¿Por qué celebramos el Día de la Rebeldía Nacional?
- Por Claudia Arias Espinosa
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Con el paso del tiempo, el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes devino hecho emblemático de la historia cubana, al constituir el punto de partida de un proceso revolucionario que, finalmente, propició la independencia verdadera del país.
Pero el 26 de julio de 1953, el asalto no fue más que la decisión arriesgada de una generación, la del centenario, de cambiar el estado de cosas de la nación.
“Los tanques están ante el Palacio de la Presidencia. La bota, el casco y la fusta se imponen sobre el poder civil de la república”, así informaba la prensa el golpe de estado perpetrado un año antes, por Fulgencio Batista.
“¡Cubanos! Hay tirano otra vez, –exclamaba el joven abogado Fidel Castro, en los días posteriores– pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay opresión en la Patria, pero habrá algún día otra vez libertad”.
Según el Código de Defensa Social, vigente en aquel entonces, Batista era responsable de un “hecho encaminado directamente a cambiar en todo o en parte, por medio de la violencia, la Constitución del Estado o la forma de gobierno establecida”.
También, de un “un hecho dirigido a promover un alzamiento de gentes armadas contra los Poderes Constitucionales del Estado”.
Además, consiguió “impedir o estorbar la celebración de elecciones generales” y “sin facultad legal para ello, ni orden del Gobierno, tomó el mando de las tropas”.
Basado en el Código, Fidel calculaba que Batista debía cumplir una sanción de 108 años de cárcel. Pero los magistrados se mantuvieron al margen. Los jóvenes no pudieron. Sentían con entraña de nación. Un año y cuatro meses más tarde, asaltaron el cuartel Moncada, uno de los enclaves militares más importantes del país.
Nadie mejor que Fidel para vestirnos con la piel de los asaltantes, ni testimonio más vívido que el que ofreció durante el juicio realizado en octubre de 1953.
“El plan fue trazado por un grupo de jóvenes, ninguno de los cuales tenía experiencia militar”, comenzó a explicar. “Más difícil fue organizar, entrenar y movilizar hombres y armas bajo un régimen represivo que gasta millones de pesos en espionaje, soborno, delación…”
Contó que “Se hicieron desde los primeros momentos numerosos prisioneros (…) y hubo un instante, al principio, en que tres hombres nuestros (…) lograron penetrar en una barraca y detuvieron durante un tiempo a cerca de cincuenta soldados. Estos prisioneros declararon ante el tribunal, y todos sin excepción han reconocido que se les trató con absoluto respeto, sin tener que sufrir siquiera una palabra vejaminosa…”
Pero la suerte, el 26 de julio de 1953, no favoreció a los revolucionarios.
“El choque con la patrulla (totalmente casual, pues veinte segundos antes o veinte segundos después no habría estado en su punto) dio tiempo a que se movilizara el campamento, que de otro modo habría caído en nuestras manos sin disparar un tiro, pues ya la posta estaba en nuestro poder–aseguró Fidel–. Por otra parte, el parque de nuestro lado era escasísimo. De haber tenido nosotros granadas de mano, no hubieran podido resistir 15 minutos”.
Fue necesario ordenar la retirada. En grupos de ocho, de diez. Protegida por seis francotiradores, al mando de Pedro Miret y Fidel Labrador. Antes de las 3:00 de la tarde, llegó desde La Habana el general Martín Díaz Tamayo, quien trajo instrucciones completas, determinadas en reunión con Batista, el jefe del Ejército, el jefe del Sim y otros.
Martín Díaz dijo que “era una vergüenza y un deshonor para el Ejército haber tenido en el combate tres veces más bajas que los atacantes y que había que matar a diez prisioneros por cada soldado muerto”. Esa fue la orden. Entonces, comenzó la matanza.
“Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamusqueados por los disparos a boca de jarro”, contó Fidel.
“Por las madrugadas eran sacados del campamento grupos de hombres y trasladados en automóviles a Siboney, La Maya, Songo y otros lugares, donde se les bajaba atados y amordazados, ya deformados por las torturas, para matarlos en parajes solitarios. Después los hacían constar como muertos en combate con el Ejército”.
