“The Paper” y la nostalgia como anzuelo

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Este artículo contiene spoilers de The Office (2005) y The Paper (2025).

Prometo no hacer ninguna broma sobre la clarísima ironía que supone usar un medio de prensa para hablar sobre The Paper.

Nadie esperaba The Paper (2025), y estoy bastante seguro de que nadie la quería. Su tráiler me apareció en Instagram sin venir a cuento y mientras el metraje avanzaba me invadió un sentimiento parecido a contemplar un accidente de tránsito (disculpen la hipérbole, nunca he presenciado un accidente de tránsito). Unos meses después la he visto. Para hablar de ella primero es absolutamente necesario hablar de The Office (2005), el show del que es un derivado.

No siento nostalgia por The Office. Consumí con voracidad sus nueve temporadas hace bastante poco. Tampoco me llamaría un fanático de The Office; solo he visto los making-of, algún que otro sketch extra (busquen las canciones de Erin y Kelly), las audiciones de los protagonistas y poco más. No me he adentrado en todo lo que su universo ofrece. Por tanto, viniendo de mí, que no soy fan ni de las comedias ni de las series largas, no significa mucho, pero puedo decir sin pestañear que The Office es una de las mejores series de televisión que he visto en mi vida.

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Siempre he discutido con mis amigos que si The Office se emitiera en la televisión no funcionaría para el público cubano. La serie se originó en Gran Bretaña y, después de un par de temporadas con pobre recepción, su concepto fue vendido a distintas cadenas televisivas alrededor del mundo que produjeron sus propias iteraciones (busquen la versión chilena bajo su propio riesgo).

Los únicos que consiguieron explotar el concepto y trascender fueron los norteamericanos, y es de su versión de la que estaremos hablando durante todo el artículo. Entonces: ¿Por qué The Office no funcionaría con los cubanos?

Primero, el formato: The Office es un falso documental o mockumentary, género que lleva décadas asociado a la comedia y del cual la serie es quizás el exponente más famoso. En esencia, se presenta como si fuese un documental auténtico que gira en torno a la vida laboral y privada de los trabajadores de una pequeña empresa papelera llamada Dunder Mifflin.

Sí, sé que suena muy aburrida; ahí está la gracia. El formato permite colar entrevistas individuales a los personajes, las cuales no solo contienen excelentes bromas, sino que forman parte fundamental de su caracterización. En las últimas temporadas la serie comenzó a jugar con el formato de maneras bastante interesantes, aunque no lo exploró en todo su potencial.

Segundo, las risas enlatadas: The Office no utiliza risas enlatadas. No pretende convertirnos en perros de Pávlov¹ y que reaccionemos a cada señal de: ¡oye, hicimos un chiste, ríete!, porque confía en nuestro sentido del humor. Además, tiene tantos chistes de una línea que, si usaran risas enlatadas, el ritmo se vería afectado.

Tercero, las claves de su humor: The Office es una serie que tiene un humor muy peculiar. Sí, hay juegos de palabras, hay humor de pastelazos, humor absurdo, humor negro, referencias a la cultura pop, etc., pero diría que los dos elementos que hacen que el humor de The Office destaque son la vergüenza y la incomodidad.

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Es cuando explota estos elementos que la serie brilla. Sus mejores escenas son en las que personajes que no tienen ni un gramo de autoconciencia (o la suficiente para complicar aún más el asunto) se van hundiendo lentamente en situaciones tan incómodas que dan ganas de arrancarse los pelos mientras deseas: por favor paren, pero la escena se extiende y la risa se fusiona con una visceral identificación con los personajes.

Cuarto, el elenco: El formato de falso documental de la serie le brinda a las actuaciones una verosimilitud hipnótica y supone un logro de escritura que, con un elenco tan amplio, llegues a conocer a todos y cada uno de los personajes, con sus propias dinámicas, obsesiones y problemas.

Ya sean los más caricaturescos (Michael, Dwight, Creed, Meredith, Jan, Kelly, Kevin) o los más "serios" (Jim, Pam, Darryl, Oscar, Angela, Stanley), tienen tanta química entre sí que uno hasta fantasea con lo divertido que sería formar parte de ella. A esto ayuda que muchas veces encarnen los arquetipos de los compañeros de trabajo, aunque superando el mero cliché.

Quinto, la melancolía: Hasta aquí The Office tiene los elementos de una excelente comedia: un formato único, un humor particular y personajes memorables. Pero lo que la hace trascender como una buena obra de arte fuera de su género son los momentos en que los chistes pasan a un segundo plano.

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The Office es una serie con corazón, sumergida en la alienación de los trabajos mediocres, llena de personajes solitarios hartos de la monotonía, personajes cuyos sueños han sido aplastados. La otra cara de sus chistes, la otra cara de que nos identifiquemos con ellos, es esta realidad asfixiante que muestra sus grietas en varias escenas, y cuando lo hace, vaya que duele. Por eso digo que no funcionaría en nuestra televisión, requiere una vena masoquista para ser disfrutada.

The Office no tuvo la despedida que se merecía. Después de la temporada siete (los que vieron la serie saben por qué y los que no, créanme, no quieren saberlo) el show comenzó a perder el rumbo y, si bien sus capítulos finales son excelentes, el resto es un descenso doloroso en la mediocridad. No obstante, es una experiencia que, si conecta con el espectador, es irrepetible… y en eso llegó The Paper.

The Paper está "bien" (cuando lean ese "bien", léanlo como un débil soplido). Repiten el formato de falso documental, el ambiente laboral alienante, el elenco asfixiado por la monotonía, Oscar está de vuelta (por alguna razón) y la serie esta vez se centra en el decadente periódico Toledo Truth Teller.

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The Paper cuenta con varios aciertos: actualiza el sentido del humor, tiene enfoques interesantes en su parodia del periodismo, hace más patente el tema del documental y, en general, las actuaciones cuentan, a mi parecer, con la misma verosimilitud que la serie original.

No obstante, hay varias partes del show que no terminan de cuajar y creo que se deben a una misma razón: el tiempo. Hasta el momento The Paper solo tiene una temporada de diez episodios con una duración aproximada de treinta minutos. Comparémosla con The Office, donde cada temporada tenía de veinte a veinticinco episodios de veinte minutos.

La televisión y los hábitos de consumo han cambiado, es comprensible, pero esa falta de tiempo hace que muchos capítulos se sientan comprimidos y el final de temporada apresurado.

Las comparaciones son odiosas, pero el show lanza evidentes paralelos entre los elencos de ambas series. Algunos personajes funcionan: Ned Sampson (Domhnall Gleeson) y Mare Pritti (Chelsea Frei), el dúo de protagonistas, tienen personalidad y, aunque están a años luz del talento de Steve Carrell para la comedia, encajan a la perfección en este nuevo entorno.

El problema llega con los secundarios: de ellos solo Adam (Alex Edelman) me convence, el resto se siente demasiado blando y, una vez más, por la falta de tiempo, sus dinámicas apenas se desarrollan y las interacciones suelen ser superficiales. Tienen potencial para el desarrollo, pero solo eso, "potencial".

El regreso de Oscar es una nota de nostalgia que se "agradece", pero, al sacarse del medio para el que fue escrito, hace que muchas de las dinámicas que hacían interesante a su personaje estén ausentes. No sé en qué dirección podrá evolucionar sin una Angela, por ejemplo.

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Ver The Paper no fue la experiencia tortuosa que esperaba, pero tampoco me ha deslumbrado, la sensación que deja es de una neutralidad preocupante. Se enfoca demasiado en el público que ya conoce The Office y si he dedicado tantos párrafos a la original es porque precisamente no encuentro grandes razones para recomendar The Paper a alguien que no sea fanático de The Office.

Como producto independiente y en su estado actual, el espectador casual tiene pocos incentivos para continuarla en su segunda temporada, ya confirmada, y si te desagrada el humor de The Office no te le acerques ni con un palo. Lo único que nos queda es esperar a una segunda temporada, rezar porque la serie aproveche la retroalimentación con el público y, con suerte, que supere nuestras expectativas.
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1-Perros de Pávlov: En este experimento el científico Iván Pávlov hacía sonar una campana cada vez que les servía comida a unos perros. De esta forma consiguió condicionarlos para que al sonido de la campana, salivaran, incluso sin comida.


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