Proteger la creatividad y la invención

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El innovador Amado Castro Ballester. Foto de la utoraEl innovador Amado Castro Ballester. Foto de la utoraEn un mundo donde el copy paste está “de moda”, preservar el fruto de la creatividad humana reviste cada vez mayor importancia. Sin embargo, en Cuba persisten problemáticas que afectan la protección de las creaciones y nuestra provincia no es la excepción.

Hace algunos meses un joven tenía a su cargo el arreglo de un equipo, procedente del extranjero, que se rompía constantemente, pero los proveedores demoraban en ofrecer una solución. Dedicó largas horas, hasta que ideó significativas mejoras. Inmediatamente se comunicó con la empresa y le mostró sus resultados. Poco tiempo después el equipo comenzó a llegar a Cuba con su invención incorporada, sin que su autoría fuese reconocida ni remunerada.

Por ese entonces, un profesor que llevaba más de diez años en una investigación, decidió participar en un evento científico. Muchas personas se mostraron interesadas por sus resultados; el investigador copió su obra a quienes se lo solicitaron. Más tarde supo que su trabajo había sido publicado en un libro, donde no figuraba como autor.

Lamentablemente historias como estas abundan en la cotidianidad de muchos cubanos y holguineros, pues aunque nuestro país es signatario de tratados regionales e internacionales que rigen los derechos de propiedad intelectual, existen dificultades que inciden en la pérdida de valiosas creaciones.

Según la Dra.C. Martha Morejón Borjas, especialista de la Delegación Territorial de Citma, entre las más frecuentes se hallan la divulgación de logros sin previa protección, el desconocimiento de la legislación vigente en la materia, la presencia de productos y servicios sin marcas registradas y no inclusión en los presupuestos de empresas e instituciones de los pagos por obtener y mantener un derecho de propiedad intelectual.

A pesar de estas problemáticas, existen empresas como Vértice que han mantenido un excelente trabajo en este sentido. Esta empresa de ingeniería y diseño cuenta con un Comité Técnico Asesor que valora los trabajos a proteger por su trascendencia. Yoandra Hernández Reyes, especialista principal del Grupo Técnico, destaca que el software para el cálculo del presupuesto de obras PcWin, de José Antonio Hernández, ha sido comercializado a diferentes empresas y su segunda versión ha recaudado unos 321 mil pesos, con la correspondiente remuneración a su autor.

Para conocer detalles sobre este tema, ahora.cu se dirigió a la Sección Provincial de la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (Ocpi), donde conversó con la MsC. Annia Leyva Martínez-Pinillo: “Nosotros trabajamos con las protecciones de propiedad industrial, es decir, invenciones, modelos de utilidad e industriales, dibujos, signos distintivos, y las de derechos de autor, como obras literarias, artísticas, científicas, audiovisuales o software”.

En el primer semestre de este año, la Sección Provincial realizó 75 tramitaciones de propiedad industrial y 21 de derechos de autor. El mayor número está en el registro de marcas y signos distintivos, con una incidencia cada vez más creciente de las personas naturales, lo cual denota la preocupación de este sector por distinguir sus productos y servicios en el mercado. En tanto, la concesión de patentes, dibujos y diseños industriales aún no es representativa en la provincia.

El enrevesado camino de las patentes

Oscar Carballido Pupo es un jubilado que dedica largas horas a sus inventos, y Roberto Batista García, profesor de la Eide Pedro Díaz Coello en la Ciudad de los Parques, comparte la misma afición. Ambos desean patentar sus invenciones, pero refieren que han tropezado con dificultades.

“Fui a la Sección Provincial, pero son muchas las planillas y tendría que aprender a llenarlas o buscar quien me ayude”, expresó Carballido Pupo.

Batista García alega: “He gastado parte de mi salario para fabricar mis equipos, y si a eso sumamos que, para hacer los trámites de la patente hay que pagar varias cuotas…, yo no me puedo dar ese lujo”.

Según Annia Leyva, el primer paso es una búsqueda temática, servicio con un costo de 175 pesos; para la solicitud del registro se deben abonar 460 pesos, a lo cual se suman pagos anuales para mantener vigente la patente por 20 años. “A veces la cuestión no está en patentar, pues se necesita tener novedad mundial, actividad inventiva y aplicabilidad industrial. Todas las vías de protección no tienen que ser bajo estas modalidades, hay trabajos que son innovaciones, que tienen que protegerse a través de la Anir”, explica.

Sin embargo, Bertha Sánchez Tamayo, vicepresidenta provincial de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir), aclara que esta organización solo ofrece una protección local: “A nivel provincial o municipal no existe un registro único, sino que cada entidad laboral posee su propio registro. Puede ser que una innovación esté registrada en una empresa y también aparezca una igual o similar en otro lugar”.

Ante esta situación, Severo Morejón Borjas, inspector provincial de la Anir, alega que la Ley 38 relativa a la innovación y racionalización data de 1982 y debe renovarse en correspondencia con las demandas del nuevo modelo económico cubano.

Entonces, ¿qué opción les queda a aquellos innovadores que no pueden costearse los trámites de una patente? Carballido y Batista quieren ofrecer al Estado cubano los beneficios de las ganancias de sus innovaciones, solo piden a cambio el reconocimiento de su autoría y un pequeño monto que les ayude a solventar los gastos de sus investigaciones.

En este sentido resulta necesario implementar mecanismos que apoyen la creatividad de las personas naturales, como la creación de grupos científicos que validen la factibilidad de patentar determinado invento, así como instituciones que las financien.

Patente en mano

Universidades, centros de investigación, empresas y personas naturales con patentes concedidas enfrentan otras dificultades para poder materializarlas.

Amado Castro Ballester, quien es electricista y labora como dependiente de almacén del Mercado 4 de Febrero, posee un patente de Modelo Industrial a generador eléctrico flotante para ríos y canales que funciona sin emplear combustibles fósiles. Desde el 2011, cuando le fue concedida, ha presentado su trabajo en diferentes instituciones y empresas sin lograr que se implemente.

“Siempre me dicen que no hay dinero. Hace un tiempo un extranjero me lo quería comprar, pero yo no quise, porque deseo que lo implanten aquí en Cuba. Yo me pasé como dos o tres años para que me dieran la patente, he gastado, entre los pagos del proceso más los gastos para fabricar mi invención, casi 12 mil pesos; sin embargo, no he obtenido absolutamente nada”.

Por su parte, Arnoldo Martínez, profesor de la Facultad de Informática de la Universidad de Holguín, obtuvo en el año 2016 la patente de un dispositivo computarizado para el diagnóstico y el entrenamiento de lanzadores de béisbol.

“Ya se conversó con la dirección del equipo de pelota de Holguín, pero se necesita financiamiento para la compra de cámaras que requiere el dispositivo, así que seguimos a la espera”, manifiesta.

Las patentes se conceden para que exista una producción, por lo cual urge crear fondos que respalden la materialización de las invenciones. La inversión podría generar significativas ganancias y ofrecer solución a disímiles problemas.

No debemos dejar para luego la protección del conocimiento, pues la historia demuestra que lo importante no es saber llegar, sino también ser el primero. Para ello resulta imprescindible elevar la cultura de personas naturales y jurídicas en esta materia, así como formular nuevas políticas, leyes y sistemas de propiedad intelectual efectivos que estimulen la creatividad, como una manera de impulsar el desarrollo económico y social de la nación.


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