Ideales independentistas
- Por Hilda Pupo Salazar
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El 24 de agosto de 1879 comenzó otra etapa liberadora del pueblo cubano. La Guerra de los 10 años terminó sin conquistar la verdadera paz con independencia y abolición de la esclavitud, que se había frustrado por el Pacto del Zanjón y, tuvo, en la Protesta de Baraguá un acto de rebeldía mambí.
El levantamiento armado, conocido como La Guerra Chiquita duró menos de un año (entre 1879 y 1880) y fue liderado por el Mayor General Calixto García Iñiguez, el brigadier holguinero Belisario Grave de Peralta estuvo entre los alzados.
El propio José Martí, en carta a Emilio Núñez, entendió lo inútil de seguir la contienda e instó al general villaclareño a deponer las armas, en aras de evitar su inmolación: “Nuestra misma honra, y nuestra causa misma, exigen que abandonemos el campo de la lucha armada”.
Quince años más tarde, el 24 de febrero de 1895, los cubanos volverían a la manigua. Las experiencias acumuladas en la Guerra Grande y en la Guerra Chiquita servirían para evitar cometer los mismos errores.
Entre las causas del fracaso de la Guerra Chiquita estuvieron: Falta de un liderazgo político y militar; existencia de prejuicios raciales; posición reaccionaria de los partidos políticos burgueses existentes en Cuba y efectividad de las acciones desarrolladas por las autoridades coloniales durante su etapa de preparación y realización.
No obstante al revés, tal acometida constituyó una importante enseñanza para todo el proceso de organización de la guerra necesaria (1895-1898), que sería preparada por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano.
El levantamiento armado duró poco, pero, constituyó un momento imprescindible de la historia patria, pues demostró la validez del ideal independentista y la inquebrantable decisión del pueblo cubano de obtener su emancipación.
Sirvió para descaracterizar el contenido ideológico del autonomismo, cuya campaña racista pretendía desvirtuar los verdaderos principios de la insurrección, además, marcó la iniciación de José Martí como dirigente, desde un pequeño club en La Habana y más tarde sustituto de Calixto García en la emigración.
El Maestro adquirió una vasta experiencia y le allanó el camino para entrar en contacto con las masas populares del exilio, su futura base social para una nueva revolución, que dio continuidad al ideal independentista.
La llamada Guerra Chiquita fue la continuidad de la intransigencia revolucionaria que significó la Protesta de Baraguá, escenificada por el Titán de Bronce y representó, sobre todo, para José Martí una experiencia esencial acerca de la necesidad de lograr una nueva forma organizativa de la Revolución que erradicara, para siempre, las divisiones y vacilaciones en las filas cubanas, para lo cual concibió el Partido Revolucionario Cubano.
El debut de José Martí, como dirigente político del pueblo cubano, coincide con el comienzo de las relaciones con Calixto García. El segundo intento independentista o la conocida Guerra Chiquita fue el acontecimiento histórico que los unió.
Es significativo que en tan poco tiempo Martí transitara, desde un pequeño club en Cuba, hasta sustituto de Calixto con la presidencia interina del Comité en Estados Unidos y, además, que el experimentado combatiente y organizador en la Guerra Grande, depositara tan rápido toda su confianza en la capacidad del joven.
Dos trascendentales escritos en ese tiempo sellaron la unión de estas dos figuras de la independencia Patria: la proclama del Comité Revolucionario, dirigida al pueblo y ejército cubanos, cuyos textos, escritos por Martí, Calixto había firmado y traído al país.
Al suscribir la aceptación del contenido patriótico del impreso motivó que, la frase martiana contentiva “¡O libres para siempre, o batallado siempre hasta ser libres!”, trascendiera hasta hoy como identificativa del General holguinero.