El saldo total de bajas fatales en las acciones del 26 de julio fue de cinco combatientes. Después del asalto, fueron asesinados 46 de los revolucionarios hechos prisioneros. Los diez combatientes capturados en el asalto al cuartel Carlo Manuel de Céspedes, en Bayamo, fueron asesinados también.
Si la juventud sabía que podía perder la vida entre los muros del Moncada, ello no fue motivo suficiente para ignorar su deber histórico con el país. Sirvan estas líneas para reflexionar, hoy que somos continuidad, cuál es el nuestro.
Comentarios
Fui al frente de un grupo de trabajadores del campo en su mayoría combatientes del Ejército Rebelde y de la Lucha Clandestina que nos albergaron en la Universitaria Católica de “Villa Nueva” en Mariano donde estudiaban hijos de las familias burguesas del país, pero en ese momento histórico, tenían ciertas posiciones de respaldo a la joven Revolución triunfante. El 23 de Julio en un tramo comprendido entre Santa Clara y Matanzas, se detuvieron las dos locomotoras que arrastraban aquella larga hilera de maltrechos improvisados “coches” donde a partir de las 10 de mañana fruto de lo orientado por el Movimiento 26 de Julio y las centrales obraras, para reclamar al Comandante Fidel Castro Ruz, que volviera a ocupar el cargo de 1er Ministro del Gobierno Revolucionario, al cual había renunciado días antes, como digna respuesta a la posición no revolucionaria del Presidente Provisional Manuel Urrutia. De esta forma se llevó a cabo de forma exitosa un paro nacional de una hora de duración en demanda de que el Comandante en Jefe Fidel Castro ocupe de nuevo el cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. Culminó así el poderoso movimiento popular que se desarrolló en todo el país reclamado el regreso de Fidel al Premierato. Tuvimos el alto honor, de con sombreros, guayabera y machete, participar en ese grandioso acto en la Plaza Cívica el 26 de julio de 1959, donde el Máximo Líder Fidel Castro hizo público la aceptación de regresar al cargo, lo que fue ovacionado tirando los sobreros en alto y sonando los machetes que portábamos. Fue algo maravillo, ver a Camilo Cienfuegos, Carlos Rafael Rodriguez, y otros compañeros en la tribuna dándole fuertes abrazo a Fidel.
2. De igual forma el 26 de Julio de 1960 participé en la 2da concentración por el 7mo aniversario de los Asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, efectuada en las Mercedes estribación de la Sierra Maestra en territorio de Manzanillo provincia de Oriente. Viajamos desde Holguín en una rastra que solo tenía entrada de aire por la parte de atrás. Por todo los pueblo; Bayamo, veguita, Yara y otros recibimos el entusiasta recibimiento de los pobladores de la actual provincia de Granma.
INOLVIDABLE AQUEL MOMENTO: Levantando en alto los machetes y tirando al aire los sombreros, mostramos la alegría infinita, por el regreso del líder de la Revolución Fidel Castro al Cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. Sobre el particular Fidel dijo:
‘’ Me preguntaba también por qué esa muestra de júbilo extraordinario al anunciarse que sencillamente acataba la voluntad del pueblo cuando me demandaba reintegrarme de nuevo al cargo de Primer Ministro (APLAUSOS).
Y la única explicación lógica, que no puede estar en la obra modesta que hasta aquí hemos realizado, la única explicación lógica de ese júbilo, es que el pueblo sabe perfectamente bien que a mí los cargos no me interesan (APLAUSOS); es que el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de las conveniencias de la nación, que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del desinterés que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el cargo de Primer Ministro ni por todos los cargos de Primer Ministro del mundo juntos (APLAUSOS). Porque el pueblo sabe que el cargo para nosotros es simplemente un lugar de sacrificio, un puesto de trabajo, es por lo que se explica únicamente ese júbilo, porque así reaccionan los pueblos: ¡Jamás están con los ambiciosos, jamás están con los interesados! (APLAUSOS), y jamás estarían pidiendo el regreso a un cargo a quien lo estuviera ambicionando, porque si de algo estaba cansada nuestra patria era de ambiciosos, era de gente interesada, de hombres que no eran capaces de sacrificarse por los intereses de la nación.’’