El milagro de la vida en Zona Roja

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COVID- 19 Ruben Rodríguez Gonzáles fue un paciente positivo a la COVID-19. Foto: Del autor

Desde hace siete días, el mundo se reduce a estas paredes. Afuera está la familia, los amigos, el trabajo, la vida de antes. A veces dudo de si alguna vez podremos volver a la vida tal como la conocíamos, si alguna vez existió. Esta gente vestida de verde, de la cual solo hemos visto los ojos, es una promesa de que sí.

El martes dos de febrero amanezco con la nariz borrada. Carecen de olor el café colado, el pan, el jabón, las especias, los perros, el escape del camión del vecino. Voy a la colonia masculina de aroma picante. Al pote de mentol. Estrujo las hojas de la menta. En vano. Busco en Google. La pérdida de olfato es un síntoma de la COVID-19.

El día tres, mi policlínico Pedro delToro luce desolado. Solo hay animación en el área de laboratorio convertida en consulta, pero me siento en riesgo y regreso a casa.

El jueves, al mediodía, voy al Clínico Quirúrgico. En el cuerpo de guardia destinado a las enfermedades respiratorias la doctora indica el test rápido, que resulta positivo. La laboratorista me realiza el hisopado bucal del PCR y me ingresan. Por suerte, he traído algo de ropa. Anochece cuando me conducen a la sala D, del quinto piso. Allí debo esperar los resultados junto a Raúl y Martha y otros positivos al test rápido. Repetimos la frase que marca la transmisión del SARS-CoV-2: “No sé cómo la cogí”.

En la encuesta, recito los nombres de la veintena de familiares, amigos y compañeros de trabajo con las cuales he tenido proximidad. Los nombres se desgranan como enfermos potenciales y el peso de la conciencia molesta. Establecemos un reglamento: no circular por el cubículo, no aproximarnos ni compartir utensilios.

Martha me cede una mascarilla: “Deben ser de tres capas y las tuyas son finitas”. Vienen los dolores en la cama chirriante y el insomnio, entre frío y mosquitos.

Las rutinas del hospital comienzan con la medicación profiláctica. Las salas se llenan velozmente. Duelen la espalda, el abdomen y la cabeza y la falta de olfato persiste. Los electrocardiogramas y radiografías traen nuevas evidencias. Como terapia, nos indican Rosephin, Interferón y antirretrovirales. Nos estudian.

La noche del viernes es siniestra; la mañana del sábado resulta luminosa, pero falsa. El médico, impasible, me dice: “Su PCR dio positivo; se va para el Hospital Militar”. Los compañeros reciben alegres la noticia de sus resultados negativos. Sin embargo, deben permanecer ingresados por haber sido mis contactos. Me siento un apestado.Llamo a mi madre, como hago desde los aeropuertos. Ella me da ánimos, pero su voz tiembla al decirme que todo estará bien.

Una escafandra viene por mí. Del viaje breve en ambulancia tengo un selfie con ojos de loco. En el hospital militar Doctor Fermín Valdés Domínguez, se respira orden y disciplina. Padecer hepatitis C me hace vulnerable: la posibilidad de complicaciones por tener una enfermedad crónica. Me envían a la terapia intermedia, cuyo nombre me sobrecoge.

EL MILITAR FUNCIONA COMO UN RELOJ

Por primera vez en días, siento algo de paz. Recuerdo el consejo de una amiga: Debes prepararte para dos batallas, la del cuerpo y la de la mente, y vencerlas. Los síntomas persisten, pero no sé porqué me siento seguro.

Este lugar funciona como un reloj. Nunca se ve a nadie ocioso. El verde enjambre enmascarado aparece para extraer sangre, auscultar, tomar la temperatura y la tensión arterial, medir los niveles de saturación de oxígeno, hacer electros y rayos X, inyectar y repartir tabletas; servirnos las tres comidas y tres meriendas reglamentarias.
Se les reconoce por la voz, la estatura, la complexión. Como si fueran una especie de ejército concebido para salvarnos la vida y cuya apariencia es lo menos importante.

