Un pueblo bueno

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Hijo, no me preocupa cuanta ropa te quedó a salvo, o en qué lado del pueblo cargaba el teléfono luego de tantos días sin electricidad, o si quedó intacta la bicicleta que te regaló el día de tu cumpleaños. Me inquieta (y es una pregunta que me hago a diario) cuánto bien haz hecho por otros. Sin buscar pretextos; ser bueno porque sí, porque te nazca dentro un gusto fértil de hacer el bien, de ser útil (OC. T18 pág 455). Y así día tras día, sin cansarte nunca. El bienestar permanente solo se logra después de muchos años de hacer el bien (OC. T18, pág 391). Hay gente que perdió todo por lo que habían luchado y me haría muy feliz verte ayudarles a recuperar, aunque sea, su esperanza.

Fíjate bien que no hablo de un tiempo pasado, donde se perdía la cuenta de los buenos hombres, porque eran muchos, y había como un respeto de acero entre unos y otros, un cuidado supremo en devolver con bien cada gesto (OC. T4. pág 374). Te hablo de ser bueno hoy que anda la gente obsesionada con eso de “ojo por ojo” o “que Dios multiplique para ti lo que deseas para mí”. Hacer el bien aunque no se gane nada más que una satisfacción muy honda y personal, sin hacerle fotos a cada gesto bondadoso y subirlo a las redes digitales para que el mundo lo vea y aplauda.

Ser bueno hoy te preparará para una época donde unir a los hombres del pueblo en pos de una causa común será una tarea que no pocos darán por imposible. Las almas dispersas por el ruidoso crujir del egoísmo serán como árboles sin raíz cayendo en mitad de un parque. Solo hay dos caminos para los hombres (OC. T5 pág 53): el de los que aman y fundan y el de los hombres malos, al que pertenecen tanto los que se niegan a sembrar cuando aprieta el hambre como los que mastican despacio en la madrugada para que nadie los escuche y así evitar compartir el poco alimento que le resta al pueblo.

No pueden ser buenos los hombres de manos libres y sanas que contemplen calmados como los malos marineros encaminan el barco hasta el arrecife. Los hombres buenos han de juntarse para salvar el barco, no lanzarse al agua en los pocos botes del naufragio dejando a los compañeros abandonados a la furia del oleaje (OC. T1. 337). Ninguna acción cae del cielo como la llovizna, se consigue con mucha constancia. Ha de entrenarse el corazón para amar a los otros por encima de sus faltas, porque de lo contrario la oscuridad del mundo entrará a hurtadillas en su pecho.

No será una tarea imposible eso de hacer el bien. En realidad no estarás solo. Nuestro pueblo es bueno (OC. T1. pág 351), solo han de juntarse, en cuadro apretado, a sembrar juntos el futuro. Un pueblo bueno que no necesita excusas para ayudarse unos a otros, que levanta, como una tradición, por encima del perímetro que divide una casa de otra, el poquito de café para el vecino más próximo, o le resta el arroz a su fin de mes para que alguien coma un día más.

Esa bondad pudo verse tras el paso del huracán, cuando los pocos que tenían electricidad brindaron sus viviendas para cargar los equipos de los vecinos o cocinar el alimento de los niños. Se juntaron para quitar a machetazos las ramas truncas de los árboles, compartir juegos de mesa en las horas lentas; recogieron donaciones para los que habían perdido sus cosas cuando se puso alto el río; llevaron en sus espaldas los cuerpos rotos de aquellos que la lluvia y el viento golpearon con más rabia. Pudo verse, por sobre las ramas caídas del paisaje, un pueblo de un solo corazón, que buscaba ayudar a los demás en lo que hiciera falta (OC. T1, pág 265).

Has de cuidarte hijo. Muchos buscarán arrancar de tu alma la fe en la bondad. De ser necesario, tienes que fundar una sociedad secreta del bien (OC. T3 pág 224) donde se de culto a la dignidad plena del hombre, donde se libre una guerra contra todo el que pretenda arrebatarle a los hombres su pueblo y su esperanza (OC. T1. pág 321); porque eso es, de modo indiscutible, un delito contra el amor (OC. T1. pág 336).

Recuerda que los malos no triunfan sino donde los buenos son indiferentes (OC. T9 pág 359). Pongo mi fe en que seas como arco iris en la llovizna, o sol después de la tormenta. Si haces esto sentirás que ninguna pena te llega al tobillo (OC. T3 pág 148). Nuestro pueblo necesita de ti hoy más que nunca. Sé bueno, que es el único modo que existe de ser dichoso (OC. T8 pág 289)


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