Hombres y mujeres que piensan ciudades
- Por Liset Prego Díaz
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Aprendemos como imágenes congeladas, la ciudad, a veces sin llegar a apreciarla realmente. La memoria afectiva está llena de señales hechas de muros, pretiles, balcones, alfeizares, escaleras, paisajismo pensado para ser estructura viva; interiores que traducen intenciones, conceptos, estados de ánimo.
La propia casa es resultado de un ejercicio creativo, intelectual, una búsqueda de equilibrio y armonía, una forma de comunicarse que en el lenguaje de los arquitectos configuran un discurso articulado por las visuales de la urbe.
La Arquitectura es un modo de decir y hacer auténtico, se vuelve expresión de singularidad o marca la pertenencia a un movimiento, corriente, época o circunstancia.
Cuba es mosaico donde lo añejo y lo bisoño pugnan o se abrazan, a veces le agreden burdas intrusiones, otras el temor a abandonar la zona de confort que reproduce mecánicamente un patrón gastado o ajeno, pero siempre emerge el genio que a veces es el grupo hablando como uno, y se rompen esquemas y la regla “T” casi anacrónica remite al software.
Entonces, los proyectos, estado embrionario del inmueble, comienzan a enamorar por futuristas o irreverentes; por parecerse más a su tiempo que al de sus maestros.
No es sencillo ser arquitecto en Cuba. Los retos que supone vadear la insularidad o las carencias son muchos. Pero también hay ventajas que da el trópico: luz única, colores edénicos, naturaleza jovial, todo ello unido al talento no puede más que resultar en belleza. Ponderar tales tesoros no implica olvidar algo que falta a este ejercicio profesional: devolverles autonomía, respeto, libertad creadora y reconocimiento social. Sirva su día para comenzar a hacerlo.