Me acostumbro a la extracción de sangre e inyecciones por las manos. Mis venas se abren a la punción benéfica. Aprendo a distinguir los síntomas: la sensación térmica del Rosephin intravenoso, la abrumadora variedad de efectos del Interferón intramuscular, que telicúa los huesos... Son dolores necesarios y, poco a poco, los síntomas de la peste numérica irán cediendo ante la avalancha farmacológica.

Este Raúl gibareño supone que se contagió en un viaje a Bayamo, quizá compartiendo café de un frasco o cuando abrió con los dientes aquel paquete de sorbeto. Ser chofer disparó el número de sus contactos. Buscó asistencia cuando sus síntomas estaban avanzados y casi muere. Ahora sufre por haber contagiado a varias personas, entre ellas, su hermana adorada, que pronto saldrá de alta. Compartimos reflexiones sobre la culpa. Quizá no padecer los síntomas más severos, se debe a mi captación temprana.

Dos ancianas me conmueven; me hacen pensar en mi madre, mis tías, mi abuela. Una de ellas repite obstinadamente: “No sé cómo me contagié, si yo no salgo de mi casa”. No está mucho. El doctor Yunier le informa: “Se va a la terapia intensiva, porque tiene bronconeumonía, pero se va a poner bien”.

A la mayaricera Ana Mirtha le insistimos en que se alimente, porque debe fortalecerse para luchar contra la enfermedad y tolerar los medicamentos.

Después llega el moense Luis, también sin fuente precisa de infección y preocupado por el destino de su familia, que llevarán al centro de aislamiento de la Universidad de Moa.

Le contamos de las normas de protección y pronto es celoso velador de la seguridad del cuarto. No circular simultáneamente ni coincidir en algún espacio, lavar las manos con agua y jabón abundante y desinfectar con hipoclorito, que nos proveen con frecuencia, un tratamiento reservado también a los utensilios.

Del estado pulquérrimo de la habitación se ocupa Noraima, que friega suelo, mobiliario y baño con agua espumosa abundante y desinfecta con ríos de hipoclorito. Está orgullosa: “Veinte años aquí, y ni una queja, yo amo mi trabajo, eso no es difícil”. No es excepción. El sentido de pertenencia abunda. Una enfermera (tal vez Yanara o Bárbara, ¡cómo adivinarlo tras los paños!) dice “El cariño cura”, y la experiencia lo demuestra. El dolor de cabeza y espalda y las punzadas del abdomen se esfuman con los medicamentos. Sencillamente, no están más. Eso le respondo al doctor Yunier -o tal vez Elivan- cuando me pregunta amablemente; porque la atención se recibe personalizada y ellos parecen saber lo todo de todos.

En las conversaciones del cuarto hay temas recurrentes: síntomas de la COVID sufridos y efectos de la medicación. Un recién llegado de idioma ajeno pregunta si somos una familia, el afecto y la comunicación le confunden gratamente. “Nunca antes nos habíamos visto”, le confesamos. Compartimos teléfonos para que cada familia tenga noticias, nos instamos a comer y seguir al dedillo la medicación.

El martes nueve, me repiten PCR. De pronto, descubro que estoy recuperando el olfato. Me inclino sobre la bandeja y el leve aroma a calabaza y pollo me hincha el pecho y me saca las lágrimas. Lo grito a los compañeros. Lo revelo a las enfermeras. Llamo a mi madre. Quien haya perdido ese sentido por el virus conoce la emoción.

El miércoles en la noche, una experiencia nos impacta. Un jadeo se aproxima, acompañado de voces. Traen a una muchacha víctima de una descomunal falta de aire. La chica se desploma varias veces. Enmudecidos, miramos la batalla detrás de los mosquiteros: los intentos de reanimarla, de mantenerla consciente, las maniobras con el balón de oxígeno, la rapidez con que se le administra el medicamento en la vena invisible.

No es suficiente con los recursos de la terapia intermedia y se la llevan a la intensiva. Al día siguiente, sabemos que la han salvado. Al elogio, el doctor Elivan contesta: “Cumplimos con el deber. Somos humanos y, más que eso, cubanos”. La cayomambisera Enma sonríe orgullosa.

