Banda “sorora”

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Hace unos días una colega publicó en su perfil de Facebook un texto en el cual, a través de tres interrogantes, se planteaba la realidad diaria de muchas féminas. Sobre sus miedos, batallas y la impotencia, a veces, ante aspectos de la cotidianidad que contradicen sus creencias y por ende frenan su desarrollo pleno en la sociedad.


A los pocos minutos de habilitar el post comenzaron las reacciones y los comentarios de un puñado de jóvenes que conozco, inteligentes, independientes, orgullosas de sus trabajos, colmadas de planes, soñadoras siempre con los pies sobre la tierra y los pensamientos en cualquier parte, sin prejuicios ni asombros.


Por unos instantes la red social, para nosotras, dejó de ser una cruda arena de gladiadores y se convirtió en un Café de esos que tanto nos gustan, solo que esta vez virtual, para ahogar en cafeína y humo las preocupaciones, quizás con un buen bolero de fondo o lo mejor de la trova o cualquier sonido que permita la abstracción y, como la sal en la cocina, al gusto.

 


Fue un acto sublime y llamó la atención la fortaleza de las opiniones detrás de la pantalla. Era una mezcla de incertidumbre y desgano barrida por la certeza de que la rendición ante los pesares del mundo nunca será una opción ni una vía de escape.


Sin dudas, la sensación de alivio debió llegar, gracias a ese neologismo hermoso conocido como sororidad y que la académica mexicana Marcela Lagarde definió como “una forma cómplice de actuar entre mujeres para que nos aliemos, trabajemos juntas, empujemos las agendas y los movimientos”.


Hubo quien habló de mimarse: “Yo aprendí, ante las dudas, a mimarme, porque a veces se nos va la vida cuestionándonos y nos llevamos duro, y la vida es eso, no rendirnos”.


Otra ofreció su abrazo desde algún espacio de la geografía holguinera, como quien brinda lo más sagrado y sanador que atesora, mientras el resto se aferraba a la idea de no claudicar, de no bajar la cabeza ante las malas costumbres del entorno, de mantenerse fiel a los principios en cualquier escenario, de mirar al frente y caminar con firmeza.

 


No son chicas solitarias ni aplastadas por el tiempo y la vida. Son feministas, sí, somos. Y ese ejemplo desbarata por completo la imagen de ardidas, dolidas y solitarias que intentan crear los detractores de esa causa al referirse a quienes guerrean a diario por lo que consideran justo.


En ese grupo hay una rica diversidad, incluso madres recién estrenadas. Están también las que se llenaron de valor, echaron en una mochila las fronteras y salieron a construir su futuro, aunque eso implicara alejarse de las familias e iniciar una vida nueva en alguna ciudad que ahoga a ratos sus nostalgias.


Sin embargo, padecen el gris de estos tiempos y se abrazan en la distancia y se animan y se quieren bien, sin atisbos de competitividad ni reproches, porque han entendido con claridad su papel.


De eso se trata, de acompañarnos, apoyarnos y de mostrar a la humanidad que el feminismo, como conjunto de movimientos, ideas y prácticas de carácter cultural, social, económico y político, no busca “aplastar” a los hombres sino alcanzar la igualdad efectiva entre ambos géneros, y si en el trayecto se cuenta con una exquisita banda “sorora”, será menos difícil alcanzar la meta.

 


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Author: Darianna Mendoza Lobaina
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Soy amante de las artes, el café y la poesía. No me gusta la cocina, pero creo que cada palabra tiene su propio sabor, y los textos hay que sazonarlos bien.

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