La piedra que marcó su vida

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Ariel Expósito Reynaldo, director de la UEB Cubiza Holguín, participó en el montaje de la piedra que se encuentra en Santa Ifigenia, donde descansan los restos de Fidel. Foto: Elder Leyva

Él asegura no tener las dotes de un historiador, pues su carrera ha estado enfocada, fundamentalmente, en la parte administrativa y de ejecución. Se defiende y plantea que hablar no es su fuerte, pero accede a compartir el recuerdo de una experiencia extraordinaria.

Ariel Expósito Reynaldo, fue partícipe esencial de uno de los momentos más trascendentales, en horas de profundo dolor para los cubanos: el traslado y montaje de la icónica piedra, que marcaría el lugar donde reposarían los restos del Líder Histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, ante su fallecimiento en 2016.

El cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, aún remueve sentimientos en el máster en ingeniería mecánica y, hace 16 años, director de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Cubiza Holguín, quien asegura que aquella fue una misión extraordinaria para todos los trabajadores de la entidad.

La tarea asignada requería años de preparación y búsqueda previa. No era algo que se lograra en pocos meses. Desde finales del pasado siglo se hizo el llamado a un equipo de la Unidad holguinera, quienes eran conscientes del honor y la confianza que se depositaba en ellos.

“Fuimos convocados por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Alrededor del año 1996 Cubiza inició el trabajo en la localización de una piedra que cumpliera con determinados requisitos, sabíamos que no podía ser cualquiera y debía poseer cualidades básicas como la hermeticidad.

“Una vez encontrada, la trasladamos a Santiago de Cuba. Allí se diseñó la forma en la que sería montada en Santa Ifigenia, eso demoró más menos cuatro años”.

Nadie estaba listo para la partida del Comandante, el pueblo de Cuba lo veía como un ser eterno, inmortal, cuya fuerza no podía ser menguada, ni siquiera por la muerte. Sin embargo, el 25 de noviembre de 2016 llegó la noticia que desagarró el corazón de todo un país: Fidel había fallecido.

En ese escenario de profunda pena, Cubiza Holguín dio continuidad a su cometido. Con la impresión por lo ocurrido y el llanto prisionero dentro de sí, el equipo tenía por delante una de las labores más difíciles: la imponente roca debía ocupar su lugar definitivo, en la necrópolis santiaguera, a la mayor brevedad posible.

“Llegamos a Santiago el día 26, alrededor de las 10:00 am. Nos dividimos en dos grupos, uno encargado del traslado y el otro, en el que nosotros estábamos, era el responsable de su colocación.

“Fue un trabajo muy solemne. La piedra llegó sobre las 4:00 pm y tuvo que atravesar toda la ciudad. Se siguieron varias medidas de seguridad. Cuando la desmontamos no pudimos colocarla al primer intento, tuvimos que desgastarle una porción de la parte de abajo, se ubicó y se fundió, aunque el trabajo apenas empezaba. Salimos del cementerio en la madrugada del 27 y a las 7:00 am ya estábamos de regreso”.

Expósito Reynaldo asegura que las expectativas del equipo fueron cumplidas con creces, en cada paso que daban sentían lo relevante de aquel escenario en el que la historia los colocó. Recuerda que el montaje no estuvo exento de retos, más allá de los técnicos.

“Cerca de donde estaba previsto que pusiéramos la piedra había una palma real, y teníamos que mantenerla a toda costa. Es decir, prescindir del árbol nacional, en un lugar como ese, nunca fue una opción.

“La piedra pesó más de 25 toneladas, y tuvimos que pasarla entre una esquina de la grúa y la palma, sin dañar a ninguna. Fue una operación muy precisa. Éramos conscientes de la importancia de mantenerse ecuánimes en un momento como ese. En prácticamente 3 días logramos culminar la labor en Santa Ifigenia, incluidos los detalles estéticos alrededor de la roca”.

Hoy en la sede de la UEB Cubiza Holguín se alberga, cual tesoro de incalculable valor, un fragmento de la piedra, que representa tanto para millones de cubanos, y un pedazo de la eslinga utilizada en el descenso de la carga. Aquellos dos testigos presenciales de la acción, recuerdan cada día el compromiso de los obreros, de mantenerse “A la altura de los tiempos”, tal como asegura el lema de la entidad.

“Fue un momento histórico sin precedentes. Hoy en nuestro sitial de honor está la esencia Fidel, su grandeza, fortaleza e inteligencia. Ese pedacito representa mucho. Siempre le inculco a los trabajadores la importancia de pasar por allí y verse reflejados en el lugar.

“Es necesario tener en cuenta el legado del Comandante para avanzar y pensar resolutivamente. Hay que buscar alternativas oportunas para solucionar los problemas, de cualquier tipo. El ejemplo de Fidel perdurará siempre en nuestro colectivo”. 

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