Aunque han llegado refuerzos de los municipios y de Las Tunas, no hay distingos en el modo de asumir la responsabilidad. Me advierte Raúl: “Aquí a nadie le da pena hacer cualquier trabajo, ese que te sacó sangre es médico, y el que trae la comida, Nelson, es chofer de un organismo”.

Y yo, hipersensible por estos días, me siento orgulloso de esta islita que no quiere dejar morir a ninguno de sus hijos. No importa el resultado positivo de mi segundo PCR, porque el jueves me entero de que todos mis contactos son negativos. Una emoción que conocemos los enfermos de la COVID-19. El perdón. La redención. Arriba un nuevo paciente. El doctor Sergio le examina. Para José, diabético, la historia empieza...

El viernes llega el resultado de mi nuevo PCR. Junto a la emoción, me invade la melancolía porque sé que voy a extrañar este lugar. Aquí he vivido una historia de miedo y salvación que me devuelve la fe. Es la confianza en estos muchachos sin rostro que se arriesgan por cuidarnos, mientras la multitud irracional atiza la pira de los números, donde se queman el noble sacrificio y la economía de mi país.

Aunque no logre distinguir a Yailín de Yaneri o Anisley, y lo mismo me pase con Dania, Ana Ailín o Alina, esas presencias benéficas que invaden este lugar, voces sin rostro detrás de las paredes, inevitablemente convocan
a creer y luchar.

Gracias, Hospital Militar Fermín Valdés Domínguez por acogerme en tu Zona Roja, donde cada día se defiende el milagro de la vida. En el taxi que me trae a casa, estoy llorando.

