En “El Paraíso” se respira amor
- Por Yanela Ruiz González
- Hits: 2633
A unos pocos kilómetros de la cabecera del municipio de Banes, en la localidad de Cano 4, está la finca “El Paraíso”, el sitio que da vida al joven ganadero José Luis Velázquez y su familia, y al que se han consagrado en cuerpo y alma.
Joselín, como la mayoría le conoce, cuenta que la finca lleva este distintivo nombre en honor a su padre (ya fallecido), quien había propuesto identificarla de este modo, cuando apenas comenzaban a “levantarla”.
Tal parece que el viejo José sabía de antemano cuanto podían rendir aquellas hectáreas de tierra, bendecida por la tenacidad de Joselín, la fidelidad de un amigo que labora junto a él y su hermano, y también porque los días allí tienen otro sabor muy apreciable, el del amor que sustenta cada uno de los logros.
Ese ingrediente especial, que unió al joven ganadero y a su esposa Yaumara hace 16 años, de los cuales 12 cuenta ya el mayor fruto, su hija, es la principal motivación para iniciar cada jornada desde bien temprano en la madrugada y concluir en la tarde-noche, cuando de la luz del sol solo quedan los reflejos en el horizonte o cuando ya ni se perciben.
“El campesino, el ganadero, no tiene descanso. Cuando menos complicado se está hay que reparar la cerca rota por algún animal o salir a buscarlo. Siempre hay que hacer”, afirma.
El sobrecumplimiento de los planes de entrega de carne y leche, superior a los 25 mil litros, la protección a la masa ganadera, y la posibilidad que todo ello permitió la autorización para sacrificar cinco reses, son algunos de los logros que exhibe “El Paraíso” al cierre del 2023.
De cómo alcanza estos resultados explica Joselín: “El lío es que hay que trabajar. El ganado lleva manejo y amor. Más nada que eso. Nací de rama ganadera, siempre he estado con personas que saben. Yo apoyaba a mi papá, a su lado fui creciendo y aprendiendo y estudié Veterinaria.
“Hay que controlar la masa fundamentalmente, tener los animales gestantes y los relevos para las vacas, buscar una mejor genética, sembrar comida, garantizar que el agua no falte, eso se llama manejo en una finca. Tengo pozo y turbina y tractor con una pipa para cuando el pozo se me achique.
“Ahora está mi hermano, mi sangre guapeando conmigo. Me siento mucho mejor. Somos una familia unida y aquí trabaja todo el mundo, desde el más chiquito hasta el más grande. Mi mujer, mi cuñada…todos tenemos tareas”, asegura.
A simple vista se observa que en “El Paraíso” también se aplica la ciencia. Desde que se atraviesa el portón con el cartel que identifica la finca, se aprecian los sembrados de plantas proteícas y forrajeras, un elemento clave en la alimentación del ganado, que a decir del propio Joselín, da resultados.
“Y si se utiliza en el silvopastoreo mucho más, principalmente con vacas lecheras. Cuando el terreno está listo se echa el ganado. Ahí pastan hasta que consumen las matas. Luego se libera de los animales para cultivarlas y vuelven a retoñar”.
En cuanto a la protección de sus más de 100 cabezas de ganado, el joven de 37 años alude: “No he tenido hurto porque yo vivo permanente aquí, me apoya mi hermano y tengo ´sereno´, además mi suegro también está conmigo, aparte de eso yo a la hora que sea me levanto y doy vuelta por toda la finca. Pa’mí no hay hora, en cualquier momento yo siempre estoy.
“La Agricultura da la cuenta pero hay que trabajarla”- insiste Joselín, quien da fe de los beneficios- “El año pasado sacrifiqué cinco animales que promediaron un peso de 375 kilogramos. Los destinos de esta carne fueron instituciones de Salud Pública, el pueblo que pudo adquirirla en la feria de fin de año, donaciones que hice y fundamentalmente, dejé para que mi familia coma. Ya este año tengo previsto sacrificar siete reses más de acuerdo con lo que se decida en el Comité”.
Sobre el rendimiento de la leche, asume: “En estos momentos no es el mejor, pues promedian unos cuatro litros por vaca. Las mejores cosechas en este sentido se obtienen en los meses de octubre- noviembre y abril- mayo. Después viene la seca de agosto, que con la comida que se siembra se mantienen los animales, en tanto diciembre, enero y febrero, son las peores etapas del año para la producción de leche”.
Aunque parece que ya Joselín alcanzara el paraíso deseado, su meta es seguir “pa’lante”, aumentar la ganadería junto a su hermano, con las buenas prácticas que aprehendió de su papá y su tío Joel Quintana, que también era muy buen ganadero y de Anuel, presidente de su cooperativa, otro productor con loables resultados en la zona.
La extraordinaria lección de este jovencito traspasa cualquier obstáculo, pues todo lo logrado tiene su fundamento en estudiar, observar a los que saben, tomar de ellos, pero también en el duro trabajo diario, en esa consagración sin límites, que le ha hecho aportar mucho más que carne y leche, pues también ha donado yogurt, hasta un gallo para que hicieran caldo a las embarazadas del hogar materno del municipio.
Cuando llega la noche Joselín siente el agotamiento, más nunca cansancio. “Si nos cansamos, dice, no podemos seguir pa’lante. Me ilusiona cuando veo mi rendimiento, me pare una vaca, el más mínimo detalle que sea signo de prosperidad es un aliento. A mí me gusta esto”.
Pero hay algo importante en “El Paraíso” que Joselín reitera en la conversación, y es el amor de familia. Todos somos familia- recalca- y somos bien apegados y nos queremos bastante. Aquí hay amor para donde quiera, la pareja, la familia, nuestras hijas, los animales, pa’ todo el mundo, con amor se puede todo lo demás.
Bien lo sabe su esposa Yaumara, la de las manos pródigas elaborando queso y yogurt, la muchacha de “Los Pinos” que se enamoró y robó el corazón de Joselín en una fiesta de la semana de la cultura banense, cuando apenas tendrían unos 20 años de edad.
Ambos han pasado momentos difíciles, de pérdida de seres entrañablemente queridos, etapas de duros golpes que han superado juntos, unidos por ese amor que los hace vencer los apagones, las carencias y dificultades cotidianas, y sacar adelante la finca y su único retoño, la amada hija que se empina y como su papá, quiere ser veterinaria, mientras ya se va cultivando como amazona de rodeos.
Y entonces Yaumara se enjuga las lágrimas, y trata de disimular el nudo en la garganta, porque vienen los recuerdos de la familia, de los que ya no están, de las hermosas etapas que se viven en “El Paraíso”, donde afirma que “todos los días es un nuevo amanecer”.