Ser periodista, ser Cedeño
- Por Rosana Rivero Ricardo
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Reinaldo Cedeño acaba de cumplir, en este 2021, tres décadas de graduado. Y como el periodismo es un arte, y él nos ha resultado un Da Vinci; pues diremos que ha cumplido 30 años de vida artística.
Lo de Da Vinci, no es puro símil. En este lapso, ha obtenido en cuatro ocasiones el Premio Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre y en dos, el Premio Nacional de Periodismo Cultural. Ostenta Premio Cubadisco, Notas discográficas 2011 y 2014 y Premio del Concurso Latinoamericano de Crónicas, Nodal Cultura, en 2016, en Argentina; entre otros premios literarios.
No se lo he preguntado; pero estoy convencida de que este libro, su libro, es el mejor regalo para festejar esta treintena en quijotesco ejercicio periodístico, por los múltiples molinos a los que ha tenido que enfrentarse.
Después de su bregar digital, más nutrida y completa, llega la versión impresa del libro que hoy presentamos. Amén de las tecnologías, incluso muchos millennials prefieren la versión en papel, por ese olor a galletica dulce que toman los libros. O por la sensación de tocarlos, hojearlos mojándose un dedo con la punta de la lengua. O por disfrutar el señalar una frase que nos gustó mucho y doblar una esquina de la página como el más práctico de los marcadores.
Fotos: Rocío Carballosa y Cubaperiodistas.
Con este volumen no solo nos llevamos el contenido. Nos atrae la forma. Aquí sí se vale juzgar a un libro por su carátula, con imagen de cubierta de Norlys Guerrero Pi y diseño de Roberto Ráez. Vale enamorarse a primera vista. Todo parece perfecto desde afuera. Y lo es. El tamaño, el volumen, el olor… del libro. Las hojas blanquísimas y la tipografía amplia y elegante que invitan a la lectura.
Todo es perfecto por dentro también. El volumen está estructurado en dos partes que revelan sus dos misiones fundamentales: enseñar y entretener.
El periodismo es como el amor: crees que le sabes, pero no. De eso está convencido el autor del libro. En la primera parte se aborda de manera didáctica y, a la vez amena, los secretos que le ha arrebatado a la profesión en 30 años de ejercicio.
Si estás comenzando en el mejor oficio del mundo, o si quieres “darle f5” a tus saberes para lograr mejores prácticas periodísticas, llegaste al lugar perfecto. ¿Cómo salvar al periodismo cultural en tiempos en que el diarismo le roba espacio a la crítica reposada? ¿Cuál es la misión real de un periodista en una entrevista? ¿Cómo hacer una crónica que le llegue al corazón a la gente? Las respuestas se revelan en este volumen.
“Titular es iluminar” es uno de los capítulos del libro más didácticos. Es una síntesis apretada, apretadísima, de la tesis de maestría de su autor; quien enciende la luz para espantar uno de los mayores miedos en el ejercicio del periodismo: titular.
Parecen temas abordados hasta al hastío. Sin embargo, no por teorizados, dejamos de caer, en la práctica, en los mismos errores. Por eso, la necesidad de este libro con el cual Ediciones La Luz inicia su colección sobre textos de periodismo, en la cual tal vez se sumen después las letras de José Aurelio Paz, Enrique Milanés, nuestro holguinero Rubén Rodríguez y otros colegas que lo merecen.
En Ser periodista, ser Quijote se enseña, se expone sobre el Periodismo Cultural y sobre Martí. El autor, además, deja anécdotas de sus andanzas quijotescas por los caminos de la profesión en que se debe estar siempre con la adarga al brazo.
Sus inicios en el periódico Venceremos, de Guantánamo; su debut como manisero, con un pregón que admiraría la mismísima Rita Montaner, como imperativo del Periodo Especial; su paso por el santiaguero Sierra Maestra, donde creyó -como hoy- en el periodismo de la pasión y del cual fue delegado al VII Congreso de la UPEC, donde denunció el cifrismo que aún nos acompaña en la prensa; su llegada a Radio Siboney con el nuevo milenio, donde permanece hoy; son algunos instantes de sus primaveras en el periodismo.
Aquí están las más interesantes definiciones del periodismo: “Ser periodista es una marca de nacimiento que te seguirá como tu propia sombra, como tu luz. Ser periodista es ser niño con los ojos siempre abiertos de asombro”.
Aquí están, también, los beneficios y los gajes del edificio. Entre no pocos entrevistados famosos, tuvo la dicha de llegar al corazón de Carilda Oliver Labra y Dulce María Loynaz. El resultado de estos intercambios se reflejó en la Revista Ámbito, suplemento que lo acompañó en los momentos más difíciles de su carrera -cuando no tenía trabajo y vendía maní- y al cual le dedicó su premio de Periodismo Cultural, en 1998.
Pero como a todo buen periodista, a Reinaldo también se le escaparon algunos entrevistados. Uno de ellos fue el Gabo, el que definió a este como el mejor oficio del mundo. No obstante, él supo hacer limonada con estos limones y escribió un artículo sobre el secuestro de Gabriel García Márquez. Ese es su secreto. Esa es su magia.
El libro va más allá de ser un texto de consulta para profesionales del periodismo y la comunicación. En su segunda parte se compilan cinco crónicas del autor que, a juzgar por los premios acumulados, es una autoridad en el género.
Cada crónica es mejor que la anterior. Mi favorita: Una crónica con medalla panamericana, escrita a través de varios años, hecha de recuerdos, sentimientos, sensaciones y generadora de reacciones. Por este artículo, Cedeño recibió, de su musa, una crónica de vuelta.
Todas se disfrutan como el primer café de la mañana. Cedeño toca con letra de imprenta el corazón de las personas. Lo hace con un estilo que es como el vino: mejor con los años. El dominio del idioma, la gramática, le permite jugar con las oraciones, largas y cortas, para darle ritmo a la lectura. La sobriedad del lenguaje, sin giros ni rebuscamientos, es la invitación a una lectura agradable al intelecto.
Pero hay algo malo que tiene este libro; y es que se acaba. Aunque esa es también su fórmula del éxito; pues dicen que lo bueno, si breve, doblemente bueno.
Por lo pronto, podemos seguir aprendiendo de Cedeño a través de las frecuencias de Radio Siboney, emisora de Santiago de Cuba donde permanece; a más de 800 kilómetros de la capital de Cuba. Él no cree en exteriores ni interiores del país. Cree en el trabajo. “Siempre supe que sería más difícil lo que he logrado desde aquí; pero así lo decidí”, porque es terco como pocos y ama lo suyo.
La estación radial es su laboratorio. Trabaja, como él dice, acá y acullá, con lenguaje radial o hipermedia, pero siempre con el sello que lo ha convertido en un Quijote del periodismo cubano.
Con este libro lo tenemos más cerca, accesible a cualquier hora. Cuando se trate de aprender de manera amena sobre periodismo y/o de degustar una buena crónica donde se fundan periodismo y literatura, hay que buscar Ser periodista, ser Quijote, de Reinaldo Cedeño, con la misma ansiedad con que se procura un chucho, cuando nos queda un uno por ciento de batería en el teléfono.