Papá
- Por Hilda Pupo Salazar
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Padre no es cualquiera, eso sería reducir al progenitor masculino a un grupo de espermatozoides o procreador por una circunstancia de la vida, sin importar nada más.
Igual que existen papás malos, hay mamás con esa condición y no por eso, las calificamos como un simple accidente de la existencia. Pueda que hayan ascendientes no tan buenos, pero no son mayorías.
Para ser justos pensemos en ese autor de nuestros días, consagrado a la crianza de sus pequeños: dormirlos, cantarles, prepararles sus biberones por la madrugada, vigilarles los sueños y siempre presto para hacer cualquier sacrificio.
Ya un poco más grandecitos llevarlos a la escuela, ayudarlos a estudiar y hacer las tareas, ir a sus reuniones escolares, hablar con sus profesores, guiarlos sobre la base del ejemplo y saberlos educar.
Siempre aconsejarlos, para llevarlos por buen camino y nunca gritarles ni imponerles nada, sino reflexionar para lograr una formación consciente.
Mamá y papá pueden divorciar, pero hacerlo con los hijos es un verdadero dislate, igual que utilizarlos para castigar al otro. En la novela cubana de turno: El rostro de los días, el personaje que hace de novio de la enfermera Beatriz, pasa por ese conflicto con su pequeña niña.
No resulta conveniente asociar la figura paterna solo con la autoridad y el cinto, la madre anuncia su llegada como el monstruo corregidor de cualquier problema.
La primera característica positiva para un buen padre es ser amable y amoroso. Por eso, siempre debe constituir un buen refugio para los frutos, hacerlos sentirse a gusto y seguros en las diferentes circunstancias de la vida, de esta manera serán capaces de confiar en ti y estar a tu lado durante siempre, en total confianza y fidelidad reciprocas.
Otro rasgo es saber estar siempre presente, de esa forma, se puede ser partícipe en la toma de decisiones importantes. Debe aprenderse que si las cosas no salen bien, será necesario cultivarse en ello, sin necesidad de arrepentimientos, porque los errores, si se saben rectificarse serán ejemplares maestros.
No es buena idea poner una norma un día y al otro cambiarla, sin manejar correctamente cuando la decisión es si o no. Los niños necesitan coherencia en sus vidas y conocer que no todo se puede negociar y sobretodo saber emplear la autoridad paterna.
Podemos reflexionar con Vicenzo Gioberti, sacerdote italiano: “El padre debe ser el amigo, el confidente, no el tirano de sus hijos”.