Cuba se va en mi corazón

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Mizamí Bassa Da Graça Semedo. Fotos: Heidi Calderón Sánchez.

Rió a sus anchas y su risa fue contagiosa. La vieron bailar al ritmo de una danza tradicional angoleña, saltar de gozo y abrazar a uno y otro de sus amigos de los últimos seis años, en el día más memorable para la joven.

 

La doctora Mizamí Bassa Da Graça Semedo se robó la simpatía, los aplausos y hubo hasta quienes enjugaron lágrimas, por aquella muchachita cuando fue llamada a subir al escenario en tres ocasiones, porque ella resultó la mejor graduada en la esfera de la docencia, estuvo entre los tres estudiantes más integrales y una de los dos únicos Títulos de Oro.

Todo esto y más ocurrió en la XLV graduación de profesionales de la carrera de Medicina de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín (UCMHo), con jóvenes procedentes de tres naciones africanas hermanas de Cuba: Chad, Angola y el Congo.

El júbilo trascendió con toda justificación, porque por primera vez esta institución titulaba a cerca de un centenar de médicos en un acto ya histórico y, además, otros que habían estudiado aquí, también, se graduaban en Sudáfrica, donde habían marchado meses antes a realizar el internado.

En ese ambiente Mizamí brilló, por todo lo alcanzado, desde que en 2016, con 21 años de edad, dejó atrás Angola, con el propósito de hacerse doctora, lo que allá le sería imposible de materializar, porque “ese es un lujo con el cual el pobre no puede soñar”.

Y mucho menos ella, procedente de una numerosa familia de 20 hermanos, de los que es la tercera de los hijos, pero la muchacha de piel color de ébano, desde que tenía cuatro o cinco años dijo que quería vestir una bata blanca, para curar a la gente y su padre Antonio nunca la desanimó, por el contrario la ayudó en su empeño y habló mucho de Cuba.

Ella conversa con desenfado y un español casi correcto. Está contenta y por eso ríe una y otra vez, para dejar ver una dentadura blanquísima. “Siempre él se refería a la lejana Isla y lo hacía con mucha admiración, hasta donde hacía algunos años había venido a atender un problema serio de salud y por eso me dijo, para hacerte médico el mejor lugar del mundo es allá”.

Recuerda que su papá conoció en Luanda de becas para estudiar Medicina en Cuba y la inscribió. “Un primer intento fue fallido, porque eran muchos documentos y mi padre, que es mecánico, tampoco tenía condiciones para asumir gastos en ese momento; sin embargo, a la segunda fue la vencida. Una persona lo ayudó con los papeles y un día llamaron, porque sí estaba aceptada”.

Para esa fecha Mizamí ya había cumplido 21 años y no se había separado por largo tiempo ni tan lejos de la familia, pero se dijo a sí misma, que tenía un propósito en la vida y esta era la oportunidad.

Un buen día de 2016 llegó a La Habana, donde primero tuvo que estudiar el idioma Español y luego comenzar la carrera. “Todo muy difícil al comienzo, porque era un cambio demasiado brusco, no sé cuánto lloré por la familia, la comida que era diferente hasta por la reacción de los medicamentos preventivos que nos suministraban”.

“No nos acostumbrábamos al chícharo y la croqueta, aunque ahora decimos que nos gusta el potaje de ese grano, pero la croqueta la seguimos viendo como un aperitivo, aunque estos son algunos de los detalles que nos han hecho crecer, aprender, ver la vida de otra manera y valorar lo poco o mucho de que dispongamos”, señala.

Así pasaron los dos primeros años y fue el momento de escoger dónde terminarían la carrera, en la Universidad de Santiago de Cuba u Holguín. Ella explica que normalmente los angolanos se quedan en la capital, pero su grupo decidió por Holguín, porque “es más tranquilo y mejor la situación. La Habana es muy movida, distancias largas, hay que coger muchas guaguas y acá de la residencia a la Universidad podíamos caminar y también para ir al centro de la ciudad”.

