A Etcétera no le quedan bien las despedidas
- Por Mari Lam / Estudiante de Periodismo
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Fotos: La Luz Centro de Comunicación Cultural
Se encienden las luces. Buenas noches, público aplaudidor de Holguín.
Primer acto. Tres hombres están parados en medio del escenario del Eddy Suñol y se apuntan entre sí. Es una referencia de referencias, pero así se compone todo el espectáculo. La escena trata de un robo: el primer hombre, la víctima, está tirado en el piso. No trae ni teléfono ni efectivo, pero el ladrón le otorga la oportunidad de aceptarle la transferencia —una cosa modernísima, progresista—. El tercero, un tipo de influencer, y último en llegar, transmite un en vivo de toda la escena. Y se da cuenta, de a poco, que a la gente le gusta lo del robo y mientras más violento, mejor, porque se van viral.
El público aplaudidor aplaude. Segundo acto: universo de Matrix, un hombre nada especial es secuestrado —¿Sabes por qué estás aquí?, le preguntan. Nadie sabe por qué estamos aquí, responde. El público interrumpe con una ovación—. Le ofrecen dos salidas. Una pastilla roja, que si la consume continuará con la vida cotidiana cubana y una verde, que si la escoge, lo hará un tipo viral. Se toma la verde sin pensarlo mucho. El público aplaudidor del Eddy Suñol vuelve a aplaudir.
Tercer acto: un podcast, dos reguetoneros y nuestro último personaje, el hombre nada especial, que despierta tras la elección. Lo entrevistan, o lo intentan. De vez en cuando llegan a anuncios. Presentan la nueva inteligencia artificial cubana —que se rompe cuando le preguntan sobre los apagones— y además, un sketch de una cola del banco en el que hay tres personajes, entre ellos un chino que busca depositar los caramelos del vuelto de la tienda de USD y nuestro hombre-nada-especial que quiere pedir un crédito para hacer un potaje.
Y aplauden. El público aplaude y ríe y nunca deja de aplaudir en el primer, segundo, tercer acto y sus derivados. Es lo que pasa cada vez que el grupo humorístico Etcétera llega a Holguín, que no ha dejado de ser su casa. Esta vez fueron los días 3 y 8 de mayo como parte de la edición 32 de las Romerías. El espectáculo “Se fue viral”, estreno mundial del grupo, agotó sus entradas en las primeras horas de venta. Cobró sentido una vez dentro, frente al telón que fue testigo de cada ovación del público que interrumpía los diálogos. Fue, en sí, un espectáculo bien logrado, en el que cada sketch estaba enlazado, dando paso uno al otro. Aprovechaba mucho de experiencias anteriores y por tanto, quedó apoyado en gran parte en el humor físico, la comedia picante, en la representación de distintos personajes y tramas que mezclan entre sí.
Pasa que los muchachos de Etcétera saben lo que hacen. Y lo que la gente siente a diario ellos lo llevan a escena. Pero no de cualquier forma: satirizan, critican, exponen, y entre todo eso, ríen. Logran que usted, en el asiento, se ría de la bancarización, de los robos, de las noticias falsas manipuladas que llegan a ese espacio Ciber-(Cuba) y de cada traba que existe una vez que se despierta. Que se piense, además —y de ahí viene lo legendario del humor cubano, ¿no?— en que a eso hemos llegado. Toman eso que dicen por ahí de que el cubano se ríe de todo, porque chotea, aligera y sigue con su camino y lo llevan a escena. Eso es Etcétera, más que esa definición del resto y las demás cosas. Se burlan de lo ridículo que se ha convertido la dinámica de redes sociales, esto del algoritmo, las colas, la vida de los vídeos y el público ríe con ellos. (¡Alguien tenía que hacerlo!, exclamó alguien sentado atrás de mí.)
Compuesto por Eider Luis Pérez, Luis Ángel Batista y Yasser Velázquez, Etcétera ha alcanzado un punto de madurez en su puesta en escena que lo sitúan como uno de los grupos humorísticos insignes de la actualidad. Probablemente, un referente dentro de cinco, 10, 15 años, del humor que caracterizara las dos, casi tres primeras décadas del 2000. Eso si no lo es ahora. No por gusto fueron ellos la primera agrupación creada en el nuevo milenio que se uniera al catálogo del Centro Promotor del Humor.
Se debe a que la comedia de ellos tiene su propio sello, donde se encuentra el gusto de la sátira e interpretación que desempeñaran grandes de los años 90 —la influencia de humoristas como Carlos Gonzalvo y agrupaciones como La Oveja Negra— pero donde se descubre, además, una adaptación a lo que el público consume hoy en las redes. Estuvo este momento, en el acto tres, donde los personajes se percataron de que bajaba el rating y, para remediarlo, hicieron un reel en tendencia y le tiraron beef a Chocolate. O el final del primer sketch, donde la pantalla la ocuparon las noticias virales, falsas, de la víctima del robo, informando que estaba caído en el piso debido a que vio los precios de las mipymes. O cuando la inteligencia artificial se congeló ante la pregunta de cómo lograr que el salario cubano promedio llegue a fin de mes.
Etcétera (el resto, y las demás cosas) tiene ese algo necesario para la ciudad. Pero luego no saben despedirse. Se acaba el acto uno, dos, tres y sus derivados. Hay una pausa de luces y un agradecimiento. Los tres salen a escena entre los aplausos y el público se pone de pie. Se despiden en este orden, dicen: esta noche, fuimos Yasser, Luis Ángel y Eider. Y se quedan ahí, de pie, en lo que se cierra el telón. Miran al público y el público los mira a ello. El público aplaudidor aplaude. Nadie se quiere mover. A ellos no le quedan bien los adioses. Y a Holguín no les queda bien dejarlos ir. Queda cierto silencio luego. Quizás por ello, pese a su separación, siguen regresando. Porque aunque se cierre el telón, nadie dentro del teatro se quiere ir.
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