El combatiente cubano número 25 mil

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cuito cuanavaleFoto: Pastor Batista.

 

Lo asignaron, con la Batería de Artillería Mixta, para la parte sur del río Cuito, donde participó en varios combates, uno de los más fuertes el 14 de febrero y la batalla definitiva del 23 de marzo. Allí se reagruparon y tomaron distancia para disparar intensamente contra las fuerzas sudafricanas.

 

Llegó en pleno hostigamiento del enemigo, que tenía piezas de artillería de largo alcance y morteros potentes, además de la aviación, que descargaba imparable sobre nuestras filas. Tuvo que controlar, organizar y planificar con precisión las municiones, la comida, los medios y estar al tanto de todo para que la tropa no pasara necesidades.

 

Como era el jefe temía más por la vida de sus soldados que por la suya, pues ellos dependían de sus decisiones y la mayoría eran jóvenes del Servicio Militar y siente la satisfacción de no haber perdido ningún hombre en combate.

 

Dirigió un grupo de BM-21, de artillería reactiva, de esos que tiran 40 cohetes en 29 segundos y aunque ya era Primer Teniente los combates reales no dejan a nadie indiferente. Desde el puesto de mando general daban las órdenes y rápido se ponían en función de esas misiones, porque en una guerra los minutos cuentan y cualquier hombre o mujer inclina la balanza entre la victoria y la derrota.

 

Cocinaron bajo tierra, hicieron todo en los refugios y en las trincheras. Los grandes balines tumbaban los árboles, arrasaban y lo fundamental era tener el valor de aguantar la impresión, el miedo y sobreponerse en la batalla. Las bombas de la artillería enemiga iniciaron a las 6 de la mañana y no pararon hasta que el sol se acostó en la cuna del monte espeso de Cuito Cuanavale.

 

Para él, que siempre estuvo en plena selva, lo más triste de Angola era la pobreza, el hambre, los quimbos, las malas condiciones, las mujeres explotadas, con sus niños a la espalda y el fogón sobre sus cabezas.

 

Allí, talvez una lágrima escurridiza se escapó de sus ojos ante la expectativa del no retorno, del no saber si sería hija o hijo el fruto del vientre de seis meses que dejaba detrás o de conocer que, en la vida y en la guerra, no es lo mismo “llamar al demonio que verlo llegar”.

 

Quizá muchos meses antes apretó fuerte la mochila contra su cuerpo, la primera vez, que montó en avión, justo para partir hacia el continente negro aquel 5 de diciembre de 1987, cuando Raúl Castro los despidió en el Aeropuerto Militar de Holguín y les transmitió la confianza de Fidel y la importancia de la misión a cumplir para reforzar la defensa del Sur de Angola.

 

Pero como todos los combatientes internacionalistas que conozco, y he tenido el placer de entrevistar, habló del orgullo infinito de haber ayudado a un pueblo y el honor de ser parte de Cuba que solo trajo, de aquella rica tierra tan saqueada por otras naciones, los restos de los hijos muertos en combate.

 

Justo porque explicó con detalles ese sentimiento ennoblecedor de la solidaridad, del cumplimiento del deber y la profunda dicha de haber cooperado con la liberación de Namibia y el fin del Apartheid, hoy, Día del Combatiente Internacionalista revivo la historia de Superancio Revé Dubois, quien tiene el honor de haber sido el combatiente cubano número 25 mil en regresar de la misión combativa en Angola.

 

La batalla de Cuito Cuanavale

 

 

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