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Comentarios  

# katy 13-02-2021 14:14
Ruben,que bella historia y claro que si CUBA Salva a todos sus hijos ,dentro y fuera de la Isla
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 13:04
Los que la hemos padecido sabemos la magnitud de ese sacrificio. Que DIOS proteja a esos guerreros por la vida, al personal médico y los voluntarios, porque se la juegan. Gracias por comentar
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# Annis Almenares Garcés 13-02-2021 15:42
Hola Rubén, me he bebido mis lagrimas leyendo su historia, deseo su pronta recuperación, estos momentos nos hacen mejor persona, marcan nuestra vida por siempre, ¡aprendemos amar la vida!. Mis mayores deseos hacia usted. Agradezco su escrito. Soy Annis la Dra de las orquídeas, su vecina. Cuídese mucho. Lo mejor del mundo para usted.
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 13:07
Dra de las Orquídeas, gracias por sus buenos deseos. Tiene razón, allí se abren los ojos a valorar mejor las cosas, con más claridad. Cuídense mucho Ud y su familia. El personal de salud se arriesga mucho. Disculpe por haberla hecho llorar. Salud
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# Katia 13-02-2021 15:59
Eres de los agradecidos sabíamos que saldrías tienes recursos de levantar las banderas de la vida salud amigo y nos veremos
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 13:09
Gracias mil a ese personal que se arriesga y persevera. La experiencia ha sido inmensa. Para mí la gratitud es la primera de las virtudes. Deseo seguir escribiendo sobre mi experiencia que fue una lección de vida y experiencia
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# Raisa Revé Potrillé 14-03-2021 03:27
Así mismo es,fue una lección d vida,dolorosa pero aquí estamos gracias a esos ángeles y a nuestra Revolución,q Dios bendiga la mano d esos médicos y a sus familiares con la misma dedicación q ellos nos atendieron a nosotros para salvarnos la vida
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# Carlos Guzmán 13-02-2021 16:07
Excelente y conmovedora crónica. Gracias por tu agudeza y sensibilidad, por tu destreza periodística. Un acercamiento reflexivo a la vida, a la Covid, a Cuba. Emocionante! Gracias
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 13:11
Gracias, Carlos. Como profesional y ser humano, la experiencia fue inmensa, a pesar de todo. Ahora me empeño en mi recuperación. Cuidese
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# Betsy 13-02-2021 16:40
Rubén como siempre , talento por todos lados , desde que lo conocí de la mano de Luis Frometa en el periódico .Me eriza la historia , como me eriza ese sentimiento universal que llamamos agradecimiento.un abrazo
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# Lidia bacallao 13-02-2021 17:03
Especial como todo lo que el escribe, aun cuando se trata de una tragedia. Lloré con el, que Dios lo proteja siempre
Felicitaciones para todos los que dia a dia, en los hospitales, se enfrentan a la covid
Cuidate Ruben, te quiero mucho
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# Carolina Gutiérrez 13-02-2021 18:20
Hijo mío, yo también hubiera llorado......no sé si pueda envolverte completo entre mis brazos para celebrar la vida....... te sigo queriendo.....
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# Guest 13-02-2021 22:36
Norma amigo bella historia Ojalá y muchos se espresaran como voz con tanta sabiduría es como te dijo una amiga prepárate para vencer dos batalla la del cuerpo y la mente. Siempre ha todo por muy duro que sea mente positiva
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# Guest 14-02-2021 07:39
Asi es nuestra bella isla.
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# Moense 14-02-2021 09:40
Conmovedora crónica y muy profesional su narrativa. Mucha salud para usted y agradecimientos infinitos a ese gigante ejército de batas blancas que se aferran cada día por no dejarnos vencer por la muerte. Éxitos
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# Dania García 14-02-2021 10:33
Lloré con tu historia ,es bien fuerte lo que se pasa con la Covid, felicitó a todos los trabajadores del hospital militar .
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:55
Gracias, mi agradecimiento a ellos es infinito y eterno. Cuídese. Mucha precaución
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# Elia Rosa García Rodríguez 14-02-2021 14:29
Que bueno ya recuperado
Sigue cuidandote
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:54
Gracias, Elia, la recuperación lleva su tiempo, pero hay buena disposición y pocos síntomas remanentes. Cuídese Ud
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# Isabel Fagales 14-02-2021 15:47
Tienes una manera muy hermosa de escribir, haces de la desgracia un poema, estoy segura q muchas personas despues de leer esto saldran a la calle con mayor conciencia del peligro. Pronta recuperación, bendiciones.
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:51
Gracias, Isabel. Ahora le pongo mucha energía positiva a mi recuperación, es lo menos que puedo hacer por esos muchachos que se esforzaron por mí
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# Yaquelín 14-02-2021 23:07
No sabes cuanto me alegra saber que estas bien, por favor sigue cuidandote mucho, tkm y gracias por compartir tu historia, que nos brinda una enseñanza y reflexión de que todos somos vulnerables.
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# Guest 15-02-2021 14:57
