuerpo de Guardia, los ascensores y los grupos electrógenos quedaron debajo del lodo y el agua. En esas circunstancias tuvimos que entrar al grupo electrógeno y apagarlos para que no se rompieran o provocaran un cortocircuito, que era inhabilitar el hospital por más tiempo de lo que estuvo sin fluido eléctrico.
“Desconectamos esos equipos hasta que los bomberos pudieran extraer el agua que teníamos dentro. Creo que esos fueron los momentos más difíciles, pero garantizamos que antes de que se apagaran, proteger las Terapias Intensivas, incluyendo la Neonatología. Propiciamos que cada ventilador tuviera un back-up con una reserva de energía al lado del paciente.
“En esos momentos habían seis ventilados, dos niños en Neonatología y cuatro en la Terapia Intensiva. Cada uno de ellos tuvo su sistema de energía puesto al lado antes de que se apagaran los grupos de electrógenos, que estuvieron prácticamente entre 45 minutos y una hora fuera de sistema. El de emergencia, que es para las unidades de atención al grave lo logramos restablecer a la hora y 10 minutos de haberse caído el sistema eléctrico dentro del hospital.
“Sacamos esa planta hacia el frente, detrás los bomberos ayudaron a drenar un poco el agua que tenía el equipo. Desaguada el área arrancamos el grupo de emergencia, y tuvimos las terapias cubiertas con electricidad, que fueron las principales protegidas.
“De igual modo, se nos afectaron las bombas de agua del hospital, que no permitían el bombeo hacia los tanques. El centro dispone de un depósito con una capacidad de llenado que nos admite disponer de ese líquido dentro de la institución, de cuatro horas de cobertura para toda la institución, pero como nos faltó el fluido eléctrico por mucho tiempo, también quedamos sin agua”.
En su conversación el doctor, una y otra vez, vuelve sobre el tema de grupo electrógeno, y no es para menos, cómo imaginar un hospital de la envergadura del “Lenin”, donde se decide el Programa Materno Infantil de la provincia, está la Cardiología y más aún el Centro Oncológico, por solo citar servicios que ofrecen cobertura territorial.
“La principal afectación del grupo electrógeno fue que se llenó de agua. El tanque de combustible, los filtros y todo el sistema quedaron tapados. Lo que fue un gran problema para después de drenarlo tratar de echarlo andar. Eso nos cogió alrededor de ocho a 10 horas haciendo todo ese proceso. Una vez que pudieron ponerlo en marcha, probamos las bombas de agua para darle cobertura del líquido a todo el hospital.
“A las tres de la madrugada se apagó de nuevo, porque volvieron a coger agua en el sistema, y desde ese hora hasta las 12 del mediodía se estuvo trabajando ininterrumpidamente en drenarle de nuevo toda el agua y habilitarles el combustible, con el propósito de volverlo a arrancar. Así estuvo conectado treinta y seis horas el grupo electrógeno, hasta que nos enlazaron a la isla del circuito 20, que fue cuando el hospital tuvo fluido eléctrico ya de la calle, el viernes 31.
“Creo que fueron momentos extremadamente difíciles, horas, días que los que estábamos aquí dentro del hospital sufrimos, porque en determinados instantes ya no sabíamos qué hacer; no teníamos otra opción que preguntarnos ¿qué más hago? ¿qué más puedo inventar?

“Contamos con el apoyo del Gobierno, el Partido y el director provincial quien estuvo prácticamente con nosotros las 48 ocho horas, que el hospital permaneció en una situación de crisis”.
Reconoce la unidad de acción del Consejo de Dirección, que siempre estuvo aquí, a pesar de que la mayoría son mujeres. “No nos movimos ninguno de los cuadros, estábamos dentro del hospital mientras el ciclón pasaba, se recuperaba el hospital”.
“Otro tema neurálgico fue la alimentación de pacientes y trabajadores. Hubo atrasos, porque las calderas están en un área externa del hospital que no tuvieron inundaciones, pero los quemadores se mojaron por las lluvias fuertes. Además, necesitan de corriente para poder arrancar, y una vez que se restablecieron los grupos electrógenos y se secaron, los compañeros de al Alastor vinieron, revisaron y nos dieron el permiso para arrancar la planta de atrás y fue cuando restablecimos el sistema de la cocina comedor para todos los pacientes y los médicos que estábamos dentro del hospital. Pero hasta tanto no se pudo, los alimentos se trasladaron de los hospitales clínico quirúrgico Lucía Íñiguez y el Pediátrico.
“Tuvimos médicos que doblaron turno, tuvieron cuarenta y ocho horas interrumpidas de trabajo, de igual manera el personal de enfermería, y así muchos técnicos, trabajadores de servicio. Pero al poder partir para sus hogares una mayoría se incorporó a la limpieza del Cuerpo de Guardia, a las salas, en las diversas labores de recuperación. Esa es la grandeza de los profesionales de este hospital, su recurso humano”.
Rubén Reinaldo mostró agradecimiento hacia los familiares que estaban en la institución, porque se incorporaron a la limpieza de salas, áreas puntuales y principalmente en el bloque materno infantil.
Dice con toda firmeza que “nunca se van a hacer todas las cosas bien, pero de cada experiencia lo que hay que sacar son las cosas positivas”.
