Tapizar el lecho eterno
- Por Maribel Flamand Sánchez
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De niño nunca pensó que la tapicería iba a ser parte de su vida, y no es cualquier tapicería. Va más allá de las tachuelas o las telas con las que se podría forrar un sofá en donde te sientas a platicar con tu familia. Yoandri Velázquez Labrada tapiza el “lecho” que acoge las vidas quebradas que van a la eternidad.
¿Quién le diría que pasaría por esa situación? Ver morir a su suegro no fue nada fácil, pero le permitió poner en práctica lo que mejor aprendió en sus tres años de oficio, al convertir en un lugar digno lo que para muchos podría ser sólo un lúgubre ataúd.
Entre el aserrín que cubre el suelo, el ruido ensordecedor de la sierra, al convertir en listones la madera, el incesante martilleo… consagra su labor como uno de los mejores trabajadores de la Fábrica de Sarcófagos.
Tan meritoria es que, recientemente, recibió la condición de Personalidad Destacada de la Provincia de Holguín durante el 2018.
Para él su trabajo es como otro cualquiera, pero se equivoca. Aunque dedicarse a revestir con satín gris y blanco los cajones rectangulares de madera destinados para dar sepultura a los difuntos tiene poco atractivo para muchos, este es un oficio especial, requerido de perfección en cada detalle como muestra de respeto al fallecido y aliciente para el sufrimiento del doliente.
Él lo sabe, por eso se esmera y ese sumo cuidado puesto en cuanto hace, más sus extras laborales y sociales, son razones que le avalaron el alto reconocimiento del Gobierno y el Partido en la provincia de Holguín.
Los estereotipos marcan a quienes lidian con los servicios necrológicos, pero el joven residente en la barriada de Alcides Pino, no tiene nada de paranormal. Usa pantalón de mezclilla, pulóver, tenis y como casi todos los de su edad gusta de pasear, pasarla bien en familia y disfrutar la vida.
Me sorprendió encontrar en el único sitio de la provincia donde se confeccionan ataúdes un colectivo cuya edad promedio es de apenas 26 años. Yoandri tiene 34 y para más asombros es titulado como Profesor General Integral de Secundaria Básica.
Fue como cambiar de palo pa´ rumba, asentí. Él confirmó: “Permanecí ocho años en Educación, me gustaba dar clases pero decidí cambiar. Un amigo trabajador de la fábrica me dijo que necesitaban tapiceros y vine. No conocía nada sobre este oficio, por eso pasé un tiempo observando y preparándome hasta que me sentí listo y comencé.
“Fue el 23 de enero del 2016. Con el día a día llegaron las habilidades necesarias. Hoy me siento cómodo, me gusta lo que hago y mi mayor reto es la calidad, pues lo más importante es que los familiares de los fallecidos se sientan satisfechos con nuestro trabajo”.
Cuando llegamos al aserrío, como también se le conoce a esta fábrica,sentimos cierto sobrecogimiento al vernos rodeadas de aquellos cajones grises por todos lados, por eso quisimos saber cómo le fue a Yoandri antes de que la convivencia convirtiera en “natural” su estancia en el lugar.
“Al principio me impresionaba un poco, pero pasó. Cuando estoy tapizando no pienso en posibles usuarios sino en la calidad para satisfacción del doliente.
“Difícil resulta cuando te toca revestir un ataúd para un menor. Eso sí ablanda porque te hace pensar en tus hijos, en la familia, por eso es cuando más me esmero. El dolor del familiar es mayor y una manera de mitigar ese estado es un mejor servicio”.
Cuando de trabajo se trata, no mide el tiempo, no piensa en el día de descanso, responde siempre ante el llamado imprevisto incluso estando de vacaciones.
“Aquí las cosas se complican. Si un fin de semana avisan de un fallecido cuyo peso o medida no se corresponden con los estándares hay que venir a hacer el sarcófago, el día que sea y a la hora que sea.
“También se complejiza la distribución de ataúdes a los municipios y es cuando es necesario alargar la media jornada del sábado, ocupar el domingo y hasta las noches porque somos la única fábrica de este tipo en la provincia”.
La familia acepta lo que hace. Su esposa lo apoya porque sabe que su labor requiere constancia, al igual que sus pequeños de ocho y 10 años de edad: “Son los amigos, cuenta, quienes hacen sus chistecitos para mortificarme, pero nada desagradable”.
William Proenza, el administrador, aclaró que una de las cualidades del muchacho es su modestia y que por eso no hablaría de su integralidad y laboriosidad. Fue quien informó sobre el status de Yoandri como reserva de cuadros, que actualmente rota por los diferentes puestos para que conozca a plenitud la fábrica y que de la Empresa de Comunales, a la cual pertenecen, quieren llevárselo. ¿Te irás?, le pregunté:
“No quisiera, pero donde quiera que esté cumpliré con responsabilidad mi trabajo. Creo que es el reconocimiento a la entrega que uno pone en cada tarea, en el apoyo que se da a los compañeros del área que lo requiera”.
A propósito de la condición de Personalidad Destacada, alegó: “Es importante para mis compañeros, para la fábrica y para la Empresa porque lo veo como un reconocimiento colectivo y porque se tienen en cuenta oficios que anteriormente se obviaban”.
Indago por otros estímulos: “Recientemente fui llamado por el Partido Comunista de Cuba para recibir un reconocimiento por mi participación en los dúos de esta organización, a la que pertenezco, que asesoraron las asambleas para el análisis del Proyecto de Constitución. Por razones familiares no pude asistir pero me llegó la información”.
Dice el joven tapicero que aquí aprendió a asumir la muerte como algo natural. No habla de insatisfacciones, sino de tareas por desarrollar, de superación.No me atreví a preguntarle si sería capaz de fabricar su propio ataúd, tal vez porque es aún muy joven y aunque la muerte no tiene edad, a él le quedan muchos sarcófagos por tapizar y hasta hacerlos más vistosos como es su sueño.