Como me gustaría que los jóvenes leyeran tu historia, tus palabras sacan lágrimas y conmueven.Pronta recuperación!
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:48
Gracias! Eso deseo, que todos concienticen sobre ese virus monstruoso... que salgan de su ignorancia e indolencia plácida. El efecto del virus en una joven de 19 años, que describo en el trabajo, es una prueba...
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# Xiomara 15-02-2021 15:05
Ruben es cómo el rey midas en este caso todo lo que escribe lo convierte en oro.
Es increíble su talento.
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:45
Gracias, Xiomara. Los médicos del Militar tienen ese toque. Cuídate
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# Iliana Gómez 15-02-2021 17:44
Gracias a Dios ya estas bien amigo, tu historia como a todos creo me ha hecho llorar. Cuidate mucho para que nos sigas alegrando con tus maravillosos escritos, tus libros y sobre todo con ese carácter tan maravilloso que tienes.
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:44
Gracias, Iliana, por tus buenos deseos. Estamos poniendo mucho deseo en la recuperación. Los libros seguirán, cuídate
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# Magalys Chaviano 15-02-2021 18:18
Qué linda historia, humana y bien contada , abrazo para Rubén desde #Cienfuegos
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# Rubén Rodríguez 16-02-2021 11:42
Gracias por sus palabras, era una historia que debía ser contada. Se le envía el abrazo a esa ciudad que me encanta y a donde espero volver cuando pase el huracán
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# Dagoberto Batista Ochoa 16-02-2021 21:57
Rubén, me juré a mi mismo que hoy no quería saber más nada de la COVID, pero tu crónica llegó a mis manos y,venciendo mi resistencia, se infiltró en mi mente y mi corazón más allá del punto final. Gracias por abrirnos tu mundo, por develar tu sufrimiento, por convertir tu dolor en sustrato para ofrecer aliento a los demás. Es la mayor prueba de agradecimiento.
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# Anet 17-02-2021 20:06
Eso sólo lo hace la medicina cubana .Esas palabras le sacan lagrimas a cualquiera que tenga convicción
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# Dignora Estrada Mora 19-02-2021 15:00
Para Rubén y a cualquier otra persona que pasara por esto mi más cincera solidaridad, el sabado leí tu crónica me gusto mucho además de trasmitir la realidad que se vive con este virus, estas vivencias pienso sirvan de refugio, responsabilidad y respeto por esta peste tan negra que estamos viviendo la humanidad, me recuerda esa enfermedad de esos años la peste, la meningo que dejaba paralitico al paciente, y el ébola recientemente; existe mucha confianza que la medicina cubana va a resolver el problema porque el batallón de las batas blanca nos han tenido acostumbrados a enfrentar todo lo que se presente por muy dura que sea la realidad, aunque esta vez también la vamos a vencer pero en su tiempo, tenemos que esperar con responsabilidad el antidoto que la ciencia cubana nos dara luego de la aprobación y conclusión de su efectividad y como su nombre lo indica la soberanía ante este flagelo.
Ruben cuida mucho ahora de ti y de tu familia, siempre estuve acostumbra a leer tus trabajos y sin guataqueria alguna te digo que me impacto mucho, la comente en mi centro de trabajo, se la lei a madre y más de una amistad se la recomende que la siguiera tanto en el periodico como este medio digital y creeme que la guardo con mucho dolor por lo sucedido pero como historia tambien para cuando pase el tiempo recordar los tiempos dificiles que hemos vivido y sobre todo con sus protagonistas.
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# magalys 19-02-2021 11:51
Me conmovió mucha esa historia, la leía y me parecía que era yo la protagonista así son nuestros galenos que sufren por cada paciente que llega sospechoso de esa terrible enfermedad, pero ellos están allí para hacer todo por cada uno de nosotros, cuídense mucho y sigan así Cuba Salva
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# Raisa Revé Potrillé 14-03-2021 03:23
Ufff¡!!muy conmovedora tu anécdota me identifico mucho pues pasé por una situación similar a la tuya con la única diferencia d q no estaba grave ni mi niño tampoco puesto q no padecemos d ninguna enfermedad crónica y siempre estuvimos asintomáticos,supimos d la enfermedad en mi niño porq fue reportado como contacto d un compañero d aula en la fornet y gracias a eso pudimos saber q estábamos contagiados,y digo q gracias porq como dije antes siempre estuvimos asintomáticos y d no ser así ni nos hubiesemos enterados y además hubiesemos contagiados a no se sabe ni a q número d personas pero aquí estamos sanos y salvos ya en casa y al igual q tu estoy muy agradecida con los médicos del hospital militar y cuando digo medicos tampoco se puede dejar d mencionar al resto del personal q allí laboran y q d una forma u otra nos ayudaron a sentirnos seguros d q todo iba a estar bien,es q ahora mismo me pongo a contarte sobre el trato d los médicos, pantristas ,enfermeras,auxiliares y no tengo cuando parar,siento q no hay palabra precisa q describa la valentía y dedicación d todo el equipo q nos atendió,en mi segunda semana allí entró un nuevo grupo a atendernos y el trato hacia nosotros era igual d dedicado no había diferencia en nada pues para ese entonces yo ya había salido positiva,hoy somos sobrevivientes d esta terrible enfermedad y al igual q tu mi niño y yo se q otros más lo serán
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