
Miro el monograma y mi mente se invade, de muchas maneras, de muchas historias. Aquel distintivo rojo que marcó, como nunca, tres años de mi vida. Aquel que hace reconocer a un estudiante de Vocacional en cualquier lugar de esta Isla. Ya deteriorado, por el paso de más de 6 años, todavía refleja anécdotas, los silencios y los gritos de aquella época adolescente, las palabras dichas, los pasillos viejos, el albergue de pocos días, las botas “coloso”, los épicos festivales, las pruebas “al límite”. Todavía, aparecen, como reflejos de luz, una que otra cara, algún que otro nombre, una fecha, un lugar, un gesto.