Batalla de Ideas permanente
- Por Hilda Pupo Salazar
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Ya Fidel lo dijo que las ideas es la batalla fundamental del momento. Por las guerras mediáticas se tergiversan las realidades y eso lo utilizan los enemigos de los gobiernos progresistas para tratar de dislocarlos.
En esta humanidad, que comenzó el siglo XXI a nivel de bombas y donde las armas de destrucción masiva funcionan como eternas incógnitas para esconder el “terrorismo- pretexto” y seguir atacando, hablar de una guerra de ideas como opción prevaleciente a estas alturas, parecería minimizar la barbarie esvástica resucitada en algunas mentes con riquezas y poderes.
Sin embargo, la realidad demuestra el poderío de la batalla de ideas en el combate actual, superior a cualquier sofisticado medio al servicio del Imperio.
¿Cuándo Cuba escogió la Batalla de Ideas?; es una pregunta que, sin profundización histórica, pudiera ubicarse en el 5 de diciembre de 1999, cuando miles de jóvenes protagonizaron el primer acto de protesta frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos por el regreso del niño Elián González, secuestrado por la mafia miamense.
Pero, como dijo el prestigioso intelectual Cintio Vitier, nuestro pasado es una futuridad, porque los hombres que nos precedieron, como próceres o pensadores, tenían un pensamiento promisorio. Llámese batalla de ideas, o armas para la batalla; las mejores maneras para la confrontación ideológica fueron lecciones martianas del siglo XIX.
El 10 de abril de 1895, a horas de incorporarse a la manigua mambisa, el Maestro, desde Cabo Haitiano, escribe su famosa frase en carta dirigida a sus amigos Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”.
Consciente estaba, también, de la nueva etapa de Patria en la conducción de la contienda, “ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso. Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: Ahora no. Ha de ser continuo…afirmando con majestad lo contrario de lo que afirman de nosotros… A lengua sinuosa nos están batiendo: cerrémosle el camino a mejor lengua, la hermosa”.
Hermosa fue para el Maestro el apego a la verdad y a la inteligencia a la hora de decir, en la cual incluía intencionalidad y prudencia. Por ejemplo- del artículo sobre la proclama de Massó… - “una pequeñez que extirpar, con mano firme, y es el tono burlón o jocoso de los comentarios sobre la guerra. La guerra es grave… y se espera de nosotros gravedad. Fue unánime alrededor mío el deseo que se mudase el tono leve y novicio de los comentarios. Nos quita peso. No necesitamos argüir. Decir no más, por el servicio del periódico, y la verdad corriente”.
Hasta la redacción llegaron las precisiones del director: “Los puntos principales: capacidad de Cuba para su buen gobierno,-razones de esa capacidad,- incapacidad de España para desenvolver en Cuba capacidades mayores,- decadencia fatal en Cuba, y alejamiento de sus destinos, bajo la continuación del dominio español…”.
Recomendó: “Eso cada día, y en forma varias y en el periódico todo. ¿Por qué no un artículo sobre cada uno de estos puntos? O un número donde estuvieran todos ellos tratados explícitamente. Esa es buena idea. Un número para eso, sobre estos temas, que ustedes escriban, como de la casa, o que escriban y firmen varios”.
En esas comunicaciones con sus amigos, siempre hubo una orientación en esas “batallas del espíritu”, como le llamó: “Junten bien, y a constante altura, la acción de ustedes con la nuestra. Descabecen la intriga ahora. No dejen, sobre todo, de la mano los trabajos encaminados a enseñar con su carácter firme ordenado, y decidido avanzar, a la revolución: corten a sus enemigos la esperanza de hacerla atrás”.
Uno ve en las redes sociales cómo las mentiras florecen, con el objetivo esencial de convencer al mundo de los “errores” de países con gobiernos de izquierda, elegidos democráticamente.
En esta humanidad, que comenzó el siglo XXI a nivel de bombas y donde las armas de destrucción masiva funcionan como eternas incógnitas para esconder el “terrorismo- pretexto” y seguir atacando, hablar de una guerra de ideas como opción prevaleciente a estas alturas, parecería minimizar la barbarie esvástica resucitada en algunas mentes con riquezas y poderes.
Sin embargo, la realidad demuestra el poderío de la batalla de ideas en el combate actual, superior a cualquier sofisticado medio al servicio del Imperio.
¿Cuándo Cuba escogió la Batalla de Ideas?; es una pregunta que, sin profundización histórica, pudiera ubicarse en el 5 de diciembre de 1999, cuando miles de jóvenes protagonizaron el primer acto de protesta frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos por el regreso del niño Elián González, secuestrado por la mafia miamense.
Pero, como dijo el prestigioso intelectual Cintio Vitier, nuestro pasado es una futuridad, porque los hombres que nos precedieron, como próceres o pensadores, tenían un pensamiento promisorio. Llámese batalla de ideas, o armas para la batalla; las mejores maneras para la confrontación ideológica fueron lecciones martianas del siglo XIX.
El 10 de abril de 1895, a horas de incorporarse a la manigua mambisa, el Maestro, desde Cabo Haitiano, escribe su famosa frase en carta dirigida a sus amigos Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”.
Consciente estaba, también, de la nueva etapa de Patria en la conducción de la contienda, “ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso. Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: Ahora no. Ha de ser continuo…afirmando con majestad lo contrario de lo que afirman de nosotros… A lengua sinuosa nos están batiendo: cerrémosle el camino a mejor lengua, la hermosa”.
Hermosa fue para el Maestro el apego a la verdad y a la inteligencia a la hora de decir, en la cual incluía intencionalidad y prudencia. Por ejemplo- del artículo sobre la proclama de Massó… - “una pequeñez que extirpar, con mano firme, y es el tono burlón o jocoso de los comentarios sobre la guerra. La guerra es grave… y se espera de nosotros gravedad. Fue unánime alrededor mío el deseo que se mudase el tono leve y novicio de los comentarios. Nos quita peso. No necesitamos argüir. Decir no más, por el servicio del periódico, y la verdad corriente”.
Hasta la redacción llegaron las precisiones del director: “Los puntos principales: capacidad de Cuba para su buen gobierno,-razones de esa capacidad,- incapacidad de España para desenvolver en Cuba capacidades mayores,- decadencia fatal en Cuba, y alejamiento de sus destinos, bajo la continuación del dominio español…”.
Recomendó: “Eso cada día, y en forma varias y en el periódico todo. ¿Por qué no un artículo sobre cada uno de estos puntos? O un número donde estuvieran todos ellos tratados explícitamente. Esa es buena idea. Un número para eso, sobre estos temas, que ustedes escriban, como de la casa, o que escriban y firmen varios”.
En esas comunicaciones con sus amigos, siempre hubo una orientación en esas “batallas del espíritu”, como le llamó: “Junten bien, y a constante altura, la acción de ustedes con la nuestra. Descabecen la intriga ahora. No dejen, sobre todo, de la mano los trabajos encaminados a enseñar con su carácter firme ordenado, y decidido avanzar, a la revolución: corten a sus enemigos la esperanza de hacerla atrás”.