De razones y pasiones

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patios casaFoto: ACN
 
Desde mucho antes del periodo especial en mi casa siempre hubo razones y pasiones por las cuales tener sembrado un pedazo. Así llegó el viejo limonero del fondo del patio, garante de tantas limonadas, y al que hoy, desafortunadamente, lo corroe una plaga e incluso la postura de una vid, cuya producción exuberante salió en las páginas impresas del ¡ahora! cuando yo ni soñaba escribir para él.
 
El arraigo campesino de los míos enseñó a su prole la importancia de tener garantizada la proteína con la cría de animales en el patio, tuvimos gallos, gallinas, pollos, patos con “piscina particular”, cerdos y hasta ovejos, créalo usted, a los que sacábamos con una correa como si de un doberman se tratara para que comieran pasto en el potrero de la esquina devenido organopónico, sin muchas diferencias.

Pasaron años, muchos, y en el afán de la modernidad y de quitarme un poco de trabajo en la limpieza, llené de lajas el patio y solo conservé algunos pedazos de tierra para especies ornamentales, medicinales y un pequeño espacio de unos ocho metros cuadrados donde hoy tenemos tres plantas de frijol caballero, tres de guineos, un gallo, una gallina y dos pollos, que mi padre ha criado a mano como si de hijos se tratara.

También tenemos dos cerditos en el corral. Es difícil mantenerlos alimentados para que la ganancia de peso sea estable, pero como no es una ceba intensiva si no de mantenimiento, con los restos de las comidas y algún que otro complemento del mercado, ahí están sosteniéndose hasta que les llegue la hora más propicia de ir a parar al refrigerador.

No niego que alguna que otra vez, durante estos dos últimos meses tan intensos, me he parado frente al corral con un cuchillo filoso en la mano, pero, ciertamente, necesitan más tiempo y más comida para recuperar lo invertido y dar alguna ganancia en especie, porque del cerdo, los cubanos,hemos aprendido a aprovecharlo todo, incluso el grito de la muerte en la madrugada, como inocente vendetta contra el vecino regetonero.

Es en este tiempo lleno de rigor cuando más extraño mi patio de tierra, porque quien tiene la posibilidad de producir parte de sus alimentos bien hace en explotar al máximo esta bendición y en lugar de tenerlo lleno de escombros puede poner a producir su espacio, que de seguro le reportará si no ganancias monetarias al menos algo para mejorar la oferta de la mesa propia.
 
En casa queremos implicarnos cada día más en esta faena, hemos hablado, incluso, de tener más aves y aprovechar el beneficiode comprar polluelos camperos y semirústicos, con 21 días de nacido y ya vacunados, cada jueves frente al parque José Martí, en la sede de la Empresa Avícola del territorio, pero hay que acondicionar primero jaulas donde ponerlos.

Porque, definitivamente, no corren esos días menos tensos de la década de los 80’, en los cuales, esta Cuba nuestra lograba producir, al año, 250 huevos y 9 kilogramos de carne de aveper cápita, producciones que cayeron en picada como el muro de Berlín en los 90’ y generaron, año tras año, cuantiosas importaciones, entorpecidas y encarecidas hoy, como triste saldo, del Bloqueo y la COVID-19.

Varios de mis vecinos han comido frutos de mi pequeño platanal de solo tres plantones, otros se han llevado semillas, porque son buenas productoras esas plantas y han dado increíbles racimos de hasta 200 guineos, que necesitaron “un pie de amigo” para sostenerse hasta madurar. Plantas caprichosas que ahora han echado sus frutos para el patio de mi vecino, un profesor de inglés, que también se ha empeñado en sembrar el suyo.

Lo mejor de todo es que no somos los únicos, las redes sociales me han mostrado, recientemente, imágenes del patio de una Fiscal, del de un profesor de la Universidad, una trabajadora de Recursos Hidráulicos, un fotógrafo de este Semanario y otros,que más allá de razones y pasiones, heredadas o adquiridas, vuelven a las añejas prácticas de las abuelas campesinas, en cuyos patios siempre hubo algo con que alimentar a su familia.

¡Ah! Por si alguien con “segundas intenciones” lee este comentario quiero decirle que también he tratado de sembrar ajíes, cilantro, y otros condimentos, pero los gorriones en su implacable picotear no permiten crecer a las plántulas.
 
 
Me niego a espantarlos porque disfruto mucho su presencia y ese juego de “atrápame si puedes” entre ellos y mi pastora alemana “Linda”, la verdadera dueña de mi patio.

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