Amores a la distancia

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Foto: Sebastian Dimitru / Unsplash

Aunque el calendario le sumaba un día más, aquel febrero pasó veloz y con él se llevó el ritmo habitual de la vida. Llegaría marzo, con su swing pandémico, su aire “contagioso” y una rutina vestida de domingos incoloros.


Entonces, la noticia agregó tensiones en casa. Ella conocía las consecuencias de aquella enfermedad letal, sin embargo, su vocación anteponía la salud de otras personas, incluso si vivían en latitudes lejanas. El hombre con quien decidió compartir su vida lo sabía muy bien, escondió sus peores temores tras una sonrisa y, entre las mascarillas y las batas blancas de su esposa, guardó muchos recuerdos. Se despidieron una mañana fría, con un abrazo apretado y un beso en los labios, sin saber con certeza cuando sería el próximo.

En otra parte del mundo, bajo el cielo gris, un joven observa desde su ventana las calles vacías de Londres. Cierto virus con ínfulas de “rey” le negó el regreso a su tierra caribeña y las risas con los amigos de siempre,las madrugadas de café, charlas y desvelos. Desliza los dedos por la pantalla de su teléfono móvil, agrega corazones en Instagram, abre un grupo de Whatsapp, escribe un mensaje acompañado de emojis: “los extraño”.
Apaga el aparato y se deja consumir por la nostalgia.

Historias de encuentros y despedidas se han tejido en estos meses, matizadas por ausencia de caricias, amantes alejados o el recorrido fugaz de lágrimas solitarias. Entre confinamientos, etapas de “normalidad” y nuevas olas, todas tienen el mismo protagonista: el amor.

El amor es la fuerza en medio de la incertidumbre ante el PCR positivo de una pareja, una madre o un amigo y, a la vez, es el consuelo del paciente, quien, en una sala hospitalaria, no tiene más compañía que sus propios pensamientos.

Gracias al amor una pareja resiste el dolor de las distancias e intenta sentir besos y caricias mediante videollamadas que restan megas a los paquetes de datos y suman añoranzas a los enamorados. Solo el amor es capaz de explicar que, aun cuando morimos de deseos, evitamos besar y abrazar a nuestros seres queridos, con tal de protegerlos.

Con su asalto, la pandemia escondió las sonrisas, nos robó el tiempo y los abrazos, pero no el amor. Quizá porque en momentos de crisis nos aferramos a los instantes de felicidad para sobrevivir o, tal vez, porque la COVID-19 es una enfermedad que, junto a sus molestos síntomas, conlleva también un poco de soledad y es entonces el amor su único remedio.

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Author: Susana Guerrero Fuentes
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Licenciada en periodismo. Siempre es un buen momento para contar historias

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