Los sueños de Oscar

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oscar pupo 1Oscar Pupo Cortina logró el oro paralímpico en Barcelona 92. Fotos: Carlos Rafael
 
Aquella era la carrera más importante de su vida. Ya poseía una medalla de plata, pero quería regresar a casa llevando consigo el tan ansiado título paralímpico. La estrategia estaba trazada, se sentía fuerte y listo para la proeza. Sonó el disparo. Oscar Pupo Cortina buscaba la gloria olímpica.
 
Nací en el barrio El Caró, en el montañoso municipio de Sagua de Tánamo. Teníamos una finca de cultivos varios, aunque el café, sagüeros al fin, no podía faltar. Era un niño tranquilo y me gustaba jugar pelota con mis hermanos y amigos.

Crecí con una enfermedad que me impedía ver de noche y solo tenía poca visión de día. La retinosis pigmentaria poco a poco iba desgastándome, hasta que, cuando cursaba el onceno grado, perdí totalmente la visión.

Mi padre me presentó por esos días a un funcionario de la Asociación Nacional de Ciegos (Anci) e inmediatamente ingresé a esa organización.

A menos de un año de pertenecer a ella, me enteré de la realización de una competencia en Holguín y rápidamente solicité mi participación. Ante mi inesperado atrevimiento, aceptaron incluirme y regresé a Sagua con tres títulos.

Ello me abrió las puertas a mi primera incursión en un evento nacional, celebrado en San José de las Lajas, antigua provincia de La Habana (hoy capital de Mayabeque), donde con solo 17 años logré dos medallas de bronce.

Este resultado fue el preámbulo de una gran cosecha de 43 medallas de oro, ocho de plata y cinco de bronce obtenida por Pupo en su periplo por 15 torneos nacionales, resultado que lo avala como el deportista con más títulos y medallas del oriental territorio en toda la historia.
 
La carrera comenzó con la escapada de un italiano, pero Oscar no se desesperó, seguía estrictamente el plan diseñado con su guía y entrenadores. El objetivo era no separarse del inglés Robert Mathew, quien era el favorito para ceñirse la corona. Pero antes de llegar a los primeros 100 metros, el británico sobrepasó a los líderes para tomar la punta y automáticamente el cubano le siguió los pasos. Sería, a partir de ahora, una batalla entre dos titanes.
 
Me incorporé al equipo nacional en 1989. No existía una gran preselección, solo nos concentraban antes de algún evento internacional por algunos días y entonces seleccionaban a quienes luego representarían a Cuba. Confieso que el fatalismo geográfico me jugó una mala pasada.

oscar pupo 2Madelaine Castellano es la esposa y guía en la vida cotidiana de Oscar.
 
Por ejemplo, en 1991 obtuve cuatro medallas de oro (400, 800, 1 500 y 4x400) y no me incluyeron en el equipo nacional que participó en un evento en Venezuela. Aquello me decepcionó.

Mi entrenador, Rafael Figueras influyó mucho con su experiencia para que me tuvieran en cuenta al año siguiente en la preselección rumbo a los Juegos Paralímpicos de Barcelona 92.

A Holguín llegaron unos miembros de la Comisión Nacional para realizar pruebas y así determinar mi forma física. Mejoré las marcas exigidas por la Federación Internacional para la cita estival y así partí hacia La Habana.

Allí coincidimos 15 atletas, pero solo ocho formarían parte de la delegación. Me preparé muy bien, nos hacían pruebas semanalmente. Previo al evento marqué un tiempo de 53.17 segundos en los 400 metros, a sólo una centésima del récord del mundo. Eso fue suficiente para convencer a todos. El guajiro estaba listo para montar en avión.
 
La carrera seguía su curso. Llegaron los primeros 400 metros y Mathew seguía en la delantera pero Oscar no le perdía ni pie ni pisada. Pero al arribar a los 600 metros el cubano sorprendió a todos. Su guía, el español Antonio Fernández, dio la señal. ¡Pupo, ahora nos vamos! Oscar sobrepasó al europeo, quien jamás se imaginó tal reacción. Tomó una buena ventaja, se sentía fuerte para tan arriesgada estrategia.
 
Partimos a Barcelona. Mi meta era ambiciosa, pues a pesar de ser mi primera experiencia internacional, me sentía en excelentes condiciones para competir.

El certamen era exigente. Corrí los 400 metros tres veces en dos días, incluida semifinal y final en la misma fecha. En la clasificatoria salí tan fuerte que rompí el récord del mundo al marcar 53.12 y me aseguré para la semifinal, carrera que también fue táctica y logré el boleto a la final.

