La crítica que no critica en Holguín
- Por Heidi Calderón Sánchez
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Es imposible medir el poder de una opinión, puede ser lava volcánica o colirio en las pupilas, cada palabra tiene su propia fuerza y las reacciones que engendra desde el ejercicio de la crítica de arte son el pan de los profesionales que la practican.
La producción artística en la provincia cubana de Holguín ha alcanzado notoriedad por las virtudes de sus creaciones, fundamentalmente, vinculadas a las artes visuales, la literatura y las artes escénicas. Junto a ella ha nacido y desaparecido también, esporádicamente, quien exprese juicios de valor enfocados desde el ámbito estético, fieles al referir su relevancia en un contexto social y político determinado.
La poca permanencia del ejercicio de la opinión especializada sobre la creación artística es un hecho que preocupa a muchos teóricos; en la recién efectuada Asamblea Provincial de la Asociación Hermanos Saíz, organización que representa a la vanguardia de los creadores jóvenes del territorio, se debatió sobre el asunto.
Danilo López Garcés, especialista y curador de Artes Plásticas que ejerce la crítica de arte de manera habitual, abordó el tema en la mencionada reunión desde una perspectiva cuestionadora, en la que expuso que la idiosincrasia holguinera, proveniente de una cultura campesina en la que predomina el sistema de parcela y latifundio, condiciona al ámbito del pensamiento y no ha ofrecido mucha bonanza a la polémica y el diálogo cultural.

“Es típico el discurso apologético para aludir a las diversas expresiones del arte y la literatura, se ha forjado mejor tradición en talleres literarios y de crítica académica, como sucede en la Academia Provincial de Artes Plásticas El Alba; fuera de esos predios solamente se exalta el hecho cultural o se ostentan las lecturas y citas del teórico de marras, al no existir cuestionamientos, ni enunciar posibles fisuras en cada suceso cultural”, opina el especialista.
“Tampoco abundan los espacios apropiados para difundir la crítica en los medios masivos de comunicación y ejercer esta actividad no permite alternativas ante un pensamiento ortodoxo. La vida cultural de una ciudad que acoge un voluminoso núcleo de artistas solo cuenta con opiniones que provienen del periodismo cultural, que aporta promoción, pero falta esa actividad experta que contribuye al crecimiento del artista, potencia sus valores, propone soluciones, hurga en la intríngulis de una manifestación y conecta a la sociedad y los espectadores con el linaje de la historia y la cultura.”
El especialista de las artes visuales defendió también la necesidad de dotar a la vanguardia artística de ese sabio acompañante, que desde su juicio enaltece la voluntad creativa, cuya práctica ha sido heredada de ilustres pensadores cubanos como Juan Marinello, Alejo Carpentier y José Martí.
Este último, valoraba como imprescindibles la belleza y la bondad en el ejercicio del criterio y al crítico lo identificaba como alguien “capaz de fallar contra sí mismo”, que debía “analizar, resumir, explicar y adivinar”.

La crítica de arte es, sin dudas, un género literario y académico, la carga de subjetividad a la que conlleva es ineludible. Como producto indisociable de la escritura y de los medios de difusión, ha estado siempre vinculado al periodismo y a los profesionales de la comunicación, que al ejercer una labor de portavoces han tenido a su cargo el poder de la opinión, pero a su vez los ha hecho objeto de feroces ataques y controversias.
Rosana Rivero Ricardo, periodista especializada en temas culturales en el semanario ¡ahora!, reconocida con el Premio de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena, cuenta que ha ejercido su labor con la crítica como asignatura pendiente, pues en el momento en que comenzaba su ejercicio, muy joven y llena de impetuosos anhelos profesionales, escribió un texto de opinión que aún considera de criterios justos, pero que engendró un conflicto en el que fue cuestionada.
“Lo otro que afecta a un periodista que hace su trabajo desde provincia es que tiene que hacer un periodismo cultural generalista;Eesto se traduce en que debe ser un ‘todoterreno’ que hace muchas coberturas de todas las manifestaciones artísticas, a veces intrascendentes, y esta carga de ocupaciones en muchos casos impide la especialización.”
La reportera piensa que, para hacer crítica, tanto positiva como cuestionadora, hay que ser cuidadosos, tener los conocimientos que permitan el acercamiento teórico y además contar con el espacio para la publicación, pues muchas veces se desplaza la opinión especializada en favor de lo noticioso.

El periodista e investigador de temas culturales Erian Peña Pupo defiende que no se debe confundir sectorización con especialización: “Muchos creen que la crítica debe ser terreno casi absoluto de los expertos, sin observar la necesidad de interpretación del periodismo contemporáneo.
“Sumamos factores como la emigración y la poco estimulante remuneración, pero en Holguín sí existen espacios donde se potencia el pensamiento crítico, como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el Centro Provincial de Artes Plásticas y la Unión de Historiadores de Cuba,” afirma.
Se trata de una práctica ligada a la subjetividad de quien la hilvana, una disciplina sujeta a su tiempo y a la evolución cultural de la sociedad, siempre revela un componente del pensamiento social en el que se ve inmersa.
María de los Ángeles Rodríguez, especialista en Artes Escénicas y graduada en Dramaturgia y Teatrología, ejerció la crítica cultural durante un largo tiempo: “Comencé a hacer crítica porque vi ese espacio vacío. Noté cómo, a veces, una obra mala llenaba los teatros y la gente pensaba que era maravillosa porque tenía dos o tres ganchos, entonces sentí que debía escribir y empecé con todo el impulso que me daban la juventud y mi carácter.

“Durante años escribí textos provocadores. Es verdad que lo hacía de manera directa, quizás ahora, con la experiencia que da la vida, sería más sutil, pero diría lo mismo. Me busqué problemas de todo tipo, que todavía arrastro como la mala de la película. Hubo gente que se quejó, incluso ante la oficialidad artística, gente que quiso darle a mi arrojo una interpretación equivocada, de que quería hacer daño, dijeron que mi postura era contra los artistas, parecía que se trataba de un asunto de ideología y no de arte.”
Sin embargo, la también maestra de actores asume que fue productiva su labor: “Creo que hacía falta en su momento y se hizo con ética, porque la crítica no debe tener intención destructiva, debe hacerse con mirada distante, comprometida con la imparcialidad, es el ejercicio de un criterio y hay que respetarlo. Dejé de hacerlo porque todo el tiempo se convertía para mí en un problema personal”.
“Mi labor como crítico de cine comenzó cuando aún era estudiante de la Universidad de La Habana, y luego de manera más sistemática en Holguín, pero llegaron momentos de dificultades sociales, y dificultades personales; desafortunadamente, nunca se recuperó la "tradición" crítica”.
Sobre la forma en que se aborda profesionalmente, Rojas Bez asevera: “Siempre he sido agrio con respecto a las competencias necesarias y me he sentido descontento con el tema, pues se requiere una experiencia estética. ¿Cómo ser analista de cine sin estudiar a fondo historia y teoría del arte o sin estudiar Estética como la disciplina que sustancia los conceptos sobre arte? A veces parece que baste con que a alguien le guste el cine y no dejan de existir los opinadores, y algunos con cierta gracia, afortunadamente.”
El blanco y negro siempre será mejor para la fotografía, los colores de una crítica de arte la convierten en creíble y también abordar desde la multiplicidad de criterios el estado actual del ejercicio de la crítica en Holguín puede ayudar a recuperar esa valiosa herramienta de construcción en una región donde nunca ha faltado el arte.
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