Juzgar sin tener conocimientos
- Por Hilda Pupo Salazar
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Dice una frase: “A quien me critique, primero le presto mis zapatos”, para esas personas que les gusta juzgar sin tener conocimientos y, hasta dan consejos alejados de la realidad práctica.
Nadie como los que viven una determinada existencia, con sus altas y bajas, para poder entender sus intríngulis, por tanto, esas opiniones carentes de ninguna noción nada aportan y, casi siempre, mucho que incomodan en vez de ayudar.
Por actitudes así, esas que significan “ir a donde no te llaman” se dañan la convivencia y puede causar malestar en las personas, por ese comportamiento entrometido y controlador. Ser “juez” es, en estos casos, una barrabasada que pretenden autoimponerlas.
Los llamados “consejos enlatados” son aquellos que sirven, para cualquier ocasión. Es fácil soltar frases de ánimos sin ton ni son, mucho irrespeto hay en ellas. Hablamos de fórmulas que nublan la mente y son capaces de distorsionar el objetivo central de socorrer con las palabras.
Se necesita de sensibilidad, para hablarles a otras personas de aspectos íntimos. Un consejo consiste en compartir una experiencia, en ofrecer una directriz o una guía que se pide y se da de forma voluntaria. En ningún caso es una orden, ni hay obligación de darlos o de exigirlos.
Todo se basa en nuestros propios conocimientos y, en los sentimientos, en los cuales saber escuchar es vital, no se valen criterios sin base e imponer nuestras ideas, hay que saber captar las necesidades ajenas y ponernos en el lugar del aconsejado. Expresarnos con arrogancia o autosuficiencia rompe la empatía.
Captar el estado anímico de la otra persona, con lo contado, e imaginarse en la misma situación puede favorecer el escenario, que al terminar de hablar la expresión sea: “comprendo tu situación”.
La humildad es importante y comprender que al final la decisión es de él o ella. Debe recordarse concluir, siempre, con “esto es lo que yo pienso, ahora eres tú quien decide”. Es claro que las soluciones no te pertenecen.
Prejuzgar implica emitir un juicio apresurado, es decir, elaborar una opinión de algo o alguien, sin tener suficientes elementos previos que argumenten dicho análisis.
Eso se da, cuando no nos ponemos en el lugar del otro y emitimos criterios superfluos. Hay quienes se sienten importantes en determinados núcleos y llegan a autoproclamarse “sabios”, necesarios consejeros, gente con la cual debe contarse por su abundante experiencias.
Dijo el novelista brasileño Paulo Coelho: “Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia”.
Comentarios
Para muchos, nuestro dolor era "pasajero, cambiante, innombrable" y decían cuanto lo sentían, que debíamos "seguir adelante, que la vida continuaba", y les escuchamos con respeto y civismo.
Otros nos pedían que nos refugiáramos en el descanso, en instituciones, en la oscuridad hasta que "llegara el día final para encontrarnos con nuestra hija".
Todos fueron escuchados con respeto. Pero nunca escucharon decirles o ripostarles con una mala frase o un gesto agrio, aún cuando muchas de esas palabras por su fuerza u origen, merecían una riposta mambisa de machete y toque de "a degüello".
El dolor no se comparte por todos ni con todos, es algo muy personal y cada cual escoge la forma de vencerlo o de acogerse a su sanción eterna.
Muchos se erigen en esos sabios populares y pretenden llevar la salvación al problema en sus manos. Otros solamente se vuelven repetitivos de frases esgrimidas con gran tino y sabiduría.
Nosotros en nuestro dolor solo pretendimos acogernos al recuerdo, la omnipresencia espiritual de nuestra hija, levantarle un pedestal en nuestra memoria y sentirla presente en cada gesto, verbo o idea que nos motivara su imagen.
A todos los cercanos en este tiempo, gracias por su acompañamiento.