El barrio, espacio preciso para la Revolución
- Por Ania Fernández Torres
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Casi frente a la Sala de Rehabilitación una mulata exuberante, con nasobuco amarillo, le dice a su interlocutora: “Conto’ y conto’ (y se refiere a la situación de la pandemia y el aislamiento) la calle está malísima y los delincuentes no paran. A mi hermana, la de la calle Fomento, se le colaron en la terraza y le llevaron la mesa y las cuatro sillas y nadie vio nada”.
Hace ya unos meses de esta escena, pero la traigo a colación en este comentario para reflexionar sobre cómo les dejamos espacio a los malos, con la apatía y el silencio de los buenos, pues me parece inconcebible que a nadie le resulte absurdo ver pasar a alguien, de madrugada, con bultos, una mesa, sillas, una TV debajo del brazo, u observar durante mucho tiempo un automóvil en circunstancias sospechosas en alguna cuadra.
Cada hurto, indisciplina, ilegalidad o situación desagradable que acaece en nuestro barrio evidencia profundas debilidades en el cumplimiento de la vigilancia revolucionaria, objetivo fundacional y más importante tarea de los Comités de Defensa de la Revolución, pero atención, a esta organización la conformamos la mayoría de las personas, de los ciudadanos cubanos y por ende sus problemas son nuestros.
A pesar del marasmo de los últimos tiempos, favorecido quizás por la pandemia y el miedo que ella genera, los CDR siempre han sido una fuente de energía política inagotable, que no podemos perder, porque no son solo un núcleo eficaz para la vigilancia, sino para importantes tareas sociales, relacionadas con la salud, la educación, la recuperación de materias primas, el ahorro, la cultura política-ideológica y la lucha contra el delito y en especial las drogas.
Pero es en esa lucha contra lo mal hecho donde bien valdría la pena abrir el abanico de las causas del silencio y la apatía, desde conocer porqué si un ciudadano hace una denuncia casi siempre los implicados se enteran de quien fue y comienzan los “roces”, si se hacen investigaciones en el barrio y resultan negativas también y hasta la mayoría, cansada de pasar por lo mismo una y otra vez, se pregunta si no resulta nuestro Código Penal demasiado benevolente con los “rateros”.
En un ir y venir de dificultades objetivas y subjetivas, de errores de una comunicación más bien impositiva y no explicativa, ha naufragado algunas veces la capacidad de convocatoria de la organización de masas, que debe fortalecerse desde la base con la idea de que evolucionar es adaptarse a las demandas de sus miembros, que hoy dominan y buscan nuevos lenguajes.
Espacio aparte tiene la necesidad de revitalizar el carácter familiar de nuestros CDR, a los que entran y salen personas hoy con mucha mayor frecuencia que antes porque hay mayor movilidad, sobre todo en las zonas urbanas, donde la vida agitada lleva a una menor relación con la comunidad, sin embargo, prevenir posibles males es una de las misiones vitales hoy de la mayor organización de masas de esta Isla.
Porque el barrio constituye un espacio determinante para la Revolución, donde es importante lograr el protagonismo de los jóvenes, con el necesario acompañamiento de quienes acumulan más experiencia en esta misión y la influencia de sus ideas en las motivaciones del trabajo desde las comunidades.
Hubo una etapa hermosa donde cada vecino sentía los problemas de otro como suyos y por ello era muy difícil que en una cuadra alguien atentara contra la tranquilidad comunal. Retomar esa idea no puede ser una utopía inalcanzable y para ello debe tenerse el apoyo de todas las otras organizaciones sociales y en especial de cada ciudadano, porque lo que haces hoy por otro mañana alguien también lo hará por ti.
Nuestra sociedad, en general, debe recuperar el respeto al prójimo, la disciplina, que no está reñida con la alegría y la cubanía, así como la solidaridad y el respeto a la Patria, que no es venerar el nombre sino levantar cada día, desde el barrio, una nación más productiva, eficiente, segura y humana, y esto hay que practicarlo en todos los frentes: escuelas, centros de trabajo, campos y ciudades.
Nadie puede pecar de ingenuidad y pensar que la Revolución no vive hoy momentos cruciales, como aquellos de 1960, la etapa fundacional de los CDR, pues ahora se lucha también a brazo partido por la supervivencia, tanto en el plano nacional como en el internacional, ante peligros novedosos y versátiles, inventados por enemigos viejos, que tratan de enraizarse en todos los terrenos.
Por ello toda vigencia y nuevos matices adquiere hoy aquel anuncio de Fidel, la noche del 28 de septiembre de 1960, ante un mar humano congregado frente a la terraza norte del entonces Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución): “Vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva. Están jugando con el pueblo, y no saben todavía quién es el pueblo... no saben todavía la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo”. Has en ello tu parte.