Efecto dominó
- Por Hilda Pupo Salazar
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Narran los libros de historia que aquel 20 de octubre de 1868, la plaza de la ciudad de Bayamo estaba repleta de personas; Perucho Figueredo, sobre su caballo, comenzó a entonar las notas de La Bayamesa – hoy nuestro Himno Nacional – y en medio de la insurrección, el canto fue seguido con furor por el pueblo.
Les llamo “todólogos” pues, sin muchas veces poseer la preparación requerida, han devenido promotores culturales, agentes de ventas, especialistas en comunicación, relacionistas públicos, cosmetólogos, oradores motivacionales, especialistas de la moda, críticos de arte, comentaristas deportivos, analistas políticos, botánicos, paisajistas, nutriólogos, peluqueros y manicuras, geólogos, filósofos… en fin, aprendices de todo y maestros de nada.