A galope, vuelve Mayo
- Por J. Alberto Lago. Estudiante de Periodismo
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Si viene desde Santiago de Cuba, a pocos kilómetros de Palma Soriano está Dos Ríos. En caso de ser Bayamo su origen, debe recorrer un aproximado de 47 kilómetros. Y es llegar allí, donde se unen las aguas que en igualdad con él, han recorrido todo el oriente cubano. Allí, donde el banal sedimento se convirtió en suelo sagrado al bañarse con la sangre de un ser inigualable. Y es allí donde, erguido en la historia y en la geografía granmense, se encuentra el Monumento Nacional de Dos Ríos, un sitio que, por más que pasen los años, continúa impoluto, como desde aquel día en que el líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz lo inauguró.
Cuentan que la yerba de guinea se alzaba tan alta, que ni siquiera se hacía posible ver a un jinete sobre su cabalgadura. Por aquel entonces, era un área rural de la provincia de Oriente, Cuba; que, en ese momento, poseía un paisaje de campos y montañas, con una población escasa y predominantemente agrícola. El entorno era natural y selvático, con ríos que cruzaban la zona, lo que proporcionaba un aspecto pintoresco, pero también peligroso debido a las condiciones de guerra.
El nombre, nunca mejor atribuído, proviene de la confluencia entre los ríos Cauto y Contramaestre. Sin embargo, la popularidad del mencionado lugar, en el contexto histórico, se asocia con el combate que allí tuvo lugar, el 19 de mayo de 1895, donde el Apóstol fue asesinado.
El monumento ha experimentado varias etapas de evolución y transformación desde construido, puesto que grandes hitos en la historia lo han marcado de manera física. Su construcción, tras la muerte de José Martí en 1895, inició con la idea de erigir uno en su honor. Sin embargo, el primero en su conmemoración no fue construido hasta varios años después, en el contexto de la creciente importancia que el Apóstol alcanzaba, como símbolo de lucha por la independencia cubana.
La inauguración tuvo lugar en 1909, con un primer monumento que consistía en una simple placa conmemorativa en el lugar donde cayó el héroe nacional. Era bastante modesta, reflejo de las limitaciones de la época. A lo largo del siglo XX, el interés por la figura de aquel hombre tan multifacético creció. El triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, llevó a una serie de renovaciones y mejoras en el sitio, a tono con la trascendental figura martiana.
El monumento conmemorativo que se puede ver actualmente fue inaugurado en 1975. Y, aunque la naturaleza le ha causado un par de estragos, nada, absolutamente nada; ni un rayo, ni huracanes, ni mucho menos sismos, le roban la esencia y el imponente aspecto al gigante, que una vez, incluso, fue más gigante aún. El proyecto original incluye una escultura más elaborada y un espacio adecuado, para la conmemoración y el aglutinamiento de las masas que, casi a diario, visitan el lugar con el simple propósito de atestiguar el "déjà-vu" que provoca el solo hecho de pisar el último campo de batalla de un gran hombre, la prueba viva de que, hasta en su muerte, aquel ser tan universal se llenó de grandeza.
Dos Ríos es un lugar donde la historia cobra vida, donde cada 19 de mayo cientos de personas se reúnen, para una vez más, idealizar aquel momento que no marcó el final de una vida; por el contrario, significó el principio de un sentimiento de amor y admiración desmesurado de un pueblo para con un héroe.
La conexión entre esta localidad y José Martí no solo es un recordatorio del pasado, sino también una invitación a reflexionar sobre el presente y el futuro de Cuba. Pues, en un mundo donde las luchas por la justicia social y la libertad continúan, el legado martiano sigue siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan un cambio significativo y radical.
Y aunque, tal vez, ya la convergencia de las aguas no sea tan cristalina; aunque quizá ya el gigante blanco no mida tanto como en 1975; aunque la mano del hombre y la factura que pasa tiempo borren los rasgos que Dos Ríos tenía de nacimiento; aunque un par de remodelaciones, de edificaciones, tal vez un museo para que el visitante logre ver más de cerca a Martí: porque Martí era un hombre visionario; aunque cinco balas hayan atravesado su coraza y se lo hayan llevado físicamente, él sigue allí.
Porque Martí es de Dos Ríos, es de Oriente, es de la Serranía y de la llanura del Cauto-Contramaestre, es de Cuba, es del mundo.
En este sentido, Dos Ríos no es solo un sitio histórico; es un símbolo del compromiso inquebrantable con los ideales de libertad y dignidad humana que Martí defendió hasta su último aliento. Su nombre perdurará en el tiempo, y cuando mayo vuelva, resonarán los cascos de su cabalgadura, en medio de aquel, que para los incrédulos fue, su último galope.