Intensidad y potencia
- Por Rosana Rivero Ricardo
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Los tres toques a la puerta han sido inesperados. El susto fue como si me hubiese cogido la cuatro cuarenta sin Juan Luis Guerra. Estaba concentrada en mis pensamientos:
Antes del 2022 la gente no sabía ni de calderas, ni chumaceras, ni excitatriz. Ni siquiera los holguineros, casi siempre en modo “ombligo de Cuba”, que nos gusta hacer brillar a cuenta de nuestros exclusivos encantos, sabíamos que en Felton está una de las dos termoeléctricas más importantes del país.
Antes de 2022 casi nadie reparaba en ellos. A menos que fuera 14 de enero. O que se les necesitara porque pasó un huracán, o porque tienes un problema en casa que solo ellos pueden resolver, o porque estás sin luz y ¿qué se hace cuando no tienes corriente?
Organizar la casa. Arreglar un mueble. Tejer. Conversar con los vecinos. O acostarte a esperar a que llegue, porque cuando hay, literalmente te llenas de energía más rápido que la batería del teléfono donde apuntas que quizá, al próximo bebé le pongas Michael, como Faraday, el físico y químico inglés que se “escapó” con el experimento que lo llevó a descubrir la corriente eléctrica. O levantarte de un brinco porque alguien toca la puerta.
Es el lector cobrador de la corriente. A pesar de sus esfuerzos por cubrirse está rojo del sol y el sube y baja de escaleras. Le ofrezco agua. Me da el recibo.
- ¿Espera un cafecito? – a lo mejor lo necesita para enfrentar los escalones y los kilómetros que le quedan para cobrar, pienso.
Pero está atrasado y quiere terminar hoy, y ya le está tocando a la puerta a la vecina que tiene televisor y ventilador puestos. Descubro que soy yo la única que está “apagá”. Veo el “breaker”. Está en su sitio. No ha sido un corto circuito dentro de la casa.
Dice el vecino que a él le pasó el otro día. Que rompa por aquí esta pieza, baje un interruptor y deje el otro arriba, pero no podré usar la “dos vente”. Creo que es mejor llamar al número que tiene muchos ochos, antes de que la 220 me “use” a mí.
Me atiende una muchacha. Es muy amable. Pregunta los detalles del problema. Nombre, dirección, punto de referencia... Me da el número de reporte.
Armando no tarda en llegar. Es el reparador. Mientras revisa me dice que, si fuera más joven, se hubiese metido a liniero. Le gusta la adrenalina y admira a los 50 compañeros que se fueron a reparar a Pinar del Río lo que destruyó el huracán Ian. Y también admira a Eulices, reconocido porque dedicó toda su vida al sector eléctrico al frente del departamento de comunicaciones, importantísimo. A través de la radio es que se comunican los reparadores.
Me cuenta de ellos y de él, cuando hace una pausa para certificar la muerte del breaker y que, si cuando lo compre, no tengo quien lo ponga, él mismo regresa.
Y regresó, como mismo volvieron mis pensamientos a la señora de Limpio Chiquito, el pueblito de Cacocum que no está electrificado y se alimenta de una planta eléctrica que ella se encarga de cuidar y encender cuatro veces al día, como en otros pueblitos holguineros.
Y también al colectivo de la Empresa de Grupos Electrógenos y Servicios Eléctricos de Holguín, Geysel, que recibió la condición de Destacado Nacional. Y a la gente de la Felton que ante la contingencia energética del país saben que, si la intensidad de su trabajo es constante, la corriente es continua; como continuo y constante debe ser el agradecimiento a los trabajadores eléctricos, especialmente hoy, 14 de enero, su día.