El consentimiento y la palabra empeñada
- Por Hilda Pupo Salazar
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Cuando das tu consentimiento apruebas, otorgas o permites una determinada condición, es como: “Le doy mi palabra”, legítimo para, desde el honor, adquirir esa responsabilidad en cualquier ámbito de la vida.
Es la importancia de los principios éticos, honorabilidad y reputación de las personas para que ejerzan la función de garantía implícita ante una decisión.
Como aval, es el valor empeñado, tradicional símbolo de buena persona, con honestidad y correcta intención para asumir algo y, a pesar de que es intangible (apenas una voz), queda comprometido a consumar.
Urge, en nuestra vida social, dignificar la valía de la palabra para crear y transformar la realidad, de ahí el consejo clásico de hablar lo indispensable y pensar bien antes de hacerlo, porque tanto la expresión como el silencio constituyen sentido de oportunidad para hacer más confiable nuestras relaciones humanas.
Cuando esos actos son positivos muestran que una persona entiende y comparte el parecer de otras, o que comprende y acepta una disposición, con entendimientos mutuos.
Muy determinante es la seguridad de que cada uno es, absolutamente, responsable de su determinación, pero no es suficiente con el silencio, ni con un “tal vez, podría ser, es lo que quieres, luego”, porque solo el sí significa sí.
La expresión "estar de acuerdo" se conoce como consentimiento, acto y resultado de consentir, aprobar la concreción de determinado asunto, condescender, tener por cierto, otorgar, permitir. La idea de aprobación, de acuerdo con el significado del término, implica admitir, tolerar o soportar las consecuencias.
El propósito principal de la anuencia es acordar mutuamente algo, para crear un entendimiento mutuo que te acompañe, sin forzarlo y puede retirarse en cualquier momento, si así se entiende, por cualquiera de las partes.
De acuerdo con los abuelos, el valor de la palabra empeñada era suficiente prueba de cumplimiento ante un compromiso; de suceder causas de fuerza mayor que impidan cumplir con lo acordado, de inmediato hacían saber el impedimento o retraso.
Según testimonios de personas decorosas, cumplir la palabra descomprime psicológicamente, aliviana cargas, vigoriza la autoestima, desde la dignidad al recibir merecimientos, respeto y total confianza.
Mientras, en Derecho, el consentimiento se entiende como la voluntad manifiesta, ya sea de carácter tácito o expreso de un mínimo de dos individuos, para aceptar y reconocer obligaciones de diversa índole.
De acuerdo con la frase más famosa de Mahatma Gandhi, político y activista indio: “Ojo por ojo y el mundo acabará ciego… Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia… Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él… Vive como si fueras a morir mañana; aprende como si el mundo fuera a durar para siempre…”
Napoleón Bonaparte, militar y estadista francés, prefería decir: “El mejor método para cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás”. Y Sófocles, poeta griego, concluye: “Una palabra es suficiente para hacer o deshacer la fortuna de un hombre”.
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