Hanábana: Martí desde los ojos de un niño
- Por Reynaldo Zaldívar
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Está junto al niño un hombre de frente ancha, con la mirada firme puesta sobre el paisaje. Anda taciturno, como deseando no morirse nunca, porque nadie debe morirse mientras pueda servir para algo, y ha entendido que aún le falta mucho bien por hacer.
El pequeño lo observa en silencio mientras escucha el sonido intermitente de las hojas al ser movidas por el viento. Es un verano caluroso y el universo conspira para que en esta isla las aulas vuelvan a llenarse de niños y jóvenes después de las vacaciones. El hombre pone su brazo sobre el pequeño y musita: Los niños debían juntarse una vez por lo menos a la semana para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos.
Este niño se llama Lázaro Yuniet Doimeadios Carralero y tiene 12 años. Vive en un barrio en las afueras de la ciudad de Holguín, donde los vecinos charlan de ventana a ventana sobre el último capítulo de la novela o la prolongación excesiva del fin de mes.
El hombre se parece al Martí de los retratos, pero un poco más vivo, gracias a una maqueta de la casita del apóstol que realizó Lázaro para participar en un evento de su escuela, el Seminternado María Antonia Bolmey Rodríguez.
Esto le motivó a leer y buscar información sobre el tema. Mientras trabajaba en la realización de la manualidad, el Hombre de la Edad de Oro dejó de estar quieto y blanco a la entrada de la escuela. Comenzó a acompañarlo de regreso a casa, al alimentar las palomas, en las tardes de fútbol y en esas horas de la noche en que el barrio sale a los portales a conversar sobre cualquier asunto mientras espera que regrese la electricidad. El hombre nacido en la calle Paula aquel invierno habanero de 1853 está en Holguín y es un personaje necesario en la vida de este niño. Para él, Martí "es la canción que todos escuchamos, es Cuba, es arte, es la sonrisa de los jóvenes, es el niño que ayuda en su vecindario"; ha dejado de ser un busto y se ha lanzado al mundo a trabajar por los demás, porque sabe que "hacer es la mejor manera de decir".

Lo que en su momento fue motivación para un trabajo escolar se ha convertido en un símbolo de su identidad. Ahora es "El Martiano", ese que realizó un análisis sobre la primera carta que escribió "Pepe" a su madre y que no pudieron impedir llegar a su destino los ríos crecidos de Hanábana. Es uno de los ocho delegados holguineros al Seminario Nacional de Estudios Martianos, que se realizará en Camagüey próximamente.
Ya no es "La Bolmey" su escuela. Ha comenzado a estudiar el primer año de Secundaria en la ESBU Carlos Manuel de Céspedes. Muchos son los cambios que le esperan: los ríos crecidos y convulsos de la pubertad, los fines de mes, las tardes de fútbol y las palomas. Pero ahora se junta con niños y jóvenes que buscan cada semana a quienes pueden hacerles algún bien. Porque esto es lo que hacen los miembros del Movimiento Juvenil Martiano, organización de la cual forma parte desde el pasado 28 de junio. Y precisamente en esta escuela existe un club que se llama Hanábana, pues fue creado para honrar el sitio donde al más universal cubano se le despiertan las primeras preocupaciones por ser útil a la sociedad.
Lázaro sonríe con una mezcla de bondad y esperanza. Sabe que Martí no se va a morir nunca mientras existan niños que se junten para ser buenos porque sí; "y porque allá dentro se siente un gusto cuando se ha hecho un bien o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil."