A sesenta años del Icaic
- Por Carlos Rodríguez Rubio (Estudiante de Periodismo)
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La proyección de la película “Inocencia” de Alejandro Gil durante estos días en Holguín nos recuerda la importancia que tiene el cine para narrar, como ningún medio, los hechos pasados y contemporáneos de nuestra nación.
Las emociones experimentadas al ver el filme son tan conmovedoras que, al revelar cinematográficamente la historia de los hechos del 7 de noviembre de 1871, nunca se vuelve a percibir el hecho de la misma forma.
Ese es el poder del séptimo arte, del cine cubano, único desde la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) en marzo de 1959.
La primera ley en materia cultural del gobierno revolucionario fue crear el Icaic. En los primeros días de 1959 se creó el departamento cinematográfico en la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde que auspicio la filmación de Esta tierra nuestra (1959), de Tomas Gutiérrez Alea, y La vivienda (1959), de Julio García Espinosa.
Estos documentales, junto al Mégano, constituyeron el antecedente directo del Icaic, fundado con el objetivo de crear un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva, para contribuir a liquidar la ignorancia, a dilucidar los problemas, a formular soluciones y plantear, dramática y contemporáneamente los grandes problemas del hombre y de la humanidad.
Con la creación y puesta en marcha del Icaic, bajo la dirección de Alfredo Guevara y la participación de creadores provenientes de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde, de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, del Cineclub Visión y de estudiantes de la Universidad de la Habana, surgió la posibilidad de crear en Cuba un cine entendido como “el más poderoso y sugestivo medio de expresión artística, y el más directo y extendido vehículo de educación y popularización de las ideas”.
La nueva industria cinematográfica asumió la producción, distribución y exhibición de películas cubanas de ficción, documentales y animación. Creó, además, la Cinemateca de Cuba, le dio forma al Noticiero Icaic Latinoamericano, con frecuencia semanal, y a la revista Cine Cubano. Ofreció apoyo y posibilidades de desarrollo a todo un movimiento de renovación de las artes gráficas y en la música, núcleo a algunos de los artistas más importantes de la isla.
En su primera etapa se caracteriza por la épica; a ella corresponden títulos como el primer largometraje de ficción, Historias de la Revolución (1960) por Alea; El joven rebelde (1961) de García Espinosa, y una serie de producciones entre las que se destaca Soy Cuba (1964), de Mijail Kalatozov.

A este periodo le siguió uno de cuestionamientos de la realidad contemporánea, e incluso del pasado, en busca de respuestas sobre el presente, a través de las obras filmadas por Alea, como La muerte de un burócrata (1966), Memorias del subdesarrollo (1968) y Una pelea contra los demonios (1971).
Se destacan otros creadores como Humberto Solás, con Lucía (1968) y Un día de noviembre (1972); al igual que Aventuras de Juan Quin Quin (1967), de García Espinosa, y La primera carga al machete (1969), de Manuel Octavio Gómez, desconcertante docudrama sobre la guerra de independencia según Joel del Rio.
Luego de una etapa de la documentalística cubana vinculada mayormente a mostrar las conquistas de la revolución, arribó otra caracterizada por la reflexión y el examen de las circunstancias inherentes al subdesarrollo, el marginalismo y los atrasos del pasado neocolonialista, sin eludir la mirada crítica sobre una serie de violentas transformaciones sociales. En la que se destaca la multilaureada Fresa y chocolate, de Tomas Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.
El Icaic se situó rápidamente en la proa de las vanguardias artísticas en Cuba y protagonizó lo más activo de un proceso revolucionario dispuesto a legitimar valores artísticos y lograr la expresión de la nacionalidad.
Sus aportes no se limitan solo a la producción del cine de ficción, el documental y el dibujo animado, sino que además impulsó la exhibición y el conocimiento del mejor cine mundial.
Emprendió iniciativas como los cinemóviles, creó un espacio para el desarrollo del cartel cubano por parte de artistas plásticos y, entre 1969 y 1977 dio vida al Grupo de Experimentación Sonora, que dejó su impronta en la música del archipiélago, pues se convirtió en el punto de partida de la Nueva Trova.
A sesenta años del Icaic su impronta prevalece a pesar de que no experimenta un periodo de oro. Particularmente, es Holguín una de las plazas del séptimo arte en el país pese a las difíciles condiciones de cines y tecnologías de proyección.
La cultura cinematográfica del holguinero, que además acoge uno de los festivales del séptimo arte más importantes de Cuba no permite al Centro Provincial del Cine pasar la fecha por alto.
Cines, salas de video y videoclub en toda la provincia proyectaran ciclos de cine cubano, realizaran conferencias, exposiciones de arte y diferentes actividades culturales desde el primero al 24 de marzo en conmemoración al sesenta Aniversario del Icaic y en rescate del consumo de un cine cien por ciento cubano.