Evocando al Che de la mano de Aleidita
- Por Luly Legrá Pichs
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Fotos: Elder LeyvaLa mañana de este viernes fue especial para un grupo de pioneros de Holguín. De la mano de Aleida Guevara March descubrieron a un nuevo Che, al niño, amigo, joven aventurero, al amantísimo padre.
Con extraordinaria sensibilidad y simpatía Aleida respondió una a una las preguntas que los pequeños entrevistadores le hicieron acerca de su relación con su papá, última vez que lo vio, amistad entre Fidel y el Che; sobre el amor entre sus padres, la noticia de su muerte y otras tantas interrogantes que develaron a un Ernesto que no conocíamos.

Confesó no haberle guardado nunca resquemor por irse a luchar a otras tierras y dejarlos a ella y hermanos tan pequeños. “En la vida aspiramos a cumplir nuestros sueños, y papi fue capaz de apartarse de su familia, del calor del hogar por cumplir el suyo, que era el de vivir en una América libre, poder construir un mundo mejor para todos y sus hijos; por eso yo lo admiro y me siento tan orgullosa de él”.

Rememoró los días cuando se conoció en Cuba la noticia de su muerte, de la ocasión que el “tío Fidel” la llevó a cenar junto con su hermana mayor Hildita y les dijo que su papá les había escrito una carta donde les decía que “si él un día moría en combate, nosotros no deberíamos llorar, porque moría como quería y cuando un hombre muere como quiere no puede de ninguna manera llorarse”.
Al leer Notas de Viaje (Diarios de Motocicleta), Aleidita se enamoró del joven de 23 años autor de esas líneas y se dio cuenta ahí, que él no mintió al relatar ninguno de los pasajes descritos sin remilgo alguno, como el “regalo” que dejó en la mesa de secar higos a la pareja de alemanes que los acogieron, a él y Alberto Granados, durante una noche.
Recordó los días del “de pié” a las seis de la mañana para acompañar a su papá a los trabajos voluntarios en la zafra azucarera y mientras él cortaba caña ella se la comía.

“El cariño del pueblo por papi es hermoso e inagotable, puedo vivir dos vidas y no me serían suficientes a abarcar todo el amor que he recibido por ser su hija”, significó agradecida.
A los niños les recomendó ser como les dijo el Che: hombres y mujeres dignos de su tierra y tiempo.
Además, les aconsejó a exigirse cada día ser mejores personas y solidarias. Casi al terminar les preguntó: “¿Cuántos de ustedes saben el nombre de la señora que limpia el aula, le han ayudado con el cubo de agua o han repasado al compañerito que salió mal en la prueba? Debemos ser solidarios en la cotidianidad y no en los momentos especiales, y de esa forma seremos útiles a nuestro pueblo y sociedad, por la cual lucharon tantos hombres valerosos como mi papá”.
