Hombre de Fidel

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Foto: Elder Leyva
 
Sentarse a conversar, luego de un largo viaje por carretera, no es problema para él. Su forma de hablar de ninguna manera deja ver los años de encierro a que estuvo sometido injustamente. El período oscuro padecido tras barrotes, por el solo hecho de desenmascarar a lo más rancio de la contrarrevolución.

Es todo razonamiento, optimismo, satisfacción… Ramón Labañino Salazar, Héroe de la República de Cuba, se encuentra por estos días en Holguín que lo recibió para compromisos de la edición 28 de la Feria Internacional del Libro y la Asamblea de Balance de la Asociación de Economistas de Cuba, de la cual es vicepresidente nacional.

Este amante de las artes marciales y la poesía pasó muy poco tiempo desapercibido en cárceles estadounidenses, donde lo catalogaban como uno de los hombres de Fidel, parte de “Los Cinco” que completaron su retorno a la patria el 17 de diciembre de 2014. Ahora tiene otras responsabilidades, pero nunca se desvinculará de la de agente de la Seguridad del Estado.

Hábleme de sus raíces holguineras…

“Mi mamá nació en un lugar que se llama Manacal Seis, en Guaro, Mayarí. Su hogar y el entorno donde vivió, primeramente, eran parecidos a Realengo 18, una zona muy humilde. Provenía de una familia de 11 hermanos. Desde muy jovencita, colaboró con el Ejército Rebelde, les lavaba ropa a los combatientes, distribuía comida y cumplía otras tareas. Mi familia holguinera fue muy apegada a la Revolución.

“En 1959, mi mamá se muda para La Habana y conoce a mi papá y nazco allá, pero me siento muy orgulloso de mis raíces de acá. Mi abuela Leonila falleció en la cabecera provincial de ustedes, mientras yo estaba en prisión. En 2015, en el cementerio mayaricero, donde fue enterrada, le puse flores y le dejé una carta que le había dedicado. Todavía me quedan familiares aquí, primos sobre todo”.

Su mamá falleció sin saber de su misión. ¿Cuán difícil fue para usted eso?

“Fue muy difícil porque siempre quiso que yo fuera militar. Por razones lógicas, no podía vestirme así, al ser miembro de los Órganos de la Seguridad del Estado. En 1998, justo tres meses antes de que me encarcelaran, cuando estaba muy enferma, con un cáncer terminal, pude venir a Cuba. Estuve junto a ella incluso hasta el Día de las Madres. Logré traerla del hospital hacia la casa, para que pasara sus últimos días en familia.

“Mas nunca pude explicarle que mi trabajo era infiltrar grupos terroristas en Miami, buscar información para proteger a Cuba, evitar una invasión y cualquier daño que se le pudiera hacer a nuestro país. Le dediqué dos poemas Carta de una Madre Ausente y Deuda, los cuales no puedo leer en voz alta porque se me hace un nudo en la garganta. Apenas llegué a la Isla, lo primero que hice fue ir a su tumba, a rendirle tributo”.

En los noventa, se agudizó la ofensiva contrarrevolucionaria desde el sur de La Florida. ¿Cuáles fueron las principales experiencias de convivir con el enemigo?

“Fueron experiencias duras, ya que seguíamos a terroristas, cuyos planes tenían que ser descubiertos, a fin de informar a Cuba sobre estos. Era algo continuo, inclusive de madrugada, participando en sus actividades. En el caso de nosotros, dirigíamos una red, éramos oficiales de Inteligencia, y el trabajo nuestro consistía en instruirles a los agentes las tareas para que infiltraran a los terroristas.

“Vivían los contrarrevolucionarios momentos de efervescencia, querían poner bombas en hoteles, barcos, restaurantes, aviones. La actividad nuestra fue muy fuerte, prácticamente no dormíamos en esos años. Todo terminó en felicidad, pues evitamos derramamientos de sangre y muertes de seres humanos inocentes”.

¿Cómo se sintió al escuchar el “¡Volverán!” de Fidel?

“Sentimos la mayor certeza de que volveríamos. Nunca tuvimos dudas de que regresaríamos, cómo y cuándo iba a ser eran las incógnitas. El Comandante en Jefe se pronuncia en momentos muy delicados para nosotros, de recio encarcelamiento.

Previó que sería una batalla dura, de años. Que se ganaría con la presión internacional y el apoyo de la opinión pública.
 
Tenemos algo guardado en nuestros corazones, porque esta quizás fue la última victoria de él contra el Imperio, lograr la libertad de los Cinco.

“Después, el encuentro con él fue lo más importante de nuestras vidas. Temíamos volver al país y no encontrarlo presente físicamente. La impresión más grande que tengo de Fidel es su humildad, así fue el trato suyo en su casa, conversando como si fuéramos sus hijos. Fue afable. Me siento hijo de él porque entre nosotros había y hay una comunicación de padre e hijo. Nos trató con mucho cariño, hizo chistes y nos dejó un mensaje, emplear nuestro capital político, el prestigio moral, en favor de la defensa de la patria”.

Luego de su regreso en 2014 y el deshielo de las relaciones entre Cuba y EE.UU., ¿imaginó el retroceso actual de ese proceso?

“Los Cinco conocíamos al Imperialismo por dentro, lo habíamos estudiado. Pudimos razonar acerca del sistema político norteamericano. Después de la elección de Trump, sabíamos que su política hacia Cuba no iba a ser positiva.

“Él representa al sector más conservador de la sociedad norteamericana, el de los supremacistas blancos. Son personas que solo creen en rubios de ojos azules y odian a latinos, negros e inmigrantes en general. Pero por encima de todo, estamos preparados para esta batalla. Pasará a la Historia como otro presidente estadounidense derrotado por la Revolución”.

¿Cuánta responsabilidad representa el ser Héroe de la República de Cuba?

“Es muy alta. Un gran compromiso. Cada vez que recibimos un abrazo, el afecto, una condecoración o un premio, por encima de todo lo tomamos como una responsabilidad, que tiene que ver con lo que lo que los cubanos esperan de nosotros. Lo que nos queda es reciprocar eso y comportarnos a la altura de lo que el pueblo demande”.

En el libro de su autoría Hombre del Silencio se expone su Diario en la cárcel. ¿Cuán cerca está esa realidad que usted plasma y la imagen que tenemos del sistema penitenciario norteamericano?

“Las cárceles son un ejemplo de la depredación final capitalista. Es decir, lo que vi es el ser humano en su expresión más salvaje. A los hombres les quitan todo y tienen que sobrevivir en medios adversos. Es muy complicado, coexistes con personas que tienen mentes criminales y que de una manera u otra quieren hacerte daño.

“Si algo útil tiene el libro es la manera en que desnuda a ese sistema y al irrespeto de los derechos humanos en las prisiones. Pero lo más importante es que el amor siempre vence y así nos sucedió a nosotros. Y Fidel nos legó como lección su perseverancia y fe en el triunfo”.
 
Author: Nelson Rodríguez Roque
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Licenciado en Estudios Socioculturales Periodista Deportivo y de temas Históricos y Políticos

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