De sus cuatro años por esta ciudad habla con desenfado y confiesa que al inicio no fue bueno, porque en la capital la escuela y residencia solo convivían con extranjeros y al llegar acá había que compartir con los cubanos, pero el tiempo les fue diciendo que habían aumentado la familia, para bien.

“Mis compañeros fueron fenomenales en estos años y los profesores nos ayudaron muchísimo, la doctora Ramona ha sido una madre para mí desde un principio y tan es así que los dos Títulos de Oro de esta graduación fueron de sus alumnos”.

Dice que la inculcó a participar en jornadas científicas, olimpiadas, cursos extracurriculares, encuentros de conocimientos, actividades culturales y otras que la llevaron a obtener premios relevantes o menciones y a ser alumna ayudante de Cirugía General.

Todas esas acciones más el estudio constante la condujeron a terminar la carrera con el mejor índice académico, 4,85.

¿Cuáles son tus planes al llegar a Angola?

En mi país no es igual que acá que cuando terminas tu carrera tienes ubicación y salario. Allá hay que someterse a un concurso público, como un examen de aptitud; si apruebas es posible tengas derecho a una plaza y a trabajar, y lo otro es que están las clínicas privadas, cuyo acceso es difícil.

Quisiera y será mi empeño hacer Cirugía General, aunque mi papá dice que Ortopedia, quizá por sus problemas en la columna, por lo que vino atenderse acá a Cuba hace años.

Me gusta la cirugía, porque es la experiencia de descubrir lo que hay mal dentro del paciente y curarlo con nuestras manos. Hay un dicho sobre el cirujano que dice: trabaja mucho y sabe poco, mientras que el del Clínico asegura: que sabe mucho y trabaja poco, pero yo no comparto esa filosofía. Para mí los especialistas del bisturí al escudriñar dentro del cuerpo humano y arreglar lo malo sabe demasiado. Pienso que todos son sabios, pues uno no puede trabajar sin el otro, son un equipo y así quiero ser yo cuando esté laborando en Angola.

Mi pasión es la Medicina, desde que dije y me propuse ser doctora. Tener la vida de una persona en tus manos es una bendición y cuando tú asumes el privilegio de devolverle la salud al enfermo es como un gozo en nuestro corazón, que nada lo puede llenar.

¿Qué opinas de la Medicina cubana?

Mi papá me dijo hace mucho que era la mejor del mundo y yo ahora le doy toda la razón. Es, además, la más humana. Allá en mi país hay muchos equipos sofisticados y medicamentos, pero en cuanto a la atención no es la misma. Si tienes dinero así será el servicio, porque no todos los hospitales son del Gobierno y los que hay están muy llenos.

En Cuba no hay privilegios de que tú tienes dinero o eres profesional u otras condiciones y por eso te atiendo a ti y al otro no. Todos poseen los mismos derechos y oportunidades.

Otro aspecto importante es el carácter preventivo de la Medicina cubana, es algo que no había visto ni conocido antes. Son cosas que he aprendido y quisiera aplicar allá.

En los últimos días he escuchado a cubanos reclamando por problemas de la corriente y yo digo, más vale esta Cuba con Salud y Educación gratuitas y hasta con canasta básica para todos, que nada en el mundo. Aquí he visto cómo se protege a la gente por igual, aunque no trabajen ni hagan algo productivo.

¿Qué te llevas de Cuba?

Ante todo, conocimientos, además, hermandad y solidaridad. Este es un pueblo preocupado unos de otros. Yo me sentí holguinera, una cubana más. Cuba se va en mi corazón.

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Comentarios  

# Guest 24-07-2022 17:32
Usted tiene la capacidad de emocionar en su artículo.Por nuestra labor siempre nos corresponde la evaluación. Excelente . Una historia de vida que atrapa al lector. La pregunta de la Medicina Cubana; llega a todos. Gracias Lourdes una vez más
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# #Lourdes 25-07-2022 01:31
GUEST, gracias por buscar nuestra página Web, leernos y su valoración por la entrevista a la Dra angolana.
Solo un detalle, pudiera escribír su nombre completo, nos gustaría y agradeceríamos. Saludos. Loupichs
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