Tamara y su pacto de amor por el mar y los barcos
- Por Maribel Flamand Sánchez
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Foto tomada de Internet
Entre las profesiones marítimas cada vez se hace más habitual la presencia de mujeres; es uno de los signos de estos tiempos, reveladores de que la igualdad de género también llega al mar, un sector predominantemente masculino.
Aun así resultó extraordinario conocer a la única práctico de barco en Cuba. Ella es Tamara Cobas Columbié, la “descubrimos” durante el homenaje a un grupo de mujeres destacadas, este 13 de marzo, en el acto provincial por el Día Internacional de la Mujer, en el municipio holguinero de Banes, al oriente de la nación caribeña.
Cuando mencionaron su nombre y profesión la curiosidad periodística se activó; la seguí con la vista hasta el sitio donde recibió flores, un certificado y otros obsequios. Es alta y algo robusta, el color verde aceituna del uniforme armonizaba con su piel morena. Los rizos negros y largos que se deslizaban sobre sus hombros cubrían en parte las charreteras que luego supe son homólogas a las de un capitán de barco.
Los resultados de una búsqueda rápida, google mediante, me revelaron que estaba ante la practicante de un oficio complejo, antiguo, pero poco conocido y tan necesario como la navegación misma. La literatura habla igualmente de riesgos, sobre todo porque el abordaje a los buques se realiza desde una lancha, ambos en movimiento; de prácticos que perdieron la vida durante el ejercicio de su profesión intrépida y de muy pocas mujeres en estos quehaceres.
La busqué y por sus palabras aprendí que un práctico es quien conduce el navío una vez que este entra en la bahía, y que todo barco cuando atraca o sale de los puertos precisa de sus maniobras y asesoramientos.
Vive en Banes pero es avileña, hija de guantanameros del Valle de Caujerí. El amor la trajo a la capital arqueológica de Cuba: “Me enamoré de un banense, oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que me trajo para acá. Desde hace 14 años integro el grupo de prácticos de Antilla”, confiesa.
El amor por el mar y los barcos le llegó “por azar de la vida. Estudié en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, de Ciego de Ávila, allí opté por la Academia Naval Granma, de donde egresé, luego de cuatro años de estudios superiores, como Oficial de la Marina de Guerra Revolucionaria y serví en las FAR durante un tiempo.
“Una vez en Banes busqué un oficio afín a mis estudios, me presenté en la Agencia de Turismo y allí me hicieron una resistencia terrible. Luego me comentaron sobre los prácticos, me presenté y me aceptaron porque era competente para la plaza, pero no fue así de sencillo.
“La academia emite el título de Licenciado en Ciencias Náuticas y para poder trabajar en la vida civil tuve que revalidarlo para convertirme en Oficial de Puente, el equivalente a práctico. Presenté los Cursos OMI (documentos que validan la preparación requerida por los marinos mercantes para poder navegar, en correspondencia con el tipo de buque, y son establecidos por un Convenio Internacional).
Foto de la autora
“El práctico requiere de mucha preparación, es un conocedor por excelencia de la zona donde trabaja, el especialista de la jurisdicción donde maniobra. Aquí, en la base de Antilla, tenemos una jurisdicción bastante amplia que comprende la bahía de Nipe, los puertos de Nicaro y Vita”.
Su primer día en la Estación de práctico de Antilla la calificó como “otra batalla porque hubo mucha resistencia. En Cuba existió sólo una mujer práctico en la década de los 60 del siglo pasado –Orquídea Pérez Hernández- yo vendría a ser la primera en este siglo 21.
No viví la experiencia insuperable de verla partir en lacha desde el puerto de Antilla, apreciar la audacia que resulta abordar un buque inmenso en movimiento; impresiona pensar este momento durante la noche, con mucho viento o mal tiempo.
La imagino dando las voces de mando, asesorando al capitán en las maniobras, mientras explica: “Debe conocerse el puerto al dedillo, la profundidad del área, el tipo de fondo, la corriente, la velocidad de los vientos… El barco no es un carro que usted detiene y ya, la inercia lo mantiene en movimiento y es necesario saber operar con todos esos factores para que las cosas salgan bien.
“Cuando estás en el mar no hay tiempo para pensar en miedos ni nerviosismos, tienes que actuar con serenidad. El visitante no conoce las particularidades del puerto y le corresponde al práctico garantizar seguridad para el barco y su carga”.
La reacción de los capitanes ante una mujer práctico fue otra barrera a derribar: “Cuando abordas un barco en la bahía los capitanes no te ceden su dominio pero te corresponde dirigir la maniobra de atraque, es ahí donde está el problema, sentían temor de que no pudiera hacerlo. El primer escalón fue hacerles ver mi capacidad para dirigir su barco, demostrarles mi preparación para hacerlo de manera satisfactoria”.
Su primera maniobra sola “fue en un barco quimiquero Peruano, pequeño, de sólo 86 metros de eslora. Se llama Pirgas, y debí conducirlo al puerto de Nicaro, un fondeadero tortuoso, con unos giros muy agudos, pero lo logré. Cuando comienzas el practicaje llevas un período de preparación durante el cual siempre te acompañan prácticos experimentados hasta que ellos determinan que puedes actuar sola”.
Hablamos de momentos difíciles: “Cuando pagué la novatada. Conduciendo un barco a Vita topé fondo a la entrada. Fue un golpe leve, pero con la ayuda del remolcador logramos sacarlo al canal profundo. Ninguna emoción supera la que se siente cuando dejas el buque en agua segura donde el capitán puede continuar rumbo”.
Pregunto por las operaciones más complejas, hace un gesto, como si para ella no las hubiera, no obstante responde que “maniobrar con supertanqueros, son barcos grandes, de 230 metros o más de eslora”. Luego enfatiza con facultad: “pero se controlan”.
Responde con modestia cuando inquiero sobre los sentimientos que estimula su condición singular de mujer práctico: “Es mi oficio, me siento feliz con lo que hago y si de alguna manera, por mi posición, represento a mi empresa, a los prácticos de Cuba, entonces me siento orgullosa”.
Algunos creyeron que la maternidad sería como su hándicap, pero no fue así. Es madre de dos menores, y aquí está, luego de 29 años de su pacto de amor con el mar y los barcos, 14 de ellos atada a un oficio sacrificado, porque exige presencia haga el tiempo que haga o sea día de fiesta.
Así es la menor de cinco hermanos, la muchacha que comenzó en la Academia Naval junto a otras cuatro y sólo ella llegó a su meta, la que se ganó el respeto y admiración de sus colegas y para quien “no importa el tiempo bravo, me esfuerzo siempre para que el barco llegue con su carga a puerto seguro”.