¡Qué calor!

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“¡Qué calor!”, se puede escuchar en una parada, una cola o un parque. “Hacía años no vivíamos un verano así”, confirman los que cuentan con la experiencia, respaldada por cabellos blancos. “El cambio climático destruirá al planeta, cada vez será peor”, auguran quienes relacionan este sofocante escenario con el desapego ambiental de los hombres.

Las altas temperaturas fueron una constante en nuestro país durante la etapa estival. El calor no es anacrónico a esta Isla, cuyos habitantes convivimos con un Sol capaz de quebrar las más duras piedras, pero, incluso los que pensamos nuestra rutina con el añadido ardor del clima tropical, percibimos cuando los termómetros se disparan.

Este julio se mostró notablemente caluroso, con respecto a años anteriores. Agosto no se comportó de forma más benévola, pues estuvo marcado por la influencia de temperaturas máximas elevadas, según reportes del Instituto de Meteorología.

Sin embargo, Cuba no fue un caso aislado. Recientemente la Organización Meteorológica Mundial informó que la Tierra registró los tres meses más calurosos de su historia, entre junio y agosto de este año.

Asimismo, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus reconoció que las temperaturas de las superficies del mar alcanzaron valores máximos preocupantes, mientras que la extensión de hielo marino antártico contabiliza niveles mínimos.

Por su parte, el periódico Granma recoge que, según predicciones de la agencia y la Oficina Meteorológica del Reino Unido, hay un 98 por ciento de probabilidades de que, por lo menos, uno de los próximos cinco años sea el más cálido hasta la fecha. Un pronóstico preocupante, ¿verdad?

Las causas del agresivo verano son diversas, y van desde la quema de combustibles fósiles hasta la emisión de gases de efecto invernadero alojados en la atmósfera. Un buen número de expertos refieren que este contexto tiene como responsable al hombre y su acción violenta hacia el planeta.

Olas de calor, intensas sequias e incendios forestales son algunas de las múltiples consecuencias, que afectan a ecosistemas y naciones. Si nos remitimos a los efectos en la salud humana, la lista se multiplica en la medida que arrecian las temperaturas.

Ese aumento excesivo puede conducir al agotamiento, calambres a raíz de la actividad física intensa, golpes de calor y erupciones cutáneas. Además, la sobreexposición al Sol nos vuelve susceptibles al cáncer de piel y otros padecimientos.

“Cuba es un eterno verano”, escuchamos desde la primera infancia, mas no por eso debemos exponernos de forma deliberada a los rayos ultravioletas que, junto a sensaciones térmicas disparadas en medio del “calor” humano típico del país, pueden hacer sucumbir hasta a los más fuertes.

Mantener una correcta hidratación; utilizar ropa fresca, holgada y, preferentemente, de colores claros; acompañarse de sombrillas y gorras; así como evitar realizar deportes y actividad física intensa en las horas más calurosas, son algunas de las acciones para protegernos.

El planeta azul es nuestra casa, esa que todos, sin importar las fronteras, tenemos en común. Se torna decisivo fomentar la conciencia ambiental en las diferentes épocas del año, porque el cambio climático no se desvanece cuando se impone sacar los abrigos.

Apostar por el uso de energías renovables, impulsar la reforestación y, sobre todo, defender la responsabilidad y el cuidado colectivo pueden propiciar una mejoría paulatina de la situación climática actual. Sin dudas, está en nuestras manos.

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