En la decisiva carrera el favorito era el portugués Carlos Manuel Conceisao, quien había obtenido el oro en los 200 metros.
Con el pitazo inicial en 400 salimos parejos de principio a fin. Llegamos a la última curva bien parejos y así seguimos hasta los últimos metros.
 
Imagínate que ambos rompimos el récord mundial que el día antes había pulverizado yo. Él marcó 52.60 y yo 52.64. Realmente me remató por un pestañazo, pero estaba feliz. Fíjate si era fuerte la competencia que rompí dos veces el récord del mundo y obtuve la plata.
 
Oscar se sentía seguro, pero cuando restaban unos 50 metros para la meta, las zancadas del inglés las escuchaba aún más cerca. Apretó el paso, sacó fuerzas de donde no había, pensó que desfallecía. Pero la meta ya estaba vencida. Su guía lo ovacionó, pero Pupo no tenía fuerzas, estaba a punto del desmayo. Fernández y el guía del inglés lo ayudaron a sostenerse y, apoyado en ambos, recorrió la vuelta olímpica con el orgullo de ser campeón. El primer y único campeón paralímpico holguinero.
 
Lloré de emoción, de alegría. Regresé a mi patria con un inmenso tesoro, el sacrificio no fue en vano. Mi familia, mis amigos y vecinos holguineros y especialmente sagüeros, me acogieron con cariño. Estaban orgullosos de mí y yo de ser parte de ellos.
 
Luego de esa hazaña, Oscar Pupo intervino en el campeonato Latinoamericano de Sao Paolo 1995, donde obtuvo tres medallas de oro (400, 800 y 1 500) y una de plata en 4x400, mientras que en los parapanamericanos de Argentina logró la corona en 400 y 800 y la presea de bronce en el relevo.

Pero después llegaría la mayor decepción de su vida. Un hecho que marcaría el fin de su carrera, cuando aún estaba en plenitud de facultades físicas. Atlanta 96 se presagiaba como la consagración paralímpica para el holguinero, pero la realidad lo golpeó injustamente.

La delegación cubana viajó una vez más, sin guía. A Oscar le asignaron un joven norteamericano, sin experiencia competitiva y sin la preparación necesaria para tal empeño. Ya el idioma era una barrera entre ambos, pero en los entrenamientos ocurrió lo inesperado.

El inexperto guía no aguantó el ritmo de Oscar, no podía seguir los pasos del campeón y sucedió lo inevitable. Había que desistir de competir, podría ocurrir un lamentable accidente, tal y como le había sucedido antes al cubano en el Mundial de Alemania 94.

En aquella oportunidad en tierras germanas su guía, también colocado por el país anfitrión, se entretuvo en una curva y no le dio la señal a Oscar, quien al correr por el carril interior colisionó con una cámara de televisión y luego contra una valla. Lo retiraron del estadio en camillas.

Atlanta afectó al holguinero de tal manera que al arribar a Cuba dejó a un lado sus sueños, fue a su terruño y jamás regresó a torneo alguno. Tenía solo 30 años y aún restaban muchas pistas por dejar atrás. En Atlanta se ganaron los 400 metros con tiempo de 2:05:70, mientras que Oscar llegó con registro previo de 2:01:00. Estaba en condiciones de subir nuevamente al podio.
 
Me dolió mucho, pero estaba decidido. En Holguín continué mi labor como trabajador del combinado para personas con discapacidad del territorio y asumí responsabilidades dentro de la Anci en la provincia. Actualmente, soy vicepresidente de la Asociación en el municipio cabecera.

Mi vida como deportista llegó a su fin pero sigo aportando como asociado. Al Congreso de la Anci vamos 16 holguineros. Entre las inquietudes a debatir se encuentran la rehabilitación de los asociados en el hogar para entonces reinsertarse en la sociedad, la participación activa de las personas ciegas en el deporte y en el trabajo pues aún existen trabas en ello. Además, otro tema a tratar es la existencia de muchas barreras arquitectónicas, no solo en Holguín, sino en todo el país.
 
Con 53 años, Oscar Pupo Cortina mantiene su carismática presencia, su sonrisa contagiosa y su memoria impecable. Su familia es su razón de ser. Su esposa, Madelaine Castellanos, lo acompaña cual guía inseparable. Su hija Kenia y su nieta Claudia forman parte de su cosecha dorada, mientras que sus hijastras Patricia y Laura admiran su nobleza.

La caprichosa enfermedad no impidió que Oscar lograra sus sueños. Ahora, 27 años después de tocar la gloria olímpica, este holguinero es ejemplo de tenacidad para las presentes y futuras generaciones de atletas.
 
Leonardo Pupo Pupo
Author: Leonardo Pupo Pupo
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Editor Web. Me gusta el deporte, soy "fanático" de la Bundesliga y Adicto al Schalke 04. Tengo una reina y dos princesas.

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