Desde hace unos días se ha hecho habitual en la puerta de casa un joven, alto y delgado, vestido con una camisa blanquísima de anchos bolsillos en la parte inferior delantera y pantalón azul oscuro. Apenas puedo advertir su rostro, pues siempre está cubierto con un nasobuco.
Deportistas holguineros nunca sumaron mayor cantidad de medallas en un certamen internacional, a las conseguidas, hace 25 años, en los Juegos Panamericanos con escenario en Mar del Plata, Argentina, del 11 al 26 de marzo de 1995.
Reza un viejo proverbio ¨machista¨, que los hombres de verdad, no toman sopa, ni ven novelas, si no su masculinidad pudiera quedar en dudas, afirmación que aquellos más incrédulos en ocasiones replican y llevan a la práctica con sobrados complejos.
Varios comentarios colgados en los últimos post que publiqué en mi perfil de Facebook me condujeron a esta reflexión, que por demás, tiene la sazón de todo lo que he podido leer y apreciar en esta y otras redes sociales.
El vecindario se asombró al verla con los niños uniformados rumbo a la escuela. Al rato regresó molesta y profiriendo injurias, aun cuando solo ella era responsable de su desinformación. Estaba al margen de las últimas orientaciones para prevenir el coronavirus que mantiene a las mayorías pendientes de cada novedad.