La revolución de lo invisible

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Cuando en 1959 el físico estadounidense Richard Feynman propuso manipular átomos desde la química, hacer ingeniería en la nanoescala, nadie le hizo caso. Algunas décadas después, en 1986, un ingeniero de la Nasa –Erick Drexler- desempolvó aquellas ideas conceptuales de fabricar máquinas de tamaño increíblemente pequeño.
A 60 años de aquella primera mención hoy la nanotecnología es mucho más que una realidad, es el futuro. Industrias, científicos y naciones apuestan por desarrollar todo el potencial de modificar, crear o manipular elementos a una escala en la que un nano es la milmillonésima parte de un metro o la millonésima parte de un milímetro. Lograrlo en toda su expansión equivale a otra revolución industrial.

No es una exageración esa afirmación, pues con el dominio y aplicación de esta la humanidad puede alcanzar logros inimaginables en casi todos los campos de la sociedad y la ciencia, dígase la automovilística, los nuevos materiales, electrónica, comunicaciones, generación de energía, salud humana, alimentación, cosmética, medio ambiente y la industria de domésticos, por mencionar algunos.

Mire si es así que científicos crearon 'medusas fluorescentes' para hacer combustible, ropas que repelen la suciedad y el mal olor; es utilizada, también, para realzar el color, el sabor y hasta se está intentando crear neuronas.

En la medicina ya se habla de nano sensores que detectan los ataques cardíacos antes de que ocurran, y en cuanto a materiales, investigadores de la Universidad de Texas lograron purificar agua con un “gel jerárquicamente nanoestructurado”.

Pero, ¿en qué consiste la nanotecnología? Es el estudio, diseño, creación, síntesis, manipulación y aplicación de materiales, aparatos y sistemas funcionales a través del control de la materia a nano escala.

Si bien en sus inicios fue potenciada por distintas ramas de la industria militar –como referenciamos al inicio- y tuvo como objetivos principales miniaturizar el armamento nuclear, el desarrollo de nuevas técnicas de camuflaje y chalecos antibalas, no tardó mucho para que su campo se expandiera a diversas esferas.

En Cuba, en medio de la situación económica tan crítica que atravesamos y con los elevados costos que supone para el país incursionar en este campo, ya existen logros del uso de la nanotecnología.

Por ejemplo, en el año 2012 el Centro de Investigación y Desarrollo de Medicamentos anunció la obtención del primer producto farmacéutico logrado a escala industrial mediante el uso de la nanotecnología, dirigido a pacientes trasplantados.

Desde antes la intención del país caribeño marchaba con pasos firmes, pues como mismo expresara a la prensa el doctor en Ciencias Luis Felipe Desdín, coordinador del Programa Nacional de Nanociencia y Nanotecnologías: “Aunque se trata de una práctica científica de primer mundo en extremo cara, si el país no incursiona en ella, crea la infraestructura apropiada y forma especialistas altamente calificados, corremos el riesgo de quedar atrás en la aspiración de contar con productos nacionales de alto valor agregado y cada vez más eficaces y competitivos”.

Para ello en el año 2017 científicos cubanos presentaron ese Programa dirigido a “contribuir a la asimilación y despliegue de esta tecnología avanzada, con vistas al desarrollo económico y social de la nación”.

Tal es así que universidades cubanas existen proyectos nanotecnológicos, centrados, en su mayoría, en las ramas biomédica, agricultura y energía.

Otro paso hacia su progreso fue la inauguración el pasado 18 de julio del Centro de Estudios Avanzados de Cuba para el desarrollo de las nanociencias y las nanotecnologías.

Este estará enfocado en las áreas de la biotecnología y la medicina, con un carácter multidisciplinar y entre sus intenciones impulsar la presencia cubana en mercado internacional de la bionanotecnología.

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