Madre de varones
- Por Claudia Patricia Domínguez
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Una vez leí que tener un hijo varón es ganar un caballero, un confidente y un amigo que te protegerá siempre, lo que no imaginé nunca es que mi vida estaría custodiada por dos pequeños príncipes que pondrían mi mundo al revés.
No mentiré. Soñé en rosado muchas veces, en tutus y repetir las clases de ballet de las que tanto disfruté en mi infancia. Pero me equivocaba al pensar que la ternura solo estaba entre lazos y cintas. Los hijos varones están llenos de detalles, no por gusto es su mamá su primer amor, lo mismo te paran en la calle para regalarte una flor, te piropean cuando cambias los habituales pantalones de trabajo por un vestido o te llenan la cama de dibujos con la aclaración de que son exclusivamente para ti.
Vivir con varones es un reto, sobre todo, para aquellas que como yo no somos muy dadas al deporte y la actividad física, y por ellos, lo mismo debes aprender a custodiar una portería en la que los goles llegan por la “libre” que a disfrazarte de súper heroína y compartir la saga de películas de Marvel.
Los varones son rudos e inquietos, sí, pero no por eso dejan de acariciar tu cabello cuando te sienten triste, o te regalan un abrazo apretado para que no lo regañes cuando cometen travesuras.
Educar a un hijo varón es la posibilidad de entregar mañana hombres más sensibles y compremetidos. Por ello me niego a creer que necesite de una niña solo porque las féminas son las que están “genéticamente” hechas para enfrentar el cuidado de sus padres o simplemente, porque si no cuentas con una mujercita en casa, olvídate de ayuda en las tareas domésticas.
Compartir una teoría tan arcaica en pleno 2021 sería echar por tierra siglos de lucha a favor de la emancipación de la mujer y aun más viviendo en un país como Cuba.
La naturaleza me regaló dos hijos varones y un montón de sobrinas tan revoltosas y encantadoras como mis propios hijos, y es que no importa cuál sea el cromosoma que defina su sexo, si el “X” o el “Y”, lo verdaderamente importante es que los hijos son la mayor bendición que la vida nos da.
Para ser consecuentes con el título que funcionó de pie forzado a esta crónica no quiero finalizar estas líneas sin antes asegurarle que si usted está entre las que tienen la dicha de estar rodeada de “pequeños” o “grandes” caballeros o está en espera de su llegada, no lo dude, ser madre de varones es sentirte princesa los 365 días del año.