Perseverancia
- Por Hilda Pupo Salazar
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No es por fortaleza que la gota de agua perfora la dura roca al caerle de manera continua, sino por la perseverancia. Llamamos así a algo constante o a un esfuerzo seguido, sin tregua y sin mucho reposo.
A veces olvidamos que nadie llega a la meta en un primer intento, porque pisar en falso varias veces antes de completar los planes es lo más común y, sin dudas, para tener buenas cosechas necesitamos mucha abnegación.
En los negocios funciona esta fórmula: Requerimos de voluntad para seguir aun cuando los resultados sean desfavorables. El optimismo no puede abandonarnos y la fe en el triunfo es importante, con las mejores energías.
Hablamos del afán de insistir, una y otra vez por mantener el camino hacia la realización de un sueño, sin importar las adversidades. Una persona así, si se cae es capaz de levantarse por su firmeza.
Esas gentes tienen claro que su objetivo está en el futuro y, para llegar, deben enfrentarse a los más duros retos del presente. Confía en lo que hace, en su lucha. Nunca se entregan a la llamada “buena suerte”.
En unos versos del poeta Pablo Neruda habla de despertar, luchar y caminar y de eso se trata, la inmovilidad es dañina, porque no nos permite progresar y la suerte es el pretexto de los derrotados. Quien se decide a luchar y a triunfar en la vida, ha de tener la voluntad de soportar el peso de las obligaciones que conlleva esa decisión.
Debemos asumir los desafíos de la existencia, convencidos de que somos capaces no solo de enfrentarlos, sino también de vencerlos. Por cuestión de actitud, no es bueno dejar morir los anhelos y seguir adelante.
Las hormigas, poco a poco, trasladan los granos y no se agobian al primer tropiezo, porque son perseverantes.
Según el abolicionista estadounidense Frederick Douglas: “Sin lucha no hay progreso”, mientras Napoleón Bonaparte, el militar francés, opinó: “Imposible es una palabra que solo se encuentra en el diccionario de los necios.”
En dos grandes grupos podemos dividirlo: quienes tiran la toalla o bajan los guantes (lenguaje boxístico) al primer fracaso y los que luchan a pesar de las dificultades. En la vida diaria podemos encontrar esas actitudes antagónicas.
A veces olvidamos que nadie llega a la meta en un primer intento, porque pisar en falso varias veces antes de completar los planes es lo más común y, sin dudas, para tener buenas cosechas necesitamos mucha abnegación.
En los negocios funciona esta fórmula: Requerimos de voluntad para seguir aun cuando los resultados sean desfavorables. El optimismo no puede abandonarnos y la fe en el triunfo es importante, con las mejores energías.
Hablamos del afán de insistir, una y otra vez por mantener el camino hacia la realización de un sueño, sin importar las adversidades. Una persona así, si se cae es capaz de levantarse por su firmeza.
Esas gentes tienen claro que su objetivo está en el futuro y, para llegar, deben enfrentarse a los más duros retos del presente. Confía en lo que hace, en su lucha. Nunca se entregan a la llamada “buena suerte”.
En unos versos del poeta Pablo Neruda habla de despertar, luchar y caminar y de eso se trata, la inmovilidad es dañina, porque no nos permite progresar y la suerte es el pretexto de los derrotados. Quien se decide a luchar y a triunfar en la vida, ha de tener la voluntad de soportar el peso de las obligaciones que conlleva esa decisión.
Debemos asumir los desafíos de la existencia, convencidos de que somos capaces no solo de enfrentarlos, sino también de vencerlos. Por cuestión de actitud, no es bueno dejar morir los anhelos y seguir adelante.
Las hormigas, poco a poco, trasladan los granos y no se agobian al primer tropiezo, porque son perseverantes.
Según el abolicionista estadounidense Frederick Douglas: “Sin lucha no hay progreso”, mientras Napoleón Bonaparte, el militar francés, opinó: “Imposible es una palabra que solo se encuentra en el diccionario de los necios.”
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