La conga invisible
- Por Rubén Rodríguez González
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La conga del teatro Mirón Cubano.
En franca crisis de abstinencia, recargamos las pilas en el café Expreso, aledaño al teatro Sauto. Un "paneo" de 360 grados nos muestra los edificios antiguos, las calles adoquinadas, que surcan las cicatrices férreas del tranvía; la vista repara en el puente sobre el río San Juan, cuyas aguas verdeazules rielan piragüistas adolescentes.
Súbito, se escucha un repique próximo en el corazon de la ciudad de Matanzas, a cuya Feria Internacional del Libro (FILM) acudimos los holguineros. Aguardamos expectantes, mientras la muchacha sirve las tazas que humean, pero la comparsa no aparece.
Del concilio de escritores surge una idea surrealista: la conga invisible, y sus infinitas posibilidades dramáticas como leyenda urbana. Sin embargo, pronto van a surgir, del aire de la mañana, los músicos y esperpentos que el escritor matancero Mirambert identifica para nosotros: son los artistas del grupo de teatro Mirón Cubano. Los niños les rodean, la gente aplaude.
Los escritores y editores Luis Yusef y Liset Prego presentan la campaña de promoción literaria 2024, de Ediciones La Luz.
Ya en la noche del miércoles, endomingados, acudimos al Sauto para participar de la gala de apertura del evento literario, pergeñada cual orfebrería por el escritor Alfredo Zaldívar y su equipo de Ediciones Matanzas, como homenaje a Brasil, al que se dedica la edición 32 de la Feria. Fino es el arte que nos regalaron, entre ritmos de ese país y versos de sus poetas, como Drummond de Andrade, cuyo poema "Cuadrilla" escucho sin cansarme una vez más.
La noche sigue con la exposición de carteles por las tres décadas de Teatro de las Estaciones junto a su artífice, Rubén Darío Salazar, en una sede como de cuentos, que le da apariencia de fábula a la calle.
Descubro la ciudad marítima, los espléndidos amaneceres junto a la bahía, su gente cálida, su vetusta arquitectura, y con ellos, los espacios amables de Ediciones Matanzas, los libros prodigiosos de Vigía y el sitio de la Asociación Hermanos Saíz, donde los paisanos de Ediciones La Luz presentan la campaña de promoción del libro y la lectura 2024, "La claridad avanzada", y los concursos Celestino, de cuentos, y Mi nombre es Celestino, de carteles alegóricos a la novela "Celestino antes del alba", de Reinaldo Arenas.
En el stand de firmas de la Feria, la escritora holguinera Mariela Varona dialoga con una lectora.
Al pie del San Juan, en el stand de firmas de la FILM, la escritora Mariela Varona dedica ejemplares de su novela "Las puertas de la perversión", publicada por Ediciones Matanzas, y dialoga con sus lectores, justo antes de que escapemos por café, a recargar, donde Carlos y Betty, matanceros amabilísimos, en su hogar centenario, donde el tiempo es una trampa de cristal.
La gente trasiega por el paseo de Narváez que bordea el río, se detiene en los quioscos dónde bulle la feria con sus propuestas; huele a fritura, a café e incienso, a chicharrones de viento y a marisma. La tarde es una fiesta innombrable.
La Luz concurre a la sede de Ediciones Aldabón, cuya colección de ciencia ficción y fantasía es carta de triunfo. Presenta sus poemarios, textos de narrativa, libros electrónicos y audiolibros, su campaña y certámenes, una vez más; se hermana con sus pares, como Cauce, de Pinar del Río.
Fructífero panel "Pasando revista", sobre publicaciones electrónicas, con representantes de las editoriales La Luz, Matanzas y Cauce.
Café Mezclao es la peña de la Uneac, donde se homenajea al escritor José Manuel Espino y se inaugura exposición de artes plásticas, en un tráfago divertido, amenizado con clásicos de la música infantil, desde Caignet a Teresita Fernández. En las tardes, el espacio El sombrero de Zequeira trae a autores locales e invitados, y lecturas literarias. El panel "Pasando revista" junta a tres provincias en el empeño de definir y buscar consenso en cuanto a las publicaciones digitales y su devenir.
Cuando termine la FILM, el domingo, tomaremos el tren de vuelta a casa, para una travesía similar a la que nos trajo, a bordo del tren Holguín-Habana, donde las ferromozas holguineras Aurora y Graciela nos hicieron gratas las horas traqueteantes. Detrás quedarán, inefables, los amigos...