Las ventajas de hacer cola
- Por Rolando Casals Cuenca / Estudiante de Periodismo
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Caricatura: Martirena
Quizás en un futuro, utópico sin duda, las colas se conviertan en uno de esos anacrónicos estertores de necesidad que tanto reivindican nuestros padres. Ellos, que pasaron trabajo de verdad, pero que hoy se la pasan agradeciendo aquellas penurias porque les "formó el carácter" u otras frases de ese estilo.
Imagínenlo, esas colas que se volvieron anécdotas de ancianos, resucitando de imprevisto en redes sociales, transformadas en una actividad "vintage" y de gente sofisticada; acompañadas de un nuevo nombre, ¿o debería decir rebranding?, de tintes anglosajones para adornar un tendencioso hashtag.
Hay que decir que ese resurgir no sería tan complicado, pues sea a propósito o no, nuestras escuelas nos preparan desde chiquitos para esta actividad tan cubana. ¿No me cree? Entonces, ¿a qué le recuerda la experiencia de estar formado por números, tostándose al sol, con poca comida en el estómago y una figura de autoridad asegurándose de que no se forme ningún escándalo?
Las colas son además una actividad muy variada. Hay cola para el pan, cola para el aseo, cola para los medicamentos, cola para los trámites, cola para el transporte, cola para el banco; cada una con su propia idiosincracia. Además, las hay en abundancia, podríamos decir que donde existan más de cuatro cubanos necesitados de la misma cosa, nacerá una cola.
Pero no son solo variadas en temática, también lo son en forma. Las hay rectas y ordenadas, aunque son las de menos, pues nuestro subconsciente tiende al caos y los cubanos preferimos verdaderas coreografías organizativas que suponen todo un reto para nuestras sensibilidades artísticas, llegando al nivel de cualquier performance del vanguardismo post modernista.
Encontrar al "último" es una hazaña digna de Holmes o Poirot, aunque no debemos confiarnos, pues el escritor de la novela de misterio que es la vida, siempre puede guiarnos a una conclusión errónea, revelando en un giro de guion, que existe un "último" del que nadie había oído, en casos excepcionales, más de uno.
Además de variadas, las colas son diversas. En ellas encontramos a gentes de todas las formas, colores, niveles educativos y por supuesto, experiencia en hacer cola. Están los jóvenes novatos, susceptibles a que les "pasen mota", los adultos que llegan cansados del trabajo pero deben inmolarse en la fila, y los jubilados que dedican buena parte del día a estos menesteres.
Pero los más llamativos son sin dudas los profesionales. Popularmente conocidos como coleros, sí, esos que ya decimos de seguidilla en la frase: coleros y revendedores, sin comas ni espacios. Esos seres que mediante madrugones impulsados por el desempleo, y papelillos enumerados, son capaces de moverse en las colas y controlarlas a su antojo, como si fuesen maestros de una especie de arcana técnica de subterfugio. Siempre reconocemos sus singulares caras, y más de uno cierra el puño de rabia cuando se agencian los mejores productos.
Pero las colas no son solo diversas, también son una actividad física fenomenal. Dicen que mente sana en cuerpo sano, y las colas le permiten ejercitar ambas de manera bastante completa. Cuántos individuos de estilo de vida sedentario consiguen permanecer firmes en su posición, cuál militar de carrera, fortaleciendo los flácidos músculos de las piernas.
No subestimemos tampoco los ejercicios mentales. ¿Duda usted de las propiedades mayéuticas de las colas? Si es así entonces explíqueme: ¿Cómo una masa de trabajadores que en otros escenarios se muestran apáticos, son capaces de extraer de las profundidades de sus sesos, conocimientos enciclopédicos en ciencias, aritmética, política internacional y psicología? Dígame: ¿En que tertulia pseudo intelectual se ven debates tan encarnizados como los de una cola?
Pero el costado más interesante de las colas está en ellas como filosofía de vida. En ellas aprendemos que aunque seamos pacientes y respetuosos, puede que no consigamos nada. Nos recuerdan que todo puede llegar a un final abrupto. Nos enseñan a tener las expectativas por el suelo y a alegrarnos con cualquier logro, por mínimo que sea.
Que hermoso sería ese futuro. Donde solo los influencers se someterían a semejante angustia por llamar la atención, como hoy lo hacen con tantas banalidades. Donde hacer el "lining" o el "cola challenge" sea tan estúpido como suenan esos nombres artificiosos. Por desgracia, en nuestro archipiélago, las colas son inevitables y gratuitas.